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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

La fiesta bereber abre la temporada alta de festivales en Marruecos

Agadir y toda la región del Souss celebran el regreso a escena de la música amazigh en el marco del Festival Timitar, con una edición casi enteramente local

Festival Timitar
Músico amazigh tocando un instrumento de percusión tradicional en el Festival Timitar, al sur de Marruecos, el pasado julio.Studio Lorenzo Salemi
Analía Iglesias

“Imazighem, imazighem”, tal el grito de la multitud, el que se repite cada verano al unísono en la céntrica plaza de Al Amal, en Agadir (a unos 500 kilómetros de Rabat). Se trata del mismo cántico con el que animan cada pausa de afinación los artistas desde el escenario del Festival Timitar. Esta cita de los pueblos conocidos como bereberes del sur de Marruecos acaba de celebrar su 17ª edición tras un parón de dos años, cuando apenas empiezan a esfumarse las incertidumbres de las fronteras. Es territorio amazigh (bereber, término que ellos consideran peyorativo), en la región del Souss marroquí, donde imazighem podría traducirse como “hombres libres”, en lengua tachehilt y orgulloso plural.

En esta región, delimitada al este por la cordillera del Atlas y el paisaje árido de grandes arbustos espinosos y cabras, la brisa del Atlántico hace respirar al Sáhara y acompaña las tardes y las noches frescas del popular Timitar (que en lengua amazigh significa “signos”). Este año, el festival pudo retomar su camino en versión compacta, acotado a dos días, y con músicos mayoritariamente locales.

“Nuestra intención siempre ha sido la de contar con un tercio de músicos de la región del Souss y otro tercio de invitados extranjeros; el resto lo constituyen formaciones llegadas de las diferentes regiones de Marruecos, y así seguirá, en el futuro, porque Timitar volverá a ser internacional”, adelanta Brahim El Mazned, director artístico del festival que se inició en 2004. A propósito, este incansable divulgador del folclore de su región natal aprovechó la pausa pandémica para continuar sus exploraciones y poder dar a conocer –en paralelo a esta última edición del festival– el libro L’Art des Rrways (El arte de los ruais, como se denominan los trovadores amazighs). Se trata de una ampliación de Ruais. Un viaje al universo de los poetas cantantes itinerantes amazighs, un cofre de diez cedés con un cuadernillo didáctico (en francés, inglés y árabe), publicado en 2020. Ambas publicaciones apuestan por la difusión y la preservación del legado de estas músicas de escalas pentatónicas procedentes del Alto Atlas occidental, el Anti Atlas y la región del Souss, sobre el Atlántico, de las que hay registros centenarios, valiosos pero escasos, y que continúan tan vivas en la gente del lugar.

En efecto, los pobladores de la región se sienten tan ligados a su folclore como al festival, algo que quedó patente, los días 15 y el 16 de julio pasados, en el atasco total de la ciudad de Agadir, fruto de la cantidad de público en movimiento en torno a las plazas de Al Amal y Alwahda. Allí se situaron los dos escenarios que acogieron 18 conciertos. Según la organización, esta vez hubo unos 380.000 asistentes (100.000 la primera noche y 280.000 la segunda), frente al cerca de medio millón que solía congregarse en las ediciones anteriores, las normales, de cuatro días y cuando los músicos amazigh reciben a otras músicas del mundo

Hubo unos 380.000 asistentes, según la organización, frente al cerca de medio millón que solía congregarse en las ediciones anteriores

En la plaza, al atardecer, familias enteras plantan sus tumbonas sobre el césped de los laterales para pasar varias horas escuchando música en vivo, mientras miles de chicas y chicos se reúnen a bailar en las primeras filas, sobre el cemento y pegados al escenario. A la escena, con un despliegue visual imponente, suben desde músicos tradicionales (Raïssa Fatima Tabaamrant, Ahwach Afoos Ghofos – Ait Baamran) hasta ídolos del ambiente dance, como DJ Suraj, VJ Kalamour, VJ Atmost y la magnífica DJ Kawtar Sadik, nacida en Agadir y que triunfa en las discotecas de Casablanca. También pasando por ídolos pop que llegan de las grandes ciudades del centro, como la diva Zina Daoudia, Hatim Ammor o los incombustibles rockeros Hoba Hoba Spirit, que ya han cumplido 20 años como formación.

Entre los primeros, los tradicionales, están los llamados rai y raissa (líder masculino y femenina de una formación de música amazigh), acompañados por orquestas en las que los instrumentos infaltables son el laúd, la percusión y el rihab (de la familia del violín, con una cuerda frotada con arco). Tras los maestros de estas formaciones de ruais se encuentran los coros y cuerpos de danza de las cofradías, en sus reconocibles trajes llenos de abalorios y fundas de puñales en metales nobles. Los integrantes –incluso los que no son tan jóvenes– bailan con una agilidad asombrosa, levantando los hombros rítmica y velozmente.

