Un viaje de cien canciones hacia las raíces de los pueblos bereber
La música amazigh interpretada por los ‘ruais’, los juglares itinerantes de la región del Alto Atlas y el Souss marroquí, se ha compilado en una reciente antología de diez cedés
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Unos 80 artistas interpretan cien canciones que delimitan un territorio amazigh (bereber) que incluye el Alto Atlas occidental, el Anti Atlas y la región del Souss, sobre el Atlántico. Y que representan ese otro patrimonio musical del folclore marroquí que durante mucho tiempo estuvo relegado, como el pueblo al que animaron durante siglos. Estas piezas legadas por aquellos trovadores del sur de Marruecos que iban de pueblo en pueblo —llamados rai y raissa, en singular, y ruais, en plural— han sido compiladas en una antología que acaba de ver la luz, de la mano de las organizaciones culturales Anya y Atlas Azawan, con el apoyo de mecenas públicos y privados. Ruais. Un viaje al universo de los poetas cantantes itinerantes amazighs (Rrways, en el original) es un cofre exquisito de diez cedés con un libro didáctico (en francés, inglés y árabe), pensado en esta primera edición para ofrecer el registro de esa valiosa franja de vida de la región norafricana a bibliotecas, mediatecas, institutos culturales y educativos africanos y europeos.
Los que respondieron a la convocatoria para participar de la antología son el 90% de los juglares que aún hoy están en actividad, según explicó el director del proyecto, Brahim El Mazned —también factótum del Festival Timitar y del salón del encuentro Visa for Music— a la prensa local. Urgía tomar testimonio de lo que hacen y lo que han venido haciendo sus antepasados, algunos solo acompañados con un ribab (especie de violín monocorde), así como de las voces de ellas, las grandes protagonistas de la cultura bereber, las tarrwaysin ―mujeres cantantes―, dentro de ese universo que combina danzas, músicas no escritas y cantos profanos o religiosos, a partir de poemas que se plasmaron en esas asombrosas escalas pentatónicas que emanan de las zonas montañosas y próximas al desierto del Sahara y al mar. Porque esta particular geografía se expresa en una escala musical que consigue que los cantos suenen emparentados con la música de mongoles y chinos, o con la de los de tuaregs y otros pueblos de África Occidental.
“A fin de preservar ese corpus musical mayor, condenado a apagarse si no se encaran trabajos de preservación y de revalorización, invitamos a estas tarrwaysin y ruais a grabar sus canciones-faro en el estudio Hiba de Casablanca, entre abril y junio de 2019. Esta antología histórica es la materialización de un compromiso (…) Hacer material un patrimonio, sobre todo oral, es la mejor manera de devolver vida a un arte único y original, y de atraer hacia él a nuevos talentos creadores”, escribe El Mazned en el catálogo que acompaña la edición.
Se trata de músicas del viaje, del aire libre, de trovadores influenciados por los antiguos acróbatas itinerantes (los iderraben son los músicos y bailarines), que danzan levantando rítmicamente los hombros, de blanco impoluto los hombres (con bandas coloridas que culminan en fundas para sus puñales) y vestidas en gran variedad de colores las mujeres, con abalorios profusos en sus tocados y colgantes. Lejos de ser invisibles, las mujeres imazighem (plural de amazigh) son las frontwomen cuyas voces lideran multitud de agrupaciones, en las que los ruais (maestros de orquesta) acompañan con laúdes, cuerdas frotadas y/o percusión.
Los instrumentos están aquí minuciosamente descritos, con maravillosas fotografías, para que nos acerquemos al taswisit (un pequeño laúd parecido al ngoni de la música maliense) o al nwiqsat (cimbalillo), además de conocer flautas tradicionales y multitud de tambores de diferentes diámetros y materiales. En tanto, las lenguas en que esos pueblos originarios veneran a Dios o glosan las alegrías y tribulaciones de la vida cotidiana son el tachelhit (en la región del Souss) y el tamazight (en el Atlas Medio). De ahí que el catálogo, además de un glosario de términos ligados a la cultura amazigh, ofrezca también una tabla de transliteración del alfabeto tifinagh en relación con el latino.
Investigadores, musicólogos, técnicos de audio y artistas llegados de todo Marruecos colaboraron para llevar a buen puerto este trabajo de recopilación
Investigadores, musicólogos, técnicos de audio y artistas llegados de Agadir, Inzegane, Marrakech, Casablanca, Esauira y Uarzazate colaboraron para llevar a buen puerto este trabajo de recopilación. Tal como se narra en el catálogo, los orígenes de los ruais son desconocidos, pero los primeros testimonios se remontan a finales del siglo XIX, según lo señalaron viajeros y etnólogos de la época como Hans Stumme, Alexis Chottin, Léopold Justinard o Paul Chatinnières. La plaza de Djema El Fna, en Marrakech, era ―lo ha sido siempre― una arena de artes populares y, por lo tanto, paso obligado de estos juglares, que congregaban a su auditorio en esos peculiares corros de espectadores llamados halqas. Al menos desde principios del siglo XX, los ruais viajan de una ciudad a otra, de tribu en tribu, en una tradición de giras que en su lengua se llaman amuddu. Al llegar, se hospedan en las casas de los caïds o jefes de las kasbahs, y son acogidos por generosos benefactores.
Los ritmos que animan las danzas comunitarias ancestrales, como es la ahwach, marcan las celebraciones del nacimiento, la circuncisión y las bodas o el fin de la cosecha. La música de los ruais admite, por supuesto, variantes regionales y de uso, como algunas danzas guerreras o las que permiten la improvisación previa de poetas, como si de una contemporánea batalla de gallos del hip-hop se tratase.
En cuanto a los músicos que integran esta selección, y en la estela de uno de los más populares cultores del género, L’haj Belaïd (1873-1945) ―tarea hoy continuada por sus nietos y jóvenes poderosas como Fatima Tachtoukt―, aquí se presentan trabajos de artistas legendarios como Rkia Talbensirt, poetas como El Houssin El Baz, junto a Lahcen Belmouden, Brahim Bihtti, Fatima Tabaamrant y Fatima Tihihit Mzzin, entre otros.
En fin, en el cofre hay suficientes cortes para bailar sin parar y una promesa: este trabajo de recopilación se completará con la próxima aparición de un libro dedicado ampliamente a la música de los ruais.
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