La España de 2031
La táctica de Rajoy en la investidura es clara: pintar el panorama fúnebre para abonar el terreno ante lo que viene y mirar hacia el futuro, que es un lugar muy inconcreto
Rajoy se puso ayer el traje de emergencia de los presidentes del Gobierno. Y ya no habló un minuto ni se detuvo demasiado con Zapatero, ni siquiera con la “terrible” herencia recibida, ni con el desastre de los últimos años. Ayer no procedía. Podría parecer demasiado cutre, pobre, revanchista, poco presidenciable. Tampoco recuperó la memoria ni el legado de José María Aznar, al que no citó nunca y con el que fue cuatro veces ministro. Aznar debía estar ayer contento, seguro. Su proyecto de sucesor a dedo ha tardado pero ha llegado a meta. Eso sí, Rajoy no parece el mismo de entonces. Aquel modelo del boom, burbuja y suelo libre, al que en algún momento tuvo la tentación de mirar de reojo, ya no está en su retrovisor. No es viable y lo sabe. “Ni España ni el planeta ni el mundo” volverán a las andadas. Esa lección parece bien aprendida.
“Ahora no tiene mucho sentido hablar de los orígenes de la crisis”, dijo cuando Rubalcaba le refrescó cómo ahora atribuía los grandes males con los que deberá lidiar a la grave coyuntura internacional. Era curioso y cierto. Rajoy abogaba por aprovechar esta oportunidad de la megacrisis no para corregir el déficit interno sino “para mirar más lejos y más alto” y para dibujar “un proyecto de España para 20 años”.
La táctica era clara. Pintar el panorama fúnebre para abonar el terreno ante lo que está por venir y mirar hacia el futuro, que es un lugar muy inconcreto. Lo dijo nueve veces. El reto, enorme: “El Gobierno que me propongo formar tiene el mandato más difícil desde la restauración de la democracia”.
Tampoco se escondió. Ni se refugió en excusas hueras. Prometió la verdad aunque duela, pero ayer no la ejercitó en exceso. Llegará ese momento. Y le puso calendario: el primer trimestre de 2012. Vayamos preparándonos. Sobre por qué aún no quiere ser más preciso hay varias teorías: porque no lo tiene todo bien preparado, para no hacer daño electoral al PP antes de las elecciones andaluzas de marzo o porque no se fía. O por las tres razones. Desde luego, de los datos económicos y de los agujeros del actual Ejecutivo, desconfía.
El discurso fue sólido por previsible, sin grandes novedades, ajeno a las ocurrencias o frivolidades. Muy de Rajoy. Pero en estas circunstancias podría haber sido perfectamente, en muchos aspectos, el de Zapatero y hasta el de Rubalcaba.
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