La reivindicación femenina del sur

Raïssa Fátima Tabaamrant es una de las consagradas de la música amazigh que este año volvió a subir a escena para alegría de los fans. Ella nació en la comuna rural de Ifrane Atlas Saghir (provincia de Guelmim), una zona de poblaciones de oasis en los que la voz de las mujeres se hace sentir. Según ella misma comenta, en este territorio en el que incluso hubo reinas amazigh, la mujer es un pilar. “Desempeña un papel central en la educación de los hijos y en todas las decisiones del hogar; también es una figura central en la música que surge de esta cultura”, afirma la artista.

Raïssa Fatima Tabaamrant, cantante, bailarina, actriz y activista por la lengua amazigh conocida como la Voz de Aït Baâmrane.
Raïssa Fatima Tabaamrant, cantante, bailarina, actriz y activista por la lengua amazigh conocida como la Voz de Aït Baâmrane.Studio Lorenzo Salemi
En este territorio en el que incluso hubo reinas amazigh, la mujer es un pilar, ya que juega un rol central en la educación de los hijos y en todas las decisiones del hogar; también es una figura central en la música que surge de esta cultura
Fatima Tabaamrant, cantante amazigh

Fátima Tabaamrant admite que, “desafortunadamente, en las regiones del sur, las mujeres no tienen la misma posibilidad de acceso a la educación que los hombres, que son justamente los que pueden obstaculizar el desarrollo de sus hijas, esposas o hermanas”. Ellos suelen llegar a impedirles que salgan a vivir su vida y, por eso, la cantante insiste en la importancia de la educación para la emancipación, e incluso para que las jóvenes no tengan miedo a plantar cara a “esas corrientes actuales que las degradan”. Tabaamrant alude a costumbres que llegan de lugares lejanos de Oriente, como la de cubrirse la cabeza con velos ajustados, en lugar de las telas ligeras que suelen usar las mujeres de las culturas del desierto del Sáhara, como adorno: “Aquí teníamos unos atuendos tradicionales que se usan también en Níger, Sudán y Libia. Lo del niqab es algo nuevo”.

Sonriente, con unos grandes pendientes en forma de la letra que simboliza el alfabeto amazigh, y con sabiduría reposada, Tabaamrant sostiene que, a pesar de todos los estigmas con que su pueblo alguna vez cargó en su propio país, y, aunque hay puntos en los que la cultura autóctona sufre, no siente que en el presente haya discriminación. “Somos la población original del norte de África, donde ha habido movimiento de muchos pueblos, incluida la colonización, y, en algunas ocasiones, no se tuvo en cuenta a las culturas preexistentes, pero no lo definiría como discriminación”, aclara. En esta evolución positiva, la artista cita como hitos importantes la creación del Real Instituto de Cultura Amazigh (IRCAM), gracias a un real decreto de 2001, y el reconocimiento de la lengua tamazight como lengua cooficial marroquí, según la Constitución de 2011.

Rock y ska ‘made in’ Casablanca

Desde Casablanca, con el humor mordaz del ska y la fusión funk-chaâbi, llegaron los integrantes de Hoba Hoba Spirit para animar el escenario con aires urbanos y cosmopolitas, junto a las inmensas playas que dejan las mareas bajas en Agadir. Así, en la poblada rueda de prensa previa, Réda Allali comentaba que era “un orgullo haber podido inscribir nuestras cosas en el tiempo, a lo largo de dos décadas” y el hecho de que ellos, al menos “el dream team”, se hayan mantenido unidos. El líder de la formación aludía a las tres generaciones de marroquíes a las que han acompañado para hablar y protestar por los asuntos que siguen vigentes en su sociedad. Oubizz, por su parte, dijo sentirse gratificado por haber podido vivir el mismo proceso junto a su público: “Nosotros también hemos tenido hijos”. Mientras, Adil Hanine, el batería, bromeaba con que, a pesar de los muchos cambios en la vida contemporánea (las pantallas sustituyendo a los conciertos en vivo y la mayor desconexión entre músicos que conllevan los soportes digitales), cuando va en moto por las calles de Casablanca, él se encuentra con los mismos huecos que hace 20 años: “Hay barrios en los que celebramos los aniversarios de los pozos en el pavimento”.

En fin, la metrópolis portuaria sigue creciendo, con los agujeros de cemento de toda gran ciudad norteafricana, mientras ciudades periféricas como Agadir se ven cada día más pintadas, limpias y ajardinadas. No es solo arena, mar y turismo: también hay buena música.

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Sobre la firma

Analía Iglesias
Colaboradora habitual en Planeta Futuro y El Viajero. Periodista y escritora argentina con dos décadas en España. Antes vivió en Alemania y en Marruecos, país que le inspiró el libro ‘Machi mushkil. Aproximaciones al destino magrebí’. Ha publicado dos ensayos en coautoría. Su primera novela es ‘Si los narcisos florecen, es revolución’.

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