La ‘gig economy’ transforma la ciudad (y no necesariamente para bien)
El repunte de las nuevas tecnologías ha transformado la forma de relacionarnos, desde el reemplazo del dinero en efectivo por pago electrónico, hasta la flexibilización de jornadas laborales
Una alarmante tendencia, ya establecida en las urbes del mundo, es la digitalización y comercialización de los servicios básicos. El rápido auge de la gig economy, también llamada economía compartida –de baja demanda y consumo colaborativo– y su relación con los bienes y servicios, está transformando las áreas metropolitanas de las grandes ciudades, pero no necesariamente para mejor.
Infinidad de ofertas a la carta están proliferando en las capitales del mundo, provocando cambios drásticos en los sectores básicos de la economía e introduciendo nuevas necesidades y comodidades. Esta digitalización pasa desde los servicios de transporte, logística, servicios de limpieza, comida y bebida, compras, cuidados y enfermería hasta hospedaje y de conserje personal. Internet ha abierto un nuevo paradigma, en donde una necesidad concreta puede cubrirse casi al instante a través de la tecnología móvil. La Red nos permite conectarnos con miles de personas que los ofrecen. Y, en este sentido, las plataformas digitales (principalmente, en forma de aplicaciones) se venden como facilitadoras de intercambio y hacen que esta relación entre pares sea más responsable.
El afianzamiento de estas plataformas en el entorno urbano hace que se considere el tipo de ciudades que queremos en términos de acceso, derechos y planificación urbana
El crecimiento y la popularidad de distintas empresas como Uber, Amazon o Airbnb han cambiado no solo el modo de vida de los habitantes –o, más bien, consumidores– sino también el funcionamiento de las ciudades modernas, puesto que han despegado como nadie podía prever. En la capital británica, por ejemplo, ya se puede divisar la desaparición de establecimientos físicos, sucursales bancarias o incluso la eliminación de las taquillas en la mayoría de estaciones de transporte público. De hecho, ya existen tiendas-escaparate en varias calles principales donde se invita al cliente a entrar y mirar, para luego comprar el producto en línea. Además, muchos establecimientos solo aceptan el pago de manera digital, prescindiendo del efectivo.
Uber podría ser, sin duda, uno de los mayores exponentes de este tipo de economía bajo demanda, con una política tremendamente agresiva en las urbes. Su versión más polémica UberPop ha quedado prohibida en, al menos, ocho países, entre ellos, Dinamarca, Hungría, Bulgaria, Turquía y parcialmente en Italia. En estos lugares los particulares que prestan el servicio no requieren licencia de alquiler de vehículo con conductor.
El crecimiento de empresas como Uber, Amazon o Airbnb han cambiado no solo el modo de vida de los habitantes, sino también el funcionamiento de las ciudades modernas
De hecho, el término uberización es también un nombre alternativo para explicar este fenómeno de economía bajo demanda. En Londres, por ejemplo, Uber ya ha tomado el control del transporte marítimo y rodado, estableciendo colaboraciones con otras compañías, empresas de transporte y distritos para introducir cargadores eléctricos en las calles. Pero lo más sorprendente es que se estima que el crecimiento anual de esta compañía será del 300%, a pesar de que salieron a la luz los Papeles de Uber. En este documento, que se dio a conocer en julio, se evidenció la relación de la compañía con distintos mandatarios políticos, el fomento de la violencia para ganar presencia en los mercados y el bloqueo de las investigaciones.
De la misma manera, plataformas como Airbnb, que ofrece alojamientos particulares– no dejan de crecer. En 2011, la empresa anunció que habían logrado un millón de reservas. En 2014, ya hablaban de conseguir los 11 millones. Hoy, se estima que la empresa ha alcanzado los 37 millones de reservas al año. Lo más alarmante es que estos datos son solo la punta del iceberg, puesto que cada vez más se cambiará la forma en la que la sociedad trabaja, juega, viaja y se relaciona, muchas veces, sin tener en cuenta el impacto que estos modelos de negocio tienen tanto en la ciudad como en la sociedad.
Hay muchos testimonios de trabajadores de estas empresas tecnológicas que aseguran que, a pesar de apreciar la flexibilidad horaria que se les ofrece, están altamente insatisfechos debido a los bajos salarios, el temor por su seguridad y bienestar personal, la sensación de aislamiento así como la falta de una trayectoria profesional viable. Está claro que muchos consumidores no son conscientes de lo que implica el disfrute de esta nueva comodidad a la carta.
Cada vez más se cambiará la forma en la que la sociedad trabaja, juega, viaja y se relaciona
De la misma manera, el fenómeno de los supermercados fantasma, conocidos en inglés como dark stores, es otro ejemplo de esta digitalización de servicios básicos en el contexto urbano. Estos establecimientos no solo dañan la imagen de la ciudad, sino que generan muchos problemas en el entorno inmediato; no solo por el ruido, sino por el constante trasiego de repartidores y camiones de suministro de abastecimiento diario, el aumento de desperdicios y residuos en la calle, entre otros. Son espacios no abiertos al público que funcionan como almacenes –o supermercados a puerta cerrada– que albergan cerca de 2.000 productos, están controlados por distintas empresas como Getir, Gorillas, Glovo o GoPuff y realizan envíos en menos de 15 minutos a cualquier punto de la ciudad a través de su correspondiente aplicación móvil. En las ciudades de Ámsterdam, Rotterdam o Nueva York, ya se han tomado medidas contundentes para regularlos, así como en Madrid y Barcelona, donde ya se están presentando regulaciones relacionadas con la prohibición de nuevas aperturas.
Pero ¿qué medidas adicionales deben tomar los gobiernos locales, municipales y estatales ante este despunte? Ante el auge de este tipo de plataformas, es indispensable que los gobiernos establezcan un sistema de regulación de estas empresas, con el fin de garantizar no solo una mejor convivencia en la ciudad, sino una mejora de salarios y condiciones de los trabajadores, al menos, mediante su reconocimiento como empleados. En cierto modo, el afianzamiento de estas plataformas digitales en el entorno urbano hace que se considere el tipo de ciudades que queremos en términos de equidad en el acceso a los servicios, los derechos laborales, la planificación urbana y la infraestructura de apoyo a esta nueva economía.
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