Migración climática, la gran ausente de la COP26
Millones de personas alrededor del mundo se ven obligadas a huir por los efectos del cambio climático. Pero en lugar de debatir cómo se pueden proteger sus derechos, la comunidad internacional está paralizada por el miedo a suscitar una opinión pública negativa
En la ciudad fronteriza mexicana de Tapachula, decenas de miles de personas aguantan la larga espera de los resultados de sus solicitudes de asilo. Muchas emprendieron el peligroso viaje para dejar atrás las pandillas, la violencia y la inestabilidad política. Pero estas mismas personas son personajes de otra historia: forman parte de una ola de migrantes climáticos.
Antes de llegar a México, en muchos casos ya se han desplazado dentro de su país en busca de mejores oportunidades. Las perspectivas de trabajo les llevan a las grandes ciudades, pero la violencia urbana empuja a muchos a volver al campo. Allí viven el cambio climático en primera persona. Entre 2018 y 2019, las sequías afectaron a las cosechas y provocaron una crisis de seguridad alimentaria. Las condiciones mejoraron en 2020, pero a inicios de noviembre, el huracán Eta devastó amplias zonas de la región costera con lluvias torrenciales e inundaciones. Dos semanas más tarde, el huracán Iota se abatió sobre la región, agravando la destrucción. Los agricultores de subsistencia y trabajadores de temporada pasaron a formar parte de los 30 millones de personas desplazadas por el cambio climático en el mundo en el año pasado.
Los migrantes climáticos como ellos se encuentran en una situación peculiar. Sus vidas están en riesgo al perder sus medios de subsistencia. Cuando no les quedan opciones razonables para desplazarse dentro de su país, van a otros territorios. Aunque su situación es en muchos aspectos similar a la de las personas refugiadas, no tienen derecho a la protección internacional, y no hay ningún Gobierno que les ofrezca un estatus seguro.
Muchas de estas mismas personas que migran a causa de los choques climáticos no reconocen que este fenómeno sea el principal impulsor, y lo más probable es que no lo sea. Esta clase de migración es el resultado de una compleja red de causas, entre ellas las económicas, políticas, medioambientales, sociales y demográficas. Lo que hace el cambio climático es aumentar las presiones existentes hasta inclinar la balanza para un número creciente de personas.
Cuando se trata de migrantes climáticos, la inacción política es la norma
En este complejo contexto, las políticas públicas para atender el problema son tímidas. Cuando se trata de migrantes climáticos, la inacción política es la norma. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha reconocido que “ha habido un intento colectivo, y bastante exitoso, de ignorar la magnitud del problema”. Las propuestas sobre cómo los gobiernos y la comunidad internacional deberían afrontar el reto son tímidas y poco ambiciosas. ¿Por qué es así?
La Comisión Europea comenzó a interesarse en nuevas formas para abordar la migración climática en torno a 2010. Decidió organizar una consulta con profesionales expertos y llegó a resultados sorprendentes. Quienes participaron coincidieron ampliamente en que las “personas refugiadas climáticas” no deberían añadirse como una nueva categoría a la actual Convención de Refugiados de 1951. ¿Por qué? Porque consideran que no existe consenso para ampliar la definición de quiénes son los refugiados. Es más, incluso “temen que una reapertura y las negociaciones conduzcan a una convención más restrictiva.”
Muchas organizaciones internacionales y expertas comparten esta preocupación. Sus argumentos apuntan a un entendimiento compartido: el régimen de refugiados es una caja de pandora que es mejor no tocar. Un síntoma de este debate es la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que arrancó en Glasgow este 31 de octubre. La migración climática no está en la agenda.
Al mismo tiempo, los gobiernos se ven presionados por la opinión pública. En EE. UU., una gran mayoría tanto de republicanos (92%) como de demócratas (68%) cree que el Ejecutivo debería reducir el número de personas que llegan al país en busca de asilo. En toda Europa, los partidos y movimientos contra la inmigración han ganado terreno. Ahora, muchos partidos que tradicionalmente apoyan la migración evitan las propuestas progresistas por miedo a perder votantes.
Para 2050, el calentamiento global generará 143 millones de migrantes solo en América Latina, África subsahariana y el sudeste asiático
Pero esta estrategia de evasión es un juego peligroso. El Banco Mundial prevé que, para 2050, el calentamiento global generará 143 millones de migrantes solo en América Latina, África subsahariana y el sudeste asiático. Hacer la vista gorda no hará que esas personas desaparezcan cuando lleguen a fronteras de otros países con necesidad de protección. Producirá crisis humanitarias y obligará a los gobiernos a generar arreglos ad hoc costosos en lugar de soluciones con visión de futuro.
La COP 26 presenta una oportunidad para los mandatarios, pues necesitan pasar a la acción en algunas de las recomendaciones que los mismos estados miembros han diseñado en grupos como la Plataforma sobre Desplazamiento por Desastres (PDD). Esto incluye los esfuerzos para, primero, evitar los desplazamientos por causas climáticas, y después, proteger los modos de vida y la dignidad de personas migrantes y desplazadas. Esto requerirá mayor financiamiento –otra de las recomendaciones de la PDD– en especial para países que son más susceptibles a los efectos del cambio climático. Pero, sobre todo, se requiere un enorme liderazgo para reconocer que millones de personas serán expuestas al cambio climático, y que el tiempo se acaba para responder de forma conjunta y adecuada. Las recomendaciones existen, es momento de hacerlas realidad.
Hannah Töpler es fundadora y directora de INTRARE, start-up social que facilita la inclusión de refugiados en México. Ricardo Fuentes Nieva es consultor internacional en temas de desigualdad y desarrollo humano.
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