¿Venganza o reinserción?
Consuelo Ordóñez dice que lo que pretende es desenmascarar la “inutilidad” del plan de reinserción del Gobierno. En definitiva, prima el deseo de venganza
Los encuentros entre presos etarras y víctimas del terrorismo en los que los terroristas reinsertados pedían perdón a las víctimas fueron una buena iniciativa para favorecer, como símbolo, un clima de convivencia en el País Vasco. Lo han sido, durante el Gobierno anterior, mientras se realizaron de forma voluntaria, a iniciativa de los terroristas reinsertados, de modo discreto, aunque posteriormente fueran difundidos como pauta ejemplar.
El nuevo ministro del Interior, Jorge Fernández, reconoció su éxito y anunció recientemente que asumía la iniciativa del Gobierno anterior, dentro de su plan de reinserción de presos. Parece dispuesto a mantener nuevos encuentros entre víctimas y victimarios y propiciar los talleres y planes de formación e información en las cárceles, fortaleciendo la vía que se ha dado en llamar Nanclares.
Sin embargo, el show mediático que se montó ayer, en la nueva etapa, con el primer encuentro en la cárcel de Nanclares entre una víctima del atentado de Hipercor de Barcelona, Roberto Manrique, y su victimario, Rafael Caride, no parece que sea el mejor procedimiento. Sobre todo porque no se compadece con la discreción que debe acompañar a la petición de perdón del terrorista reinsertado a su víctima.
Resulta peor la petición que ha dirigido públicamente a Instituciones Penitenciarias Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio, teniente alcalde del Ayuntamiento de San Sebastián, del PP, asesinado por ETA en enero de 1995, para entrevistarse con Valentín Lasarte, verdugo de su hermano y preso etarra en periodo de reinserción.
Consuelo Ordóñez ha manifestado que lo que pretende es desenmascarar la “inutilidad” del plan de reinserción del Gobierno. En definitiva, prima el deseo de venganza sobre la pretensión de reinserción de los presos, amparada por la Constitución española. Y pone en la estacada a la minoría de presos reinsertados en la cárcel de Nanclares, enfrentados al colectivo de presos de ETA desde hace muchos años y expulsados de la banda por haber asumido la legalidad penitenciaria.
Las cárceles son un escenario clave en la consolidación del final del terrorismo etarra. Hay mucho desconcierto entre los presos, tras el fiasco con que finalizó su debate interno, en que la minoría de los duros se impuso a la mayoría.
En estas condiciones, el Gobierno central debe actuar con visión de Estado, como le sugieren el Ejecutivo y el PP vascos, con el despliegue de su plan de reinserción, y no dejarse llevar por las presiones de élites de asociaciones de víctimas, en las que prima el deseo de venganza sobre el de reinserción de los presos.
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