Equilibrios para no incendiar España
Rajoy se ha arriesgado a quedar mal con Europa para ganar paz interna y evitar un destrozo mayor, aunque quede en entredicho su credibilidad
Mariano Rajoy no es un hombre de muchas ideas fijas. Para sus fieles, es un pragmático con los pies en la tierra que sabe adaptarse. Un negociador. Para sus rivales, es un veleta que nunca decide, deja que le lleve el viento y no es fiable. Pragmático o veleta, desde que asumió el poder, el presidente ha incumplido las tres promesas más claras de su campaña electoral. Dijo que no iba a subir impuestos, y los subió. Prometió que no abarataría el despido, y lo hizo. Garantizó que cumpliría el 4,4% del déficit en 2012 “sí o sí”, y se irá al 5,8%. Y eso que lo del 4,4% lo prometía de nuevo hace solo un mes, cuando ya sabía que el déficit de 2011 iría por encima del 8%.
¿Qué ha pasado? La respuesta hay que buscarla en la esencia de Rajoy, un equilibrista nato que siempre trata de encontrar una fórmula intermedia a todo para ganar tiempo y seguir adelante. No es un economista, ni un técnico. Es un político. Y eso es lo que ha hecho: política, cálculo, equilibrio. Con un añadido: ha tratado de venderse como un presidente autónomo al que Europa no le marca el ritmo. Sea o no real, esa es la imagen que busca.
Presionado por sus barones, que le dicen que no pueden hacer muchos más recortes sin incendiar la calle; por Javier Arenas, que se enfrenta a unas elecciones decisivas; por los expertos económicos, que le explican que hacer un recorte de 44.000 millones en plena recesión es suicida, Rajoy ha optado por arriesgarse a quedar mal fuera de España —aunque se ha hecho mucho trabajo político con todos los líderes para intentar suavizar el golpe— a cambio de lograr algo de calma en España. Claro que queda en entredicho su credibilidad. Si no ha aprobado el 4,4% después de prometerlo por activa y por pasiva, ¿por qué creer que sí cumplirá en 2013 con el 3%? Porque la economía mejorará, dicen en La Moncloa. De momento, ese debate será dentro de un año, y para Rajoy es una eternidad.
El presidente ha jugado a varias cartas, como siempre. A Bruselas concedió, antes de esta mala noticia para ellos, varias buenas: una reforma laboral durísima, como querían, y una ley de estabilidad más exigente incluso que la Constitución alemana. Los mercados, la otra carta que siempre hay que jugar, parece semicontrolada: la barra libre del BCE a los bancos, creen en el Gobierno, da un respiro en lo que más le preocupa, la prima de riesgo. Los bancos españoles compran deuda al 4% con el chorro de dinero al 1% del BCE, y funciona.
Sin embargo, y pese a los juegos de equilibrios y el intento de apaciguar, la guerra política sigue y empeorará. Y no solo por el incendio social de los recortes y la reforma laboral. Después de las andaluzas, el presidente tendrá que enfrentarse a los barones. Aunque si gana Arenas, todas las discusiones quedarán en casa, en el PP, sin oposición, y con CiU cada vez más cerca.
En abril, Rajoy mandará a Montoro a apretar para aumentar los recortes autonómicos.
Los barones, ahogados, piden al Ejecutivo que sea él quien lidere la toma de decisiones más duras, que cambie las leyes que fijan los mínimos de prestaciones sanitarias y educativas, asuma el coste político y arrastre a todas las autonomías.
Todo llegará, pero Rajoy, con sus equilibrios, ha ganado un poco de tiempo en España. Y eso, en plena campaña andaluza, es muy importante: el presidente estará hoy en un mitin en Lucena (Córdoba) y mañana en otro en Andújar (Jaén).
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