El portavoz adecuado para la dura recta final
José Blanco no ejercerá los viernes de mero lector de los acuerdos que se adopten en la reunión del Consejo de Ministros
José Luis Rodríguez Zapatero ha decidido nombrar a José Blanco nuevo portavoz del Gobierno porque quiere ese perfil de político duro y correoso y de la máxima confianza personal para esta complicada etapa final en la que ya hemos entrado de la legislatura. Alfredo Pérez Rubalcaba es un político de raza y ejercía de político en cualquier comparecencia. También los viernes tras el Consejo de Ministros, pero muchas veces rehuía hablar en ese atril de los conflictos con el PP y de las situaciones internas del PSOE. Cuestión de formas, de objetivos y de estrategias. Quería adquirir un barniz más presidencial. Ramón Jáuregui, ahora ministro de Presidencia y candidato natural para ese puesto en esta remodelación, también es un político clásico, con todas las virtudes de libro para el puesto, pero no goza de una sintonía tan especial con Zapatero y es visto en algunos sectores del Gobierno y el partido como demasiado blando y pactista con la oposición. El momento político no está para esos matices, entiende Zapatero.
Blanco reúne, en ese sentido, incluso más cualidades que Rubalcaba y Jáuregui para ese cargo de gran exposición, pese a ser menos hábil en la dialéctica y tener una imagen pública peor, como recogen los sondeos del CIS. Blanco es el portavoz que Zapatero y Rubalcaba quieren para la batalla final. Desde el sábado, el PSOE ya está en campaña con su nuevo líder y candidato. Desde hoy, el Gobierno está también en campaña en favor del nuevo líder y candidato del PSOE. Desde hoy, el Ejecutivo de Zapatero se acomoda aún más a lo que se requiere en una campaña para mayor gloria de Rubalcaba y de refriega con el candidato rival, Mariano Rajoy.
Blanco dice de entrada que no pretende convertirse en un portavoz para la confrontación. Pero no será un portavoz neutral. Es imposible imaginarlo. El ministro de Fomento, que no quería dejar esa atalaya en este momento, tiene una visión de la política para todo. Incluido para ese ministerio teóricamente tan técnico. Todo es política. Las obras, las inauguraciones, el AVE, las autovías, los puertos, los controladores y, desde luego, el Consejo de Ministros. Lo veremos desde este mismo viernes.
Blanco no será un portavoz que se vaya a limitar a leer los acuerdos adoptados por el Gabinete. No será un portavoz lector. Hará política. Todos lo hacen, pero él más. Y más en esta época en la que entramos desde el pasado fin de semana. Por eso no fue nombrado por Zapatero y Rubalcaba coordinador de la próxima campaña electoral para las generales, cuestión que degeneró en todo tipo de especulaciones. Lo decía en sus declaraciones y parecía que no lo queríamos escuchar. “Me van a ver y a escuchar hasta en la sopa durante estos meses y por eso no me puedo quedar encerrado en Ferraz”. Se refería a que no podía estar metido en su despacho preparando las comparecencias y presencias de otros porque él iba a tener un papel preponderante. Lo sabía hace tiempo, y lo tenía pactado con Zapatero y con Rubalcaba, que ya advirtió el pasado viernes que su colaboración de trabajo de estos ocho últimos años no se iba a acabar y que continuaría en el futuro.
Blanco será el ministro de Fomento y el portavoz del Gobierno para intentar llegar hasta el final de la legislatura, aunque pocos, casi ninguno, creen en el PSOE y en el propio Ejecutivo que eso vaya a ser posible. Blanco querría inaugurar aún como ministro el próximo 10 de diciembre el AVE gallego, el tramo del tren de alta velocidad que funcionará en esa comunidad antes de la conexión total con la meseta. No es una obra más. Ni para Galicia ni para Blanco. Es otro gesto o símbolo de cómo ve la actividad política. Y, además, puede ser un mensaje sobre su futuro político.
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