El reto, los resultados
EL PAÍS visita cinco escuelas para conocer la realidad del sistema educativo catalán Hoy, el colegio Príncep de Viana de Lleida
Tres de los cuatro hijos del marroquí Baghdad, de entre 14 y 4 años, van al Colegio de Educación Infantil y Primaria (Ceip) Príncep de Viana de Lleida. Como padre se muestra orgulloso de que sus vástagos reciban la enseñanza en catalán y hablen castellano mejor que él. “Están en Cataluña y es normal que aprendan su idioma. Hay que respetarlo y nadie puede prohibirlo”, señala Baghdad mientras espera en una salita ser atendido por la dirección del centro.
El Ceip Príncep de Viana es como una ONU en pequeño. El 70 % de los 231 alumnos matriculados este curso son de 22 nacionalidades diferentes, principalmente de Marruecos, Rumania, China y países suramericanos. Sin embargo, en clase y en el patio el catalán se impone a la lengua materna de cada niño, lo mismo que en las anotaciones de las agendas personales. Las pizarras de las clases evidencian la realidad diaria. “Dimecres, 14 de setembre”, escribe una de las niñas siguiendo el dictado del profesor.
La opinión de Baghdad es compartida por la mayoría de los padres de la escuela, como la nigeriana Parkis, el argelino Suad y el gambiano Leamin Fati. Para ellos no existe ningún conflicto lingüístico porque ven que sus hijos estudian y se relacionan con los demás niños en catalán. Parkis considera que sus hijas nacidas en Lleida, Ekhomwin y Osaus, de 7 y 4 años, tienen que aprender catalán como primera lengua. “En casa hablamos en inglés, pero ellas ya dominan tres idiomas”, señala.
El caso de Suad es casi idéntico. Sus tres hijos, dos gemelos de 6 años y uno de 3 años, también nacieron en Lleida y no tienen ningún problema en clase. “¡Ya me gustaría a mí poderme expresar en catalán como ellos!”, dice. “Yo les hablo en árabe y ellos me contestan en catalán”.
Para el equipo directivo del Príncep de Viana de Lleida afrontar la interculturalidad en las aulas no está significando ninguna distorsión especial por cuestiones idiomáticas a pesar de que los alumnos autóctonos son minoría. “Aplicamos la inmersión lingüística desde el inicio del proceso y no hay ningún problema. Todas las clases se imparten en catalán y si hay algún niño que no entiende algo se le explica en castellano”, señala el director Juanjo Rodellar.
Rodellar explica que ninguna familia se ha quejado del modelo educativo que se sigue en el centro, ni ha pedido que a sus hijos se les escolarice en castellano. “Ellos tienen asumido que aquí la lengua vehicular es el catalán y encuentran normal que sus hijos reciban la enseñanza en este idioma. Todas las comunicaciones que salen del centro están escritas en catalán. Las reuniones que hago con los padres también son en catalán, pero si hay alguien que dice que no me entiende hablo en castellano y no pasa nada. En este aspecto soy flexible”, añade Rodellar.
Otra cosa distinta es el rendimiento escolar, que en opinión del director del centro no puede ser el mismo que el de una escuela normal con mayoría de alumnos catalano parlantes. “Aquí el esfuerzo del profesorado es mayor”, resalta Rodelar. “Sin embargo, los resultados de las pruebas de competencias básicas están por debajo de la media catalana en todas las materias y como profesionales de la educación nos gustaría que fueran mejores que los obtenidos. Ese es nuestro verdadero reto”.
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