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SEGURIDAD ALIMENTARIA
Tribuna
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Actuar de inmediato para impedir la catástrofe en Somalia

A menos que la comunidad internacional movilice ayudas urgentes y significativas, el sur del país sufrirá una hambruna que puede afectar a más de siete millones de personas

Fatuma Abdi Aliyow, sentada junto a las tumbas de dos hijos que murieron por enfermedades relacionadas con la malnutrición, en una imagen tomada en Mogadiscio (Somalia) este 3 de septiembre.
Fatuma Abdi Aliyow, sentada junto a las tumbas de dos hijos que murieron por enfermedades relacionadas con la malnutrición, en una imagen tomada en Mogadiscio (Somalia) este 3 de septiembre.Farah Abdi Warsameh (AP)

La semana pasada se volvieron a disparar las alertas y los llamados a la acción para impedir una inminente hambruna en Somalia. En su último informe, el organismo que monitorea la seguridad alimentaria en ese país (FSNAU por sus siglas en inglés), advirtió de que, a menos que la comunidad internacional movilice ayudas urgentes y significativas, varios distritos del sur del país sufrirán una hambruna que podría afectar a más de siete millones de personas

Desafortunadamente, no se trata de un problema nuevo. Somalia ha padecido numerosas crisis alimentarias a lo largo de su historia. Entre las más graves podemos hacer referencia a la ocurrida en el año 1992, cuando cerca de 300.000 personas murieron a causa del hambre en medio de una salvaje guerra sectaria; o más recientemente, en 2012, cuando 258.000 personas perdieron la vida como consecuencia de las sucesivas sequías. Se trata del país donde más hambre se pasa, de acuerdo al índice mundial del hambre. Y no son solo las hambrunas -que constituyen la fase más aguda de las crisis alimentarias-. En el caso de este país africano, estas crisis se sufren en todos los grados, potenciadas por el conflicto armado y la pobreza extrema. A pesar de los miles de millones de dólares recibidos en cooperación internacional desde hace décadas, el país continúa ubicado entre los menos desarrollados del mundo.

Tampoco es un problema exclusivo de Somalia. Sus vecinos de la región del cuerno de África también se encuentran en una situación extremadamente vulnerable debido a las sequías que se han sucedido en los últimos años. Unos 22 millones de personas podrían estar al borde de la hambruna en Kenia, Etiopía y Somalia, según la ONU. Los pronósticos indican que hasta marzo del 2023 tampoco habrá suficiente lluvia, por lo que podríamos estar frente a una verdadera catástrofe.

Existe una necesidad imperiosa de repensar la burocracia internacional en función de anticipar y prevenir los problemas en lugar de reaccionar frente a ellos

Y, como si esto fuera poco, la guerra entre Rusia y Ucrania ha tenido repercusiones dramáticas. Con el agravamiento de las hostilidades, toneladas de granos quedaron bloqueadas en puertos ucranianos y las cadenas de producción y distribución se vieron afectadas. En el cuerno de África, más del 90% del trigo utilizado es importado desde Rusia y Ucrania, por lo que el precio de los alimentos se disparó en marzo de este año y ha dejado a algunas regiones desabastecidas. Luego de meses de negociación, se logró acordar la Iniciativa del Mar Negro, por la que se permite el paso libre de barcos que transporten granos y sus derivados, lo que podría ayudar a aliviar la situación.

Este avance, así como una reciente estabilización del precio de los alimentos, constituyen indicios alentadores pero no serán suficientes para resolver una situación que -más allá de las dimensiones locales y regionales- se enmarca en una crisis alimentaria global que viene gestándose y agravando desde hace años. El cambio climático, el aumento del precio de los alimentos (potenciado por los efectos de la pandemia de covid-19) y el recrudecimiento de varios conflictos bélicos crearon una tormenta perfecta. Hoy, lejos del objetivo de avanzar hacia el hambre cero en el 2030, más de 800 millones de personas sufren hambre en el mundo. De ellos, unos 193 millones lo padecen de un modo agudo y 50 millones se encuentran al borde de la hambruna. Según el informe anual de la ONU sobre la seguridad alimentaria, casi 670 millones de personas -el 8 % de la población mundial- seguirán con hambre al fin de esta década.

La comunidad internacional no parece haber encontrado un modo efectivo de hacer frente a estos problemas multicausales. Por un lado, porque no existe suficiente coordinación entre los programas de acción climática, de cooperación al desarrollo, de ayuda humanitaria y de gestión de conflictos. Por otro lado, porque existe una necesidad imperiosa de repensar la burocracia internacional en función de anticipar y prevenir los problemas en lugar de reaccionar frente a ellos. Y en ese replanteo, un involucramiento de los actores locales será fundamental. El fracaso del modelo actual de cooperación internacional tiene su origen en un enfoque de tinte colonialista, con una escasa inclusión de las perspectivas locales, de género o de minorías en el planeamiento, ejecución y evaluación de sus programas.

Resulta cada vez más difícil obtener financiamiento de los donantes tradicionales para programas de ayuda humanitaria y cooperación al desarrollo

En el caso de Somalia, si bien la asistencia humanitaria ha ayudado a salvar vidas, debido a los bajos niveles de financiación se espera que esta asistencia disminuya drásticamente. Y esto también refleja un problema global. Resulta cada vez más difícil obtener financiamiento de los donantes tradicionales para programas de ayuda humanitaria y cooperación al desarrollo. La inflación, la inminente recesión que se avecina en Estados Unidos y Europa, junto con los efectos económicos poscovid, han afectado la capacidad de los países ricos para financiar estos programas. Las necesidades humanitarias crecen a un ritmo mucho mayor que los recursos disponibles para hacerles frente. Por este motivo, varias agencias humanitarias han apelado a los superricos del mundo a aportar una ínfima parte de sus fortunas para intentar frenar el aumento del hambre.

El jefe de asuntos humanitarios de la ONU, Martin Griffiths, alertó que en Somalia “la hambruna llama a la puerta”. Hay niños que ya están muriendo, muchos centros de atención ya están llenos y solo nos queda una última oportunidad para salvar la vida de millones. Tenemos que actuar de inmediato para impedir esta catástrofe. Pero también tenemos que trabajar en soluciones sostenibles que no permitan que nos encontremos en la misma situación una y otra vez.

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