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PUNTO DE VISTA
Tribuna
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Malas noticias para Rubalcaba

Zapatero es hoy un político devastado cuya pésima valoración castiga a su sucesor

Alfredo Pérez Rubalcaba.
Alfredo Pérez Rubalcaba.ULY MARTÍN

La campaña electoral arranca con las rutinas habituales mientras todos los ojos estaban pendientes de Cannes. De las decisiones que adopte el G-20, con la presencia de un Zapatero cada vez más ensimismado, depende si tenemos o no alguna posibilidad de escapar a una nueva recesión que dispararía aún más el paro y colocaría al país en situación de bancarrota. El solo anuncio de Papandreu de convocar un referéndum, que este jueves parecía descartado, ha provocado un shock que tal vez active los mecanismos para evitar el abismo. Pero no deja de ser ilustrativo de la confusión reinante que esta Europa para la que Lula reclamaba recientemente el reconocimiento como patrimonio democrático de la humanidad se rasgue las vestiduras ante la iniciativa de uno de sus gobernantes de consultar a los ciudadanos. Un signo más de la doble vara de medir: Alemania somete, como es lógico, cualquier acuerdo al visado del Bundestag mientras Merkel abronca a su homólogo griego por preguntar a los electores.

Es desde una perspectiva de crisis global como habría que ponderar la campaña. Sostiene Rajoy que la política errática de Zapatero ha contribuido a profundizar en nuestro país los efectos devastadores de la crisis. Muchos ciudadanos han comprado la mercancía, a tenor de unas encuestas que le otorgan una ventaja de al menos 15 puntos y le auguran una mayoría absoluta que superaría el techo de Aznar. Para mantener ese horizonte ha diseñado un país virtual en el que combina el mantenimiento del Estado de bienestar (poder adquisitivo de las pensiones, cesta básica y común de la sanidad universal, educación pública) con bajadas de impuestos al capital, autónomos y pymes, compradores de viviendas, familias numerosas, etc. Ni un solo dato sobre la cuenta de pérdidas y ganancias en el balance del Tesoro. Están lejos los tiempos en los que se apuntó, en un insólito arranque de coraje, al programa de ajustes de Cameron, que incluía el despido de varios cientos de miles de funcionarios, y que costó al líder conservador británico la mayoría absoluta que le anticipaban los sondeos. Lección aprendida: nada de malas noticias antes de ir a las urnas.

El PP le ha dado algunas bazas adicionales con sus recortes en las comunidades autónomas, pero el fuego amigo del Gobierno no le ha dado descanso

La crisis ha tenido un efecto devastador sobre los Gobiernos europeos en las 15 convocatorias electorales de los últimos dos años. Solo cuatro primeros ministros salieron airosos de la prueba (Suecia, Polonia, Estonia y Letonia), no sin costes que les han obligado a formar coaliciones más inestables. La ronda arrancó en Grecia (octubre de 2009) con la victoria de un Papandreu que ya está en la cuerda floja. Una inmensa mayoría de votantes europeos ha castigado a sus Gobiernos sin mayor confianza en que los nuevos mejoren las cosas. Y la situación no parece más favorable para aquellos (Sarkozy, Merkel, Berlusconi) que aún no han tenido que apelar al voto.

Rubalcaba es un candidato que sin haber presidido el Gobierno está condenado a pagar sus culpas. Zapatero, que va a ostentar el raro récord de haber ganado las dos únicas elecciones a las que se presentó, es hoy un político devastado cuya pésima valoración castiga a su sucesor. Han pasado tres meses desde que el presidente oficializó el adelanto electoral y la única buena noticia para Rubalcaba le ha venido del enemigo con el desistimiento definitivo del terrorismo por parte de ETA. Un final al que ha contribuido en gran medida, pero que no puede exhibir como mérito propio so pena de provocar el rechazo de los votantes.

Rubalcaba propone ahora un programa de inversiones para activar el crecimiento y crear empleo. ¿Cómo hacerlo sin que se desboquen el déficit y el coste de la deuda?

Su adversario político (PP) le ha dado algunas bazas adicionales con los recortes aplicados en las comunidades autónomas, pero el fuego amigo del Gobierno no le ha dado descanso. En agosto resucitó por momentos el fantasma del rescate europeo en la senda de Grecia, Irlanda y Portugal. Para hacerle frente Zapatero concertó con Rajoy una reforma constitucional exprés, sin debates ni consultas, que amén del coste en nuestros usos democráticos ni siquiera logró sedar a los mercados ni a las agencias de rating. También en concordancia con la oposición puso la base de Rota en el mapa del escudo antimisiles de EE UU sin que un Parlamento disuelto pudiera pronunciarse. Como remate, la EPA de octubre, que iba a cosechar el efecto balsámico de un buen verano turístico, arrojó un récord de cinco millones de parados que el registro del Inem remató con los datos de octubre. El Banco de España acaba de certificar el estancamiento de la economía española en el tercer trimestre. Vienen días aún peores.

En una enmienda a la totalidad, Rubalcaba propone ahora un programa de inversiones para activar el crecimiento y crear empleo. ¿Cómo hacerlo sin que se desboquen el déficit y el coste de la deuda? La respuesta del G-20 en Cannes y los cabildeos de Bruselas y el BCE de Fráncfort serán más decisivos que las proclamas electorales.

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