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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

Un pulso para promover la agricultura ecológica en los cultivos de Maputo

Algunas asociaciones de productoras agrícolas ensayan el uso de compost y otras técnicas orgánicas en colaboración con ONG locales e internacionales

Compost Mozambique
Proceso de producción del abono orgánico en el centro de compostaje de Maputo.Jersy Ethan (ESF)
Carlos Bajo Erro

“Lo que me hizo adoptar la agricultura ecológica es que es bastante más accesible. Antes, cuando no teníamos dinero, era imposible trabajar porque no podíamos comprar los fertilizantes químicos y la producción se detenía. Estos abonos orgánicos son asequibles y sencillos. Los hacemos nosotras mismas”. Son algunas de las explicaciones con las que Violeta Machinguane Mavute justifica su apuesta por los productos ecológicos en su pequeña machamba (huerto) de Maputo, la capital de Mozambique. Ella es una de las agricultoras que forman la Asociación para el Desarrollo de Mulaúze (Adema), una entidad local que está trabajando en el uso de compost producido a partir de la gestión de residuos sólidos urbanos.

La agricultura urbana en Maputo se encuentra en un momento complicado. Por un lado, las autoridades municipales y diversas organizaciones sociales llevan años promoviéndola por su aportación a la seguridad alimentaria de colectivos populares, a la generación de recursos y empleo en los barrios periféricos y a la autonomía de las mujeres, que son mayoritariamente quienes la practican.

Sin embargo, la presión urbanística crece en la capital mozambiqueña y amenaza a las zonas verdes del entorno de la ciudad. La escasez de infraestructuras como la irrigación de los campos dificulta la sostenibilidad de la actividad, mientras que los síntomas del cambio climático y la irregularidad de las lluvias hacen que cada vez sea más difícil el cultivo. Ante esta encrucijada, algunas de las asociaciones locales de agricultores, acompañadas por organizaciones de desarrollo locales como Abiodes y ONG internacionales, están orientando su producción hacia prácticas agrarias ecológicas.

En el distrito de KaMubukwana se desarrolla una de estas experiencias. Enginyeria Sense Fronteres (ESF) lleva años trabajando en Maputo sobre el tratamiento de residuos sólidos urbanos y constatando que la mayor parte de esta basura, concretamente el 60%, es de carácter orgánico. Solo el tratamiento de los desechos vegetales que se producen en los mercados ya supone un paso adelante considerable. “Pensando cómo reutilizar el residuo orgánico”, explica Elena Erquiaga, coordinadora de ESF en Maputo, “y hacerlo revertir de manera positiva en la ciudadanía, empezamos a trabajar con las autoridades municipales de Maputo”. “Y así creamos un centro de compostaje que configuramos como un espacio de escuela”, sigue.

El compost orgánico es fácilmente accesible y no hay grandes gastos para producirlo. Los cultivos crecen sanos y la producción es mayor

La respuesta ha sido satisfactoria. Las productoras que participan en este programa son sus principales embajadoras. Silvina Soquisso es otra de las agricultoras de Adema y no duda de la necesidad de atraer a otras a su causa: “Otros productores deberían utilizar el compost orgánico, porque es fácilmente accesible y no hay grandes gastos para producirlo. Hemos comprobado los resultados, los cultivos crecen sanos y la producción es mayor”. Otra de sus compañeras, Raulina Fernando Muchanga, refuerza esas opiniones: “Para que otras mujeres y hombres productores puedan aprovechar los insumos orgánicos, tenemos que acercarnos a ellos y enseñarles. Son caros, pero estos los hacemos nosotras mismas”. Y la propia Muchanga añade: “Los productores que pasan por aquí y ven nuestro trabajo sienten curiosidad y tratan de aprender, para producir mejor”.

La experiencia de ESF ratifica las sensaciones de las productoras. “Cuando hemos ofrecido el compost del centro-escuela, ha habido filas de productoras que han llegado para recogerlo y usarlo en sus huertas. Es decir, hay interés por el compost, por aprender nuevas técnicas y por compartir experiencias”, asegura Elena Erquiaga.

En un reciente informe elaborado por el investigador mozambiqueño Carlos Bavo y promovido por el Centre d’Estudis Africans (CEAi) y ESF, bajo el título Desafíos de la agricultura urbana en Maputo: acceso al agua, tecnología e ingresos, las preguntas se dirigen también a la cuestión del uso de abonos orgánicos. Bavo certifica que existe consenso entre los productores en cuanto a que el empleo de fertilizantes orgánicos disminuye el de insumos y los costes de producción, así como que “para la generalidad de los encuestados, las ventajas de utilizar el compost son claras, ya que permite una mayor sostenibilidad de la naturaleza”.

Unas agricultoras mozambiqueñas utilizan el compost en su huerta urbana.
Unas agricultoras mozambiqueñas utilizan el compost en su huerta urbana.Jersy Ethan (ESF)

La comercialización de los productos y su aspecto estético es el principal inconveniente recogido por Bavo: “Los productores destacaron el aspecto reluciente y atractivo de los productos resultantes de la utilización de fertilizantes inorgánicos en contraposición a los productos nutridos por estiércoles orgánicos. Para los consumidores, dicen los encuestados, cuenta mucho la apariencia del producto para la decisión final de compra”. A pesar de estos obstáculos, el investigador concluye: “El empleo de la variedad orgánica parece tener posibilidades, ya que los productores son favorables a adoptarlo y no requiere inversiones imposibles”.

En gran medida, el éxito de estas técnicas de cultivo se encuentra con una buena disposición entre las productoras de la agricultura urbana de Maputo por una cuestión de familiaridad. “Hay toda una serie de insumos que se emplean ancestralmente, que tampoco contienen químicos y que ellas elaboran”, comenta Erquiaga. Izilda Luís Chitive, otra de las asociadas a Adema, expone claramente el ejemplo: “Uso pesticidas hechos a base de tabaco y de ajo que acaban con las plagas, sobre todo, con los caracoles. Creo que tiene otras ventajas, pero lo que sé seguro es que antes mis coles no tenían brillo y tenían bichos, y ahora ya no”.

Para la coordinadora de ESF en Maputo, todas estas actividades orientadas a reforzar la agricultura urbana promoviendo los cultivos orgánicos han hecho sentir a las productoras que su trabajo tiene un valor en muchos sentidos: “Normalmente, la agricultura de subsistencia es puesta en práctica por grupos sociales de pocos recursos y por eso no perciben que son importantes en la sociedad. Ahora, sienten que se valora lo que hacen”.

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Sobre la firma

Carlos Bajo Erro
Licenciado en Periodismo (UN), máster en Culturas y Desarrollo en África (URV) y realizando un doctorando en Comunicación y Relaciones Internacionales (URLl). Se dedica al periodismo, a la investigación social, a la docencia y a la consultoría en comunicación para organizaciones sociales.

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