Seis aspectos positivos (y seis medidas) para otra Navidad en pandemia
La protección contra la covid-19 puede también tener sus ventajas y hasta ser motivo de regocijo
La Navidad comunica un mensaje básico: hay esperanza en el mundo y para todo el mundo, pase lo que pase a tu alrededor y seas quien seas. Así que envalentonada por el espíritu de la Navidad me atrevo a proponer varios elementos positivos, esperanzadores, que podemos experimentar en estas fiestas aun en medio de la crisis sanitaria por la variante ómicron del coronavirus que nos embarga. Las autoridades nos recuerdan las seis M a tener siempre en mente como medidas de protección. ¿Y si fueran también, vistos desde otra perspectiva, seis motivos de regocijo?
1) Menos contactos es más. Los gobernantes recomiendan reducir el número de comensales reunidos alrededor de la mesa. Es la ocasión, ni que pintada, de deshacerse del primo/tío/vecino plasta que aprovechaba cada año la ocasión para colarse en la fiesta. Con menos invitados, el presupuesto se aligera: otra buena noticia. Y por si todo ello fuera poco, al ser menos, quizá a cada uno le toque hablar un poco más y al final de la velada, incluso quizá un par de invitados lleguen a conocerse mejor. Después de tantos años de codearse ya era hora.
2) Más ventilación. Qué suerte tenemos de vivir en un país donde a menudo hace bueno y nos permite, incluso en lo más crudo del invierno, tomarse unas tapitas al aire libre. Quedemos con familiares y amigos en la calle, en el bar, en el parque, en el monte. ¿Y si organizamos un picnic? Si hay niños en el ajo les parecerá la mejor de las ideas. Ni siquiera las nevadas desaniman a un niño a salir a jugar a fuera. A la experiencia me remito. Y si el frío da miedo, se aprovisiona a la familia por entero de estufillas de bolsillo, las mismas que utilizan los esquiadores en invierno. No hay mal tiempo para el excursionista. Solo hay excursionistas mal equipados.
3) Manos abajo, hacia el lavabo. ¿Tú también tienes hijos para quienes lavarse las manos (y la cara y los dientes y el cuerpo) es un suplicio? Qué mejor que mentar a la covid-19 para reunir a toda la familia en un plis delante del lavabo y que cada uno comprenda que la higiene no es una opción personal sino una obligación social. Saco a colación siempre que puedo la historia de la peste negra que acabó con el 60% de la población europea en el siglo XIV. Las comunidades judías no fueron tan afectadas y por ello se les acusó injustamente de estar detrás de esta desgracia. Lo que salvó a los judíos es la costumbre ritual y ancestral de lavarse las manos. Esto, junto con el aislamiento en barrios separados, les protegió de la epidemia que diezmó todo el continente.
Qué mejor que mentar a la covid-19 para reunir a toda la familia en un ‘plis’ delante del lavabo y que cada uno comprenda que la higiene no es una opción personal sino una obligación social
4) Máscaras que cubren nariz y boca. Eso sí que es una gran suerte para algunos. ¿Para quiénes? Pues para quienes tienen siempre entre los dientes restos de comida y sufren lo indecible porque ningún alma caritativa viene a advertirles de la hoja de lechuga atrapada entre colmillo y molar y descubren el verde intenso entre sus blancos dientes por la noche al volver a casa. Gran suerte también para quienes encuentran que su narizón o su naricita, según el caso, es lo peor que hay en su cara. También para quienes no soportan sonreír todo el rato al tontorrón de primo porque la convención familiar exige que en casa y en privado vivamos un remake de anuncio de Navidad edulcorado. Y last but not least, para los padres que luchamos porque los niños no se metan el dedo en la nariz. No es que la máscara lo evite, pero al menos lo dificulta un poco.
5) Metros (al menos 1,5 m entre personas). Por fin vamos a aparcar el juego del Twister. ¿Quién no se ha enredado brazos y piernas en algún momento con un amigo jugando al Twister antes de caer como peso muerto sobre el suelo y hacerse añicos codos y rodillas? ¿Dónde está la gracia del juego? Demos paso al ping-pong, al tenis, al bádminton, a todo lo que nos permita mantener la distancia entre las personas, la distancia física, se entiende, que no emocional. Y sigamos jugando, por supuesto.
6) Me quedo en casa con síntomas o diagnóstico de covid-19. Cuando todo el sarao se da de puertas afuera, ¡qué lata tener que encerrarse en casa! Y, sin embargo, por estas fechas, si entras en el juego del espíritu navideño, en casita se está la mar de bien. Por poco que esté decorada es un gustazo contemplar el árbol cubierto de guirnaldas luminosas, abrir un día tras otro las ventanitas del calendario de Adviento, robar un trocito de turrón en la cocina al abrigo de miradas indiscretas que nos delatarían. Así que si hay que quedarse en casa para dejar pasar el resfriado que se nos ha venido encima, aprovechemos para tomarnos un caldito de pollo y celebremos lo que tenemos en vez de lamentarnos por lo que nos perdemos.
¡Feliz Navidad y feliz Año Nuevo!
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