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Italia y España se acercan al abismo

Las Bolsas caen y las primas de riesgo se disparan ante la inacción de Europa. El Tesoro paga ya más del 6% por la deuda a 10 años, que rompe todas las marcas

La ministra de Economía, Elena Salgado, entre el ministro italiano de Finanzas, Giulio Tremonti (izq.), y el alemán, Wolfgang Schauble (der.), en la reunión celebrada en Bruselas
La ministra de Economía, Elena Salgado, entre el ministro italiano de Finanzas, Giulio Tremonti (izq.), y el alemán, Wolfgang Schauble (der.), en la reunión celebrada en BruselasGEORGES GOBET (AFP)

Durante años, las crisis financieras y las suspensiones de pagos de países se han asociado con Latinoamérica, con el Sureste asiático, con el mundo en desarrollo. Durante generaciones, los países emergentes estuvieron aquejados de crisis monetarias, quiebras bancarias, colapsos financieros y demás desgracias económicas conocidas por el hombre moderno. Esos episodios de pánico solían producirse en verano, cuando las manadas de especuladores tienen más capacidad de influencia sobre los mercados. Es verano y la crisis arrecia, pero esto no es América Latina ni Asia: Europa es la nueva frontera del miedo. La Unión Europea fue ayer incapaz de dar un golpe de timón y la crisis de los periféricos (Grecia, Irlanda y Portugal) embistió de lleno el corazón del euro: Italia y en menor medida España, que suman más de 100 millones de habitantes y un PIB de 2,5 billones de euros, se asomaron al precipicio, con fuertes caídas en las Bolsas y sobre todo con un severo correctivo en los mercados de deuda.

Media Europa está de veras asustada por segunda vez en poco más de un año. En los primeros días de mayo de 2010, el incendio fiscal de Grecia se iba extendiendo a Irlanda y Portugal, y Europa se vio obligada a dar un paso adelante cuando el contagio amenazó con alcanzar a España y saltó el océano para propinar un buen revés a Wall Street. La UE solo se activó cuando se vio al borde del precipicio. Ayer, ni así: los mercados europeos protagonizaron una de esas reacciones masivas y fulminantes ante la inacción en Bruselas, que a pesar de las reuniones extraordinarias fue incapaz de lanzar un solo mensaje convincente mientras los mercados estuvieron abiertos. El resultado: las Bolsas sufrieron cuantiosas pérdidas, lideradas por el 4% de Milán y el 2,7% de Madrid, y el euro cedió la cota de los 1,4 dólares.

Hace ya tiempo que los especuladores han sustituido las Bolsas por la deuda pública para causar destrozos impactantes. En ese ámbito el castigo fue ejemplar: la deuda italiana fulminó todos los récords, y el bono a 10 años español superó el listón del 6%, un tipo de interés que en los casos de Grecia, Irlanda y Portugal puso a esos países en un camino sin retorno y los acabó llevando a un rescate que no ha funcionado de ninguna manera, y que ahora contagia a los dos países (Italia y España) que habían ejercido de cortafuegos por ser demasiado grandes para caer, demasiado grandes para ser rescatados; demasiado grandes para casi todo.

Porque la prueba de que los inversores se sienten fuertes es que el castigo es mucho mayor ahora que en mayo de 2010. La prima de riesgo española (la diferencia entre los intereses que paga España y los que paga Alemania por su bono a 10 años) escaló ayer 51 puntos, hasta superar los 330, tanto por la escalada de los intereses que paga el Tesoro como por la caída de los tipos que paga Berlín, cuya deuda es siempre el mejor refugio en momentos complicados. Hace un año, el castigo fue de 30 puntos, con el riesgo país en torno a los 160. En Italia la magnitud de la tragedia fue aún superior: la prima de riesgo subió ayer de golpe 61 puntos. En ambos países, ese indicador (la medida del grado del desasosiego de los inversores acerca de la posibilidad de que se necesite un rescate) ha subido en torno a 100 puntos en una semana.

La crisis de los periféricos embistió en
el corazón del euro

Italia y España se enfrentan a problemas mayúsculos. El principal es la terrible gestión de la crisis por parte de las autoridades europeas, con varios países —en primer lugar Alemania, pero también Holanda, Finlandia y Austria— dificultando la consecución de acuerdos. Pero en el plano interno, España tiene ante sí una frágil recuperación, combinada con los efectos de la explosión de la burbuja inmobiliaria, una bomba de relojería para las cuentas de los bancos y cajas. Italia se enfrenta además a una grave crisis política interna, que se suma a un estancamiento que dura ya años y a las crecientes dudas sobre la salud de sus bancos, que concentran la mayor parte de la ingente deuda pública del país transalpino (el 120% del PIB, en números absolutos la tercera deuda más voluminosa del mundo, solo por detrás de la de EE UU y Japón).

Y aun así, Grecia sigue siendo el principal quebradero de cabeza de Europa: la mayor fuente de contagio. El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, lideró ayer una reunión de urgencia al más alto nivel para estudiar la situación en Atenas, de la que al cierre de esta edición no se tenía ni una sola noticia: ni siquiera el revés en los mercados aceleró la búsqueda de consenso. Los acontecimientos se precipitan y la reestructuración de la deuda de Grecia está cada vez más próxima. Alemania volvió a la carga con su plan de impago selectivo y transitorio para involucrar al sector privado en el pago de la factura. La propuesta de reestructuración voluntaria del BCE y de Francia pierde fuerza, tanto por el boicot de las agencias de calificación (que han reiterado sus amenazas de calificar de impago cualquier tipo de reestructuración) como por el tibio apoyo de Alemania a esa propuesta.

Y esto es solo el principio: Europa tiene ante sí una semana de aúpa, tanto en España —con la próxima salida a Bolsa de Bankia y Banca Cívica, que se presume complicada— como en la banca de todo el continente, con la publicación de unas pruebas de esfuerzo que llegan en el peor de los momentos posibles. “Europa sigue sin dar soluciones concretas y continúa especializándose en permitir que la situación se deteriore hasta estar cerca de estallar. Ya no son solo los especuladores: el dinero se marcha de Europa por esa falta de credibilidad en la respuesta política a la crisis”, criticó el economista jefe de Intermoney, José Carlos Díez. “Es duro tener que confiar en eso de cuanto peor, mejor: pero parece que los líderes europeos estén esperando a ver de cerca el borde del precipicio para darle al botón nuclear, para aprobar una solución convincente de una vez por todas”, cerró Alfredo Pastor, del IESE.

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