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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez
Ofensiva rusa en Ucrania
Tribuna
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Cuatro pasos para acabar con el cortoplacismo de las políticas migratorias europeas

Si bien la guerra en Ucrania no es el único conflicto que ha llevado a millones de personas a cruzar fronteras, es urgente prepararnos para algo trascendental: la integración real de los migrantes, algo que no ocurre automáticamente. O eso o nos arriesgamos a fracasar de nuevo

Migracion
Niños refugiados ucranianos reciben peluches de manos de un bombero rumano después de llegar al cruce fronterizo de Siret entre Rumania y Ucrania el 18 de abril de 2022.DANIEL MIHAILESCU (AFP)

Todo el mundo habla de acoger a personas refugiadas de Ucrania en estos días. Desde Varsovia hasta Londres, la gente exige que sus gobiernos mejoren los esfuerzos para recibir a las más de 4,6 millones de personas que han huido de la guerra desde su comienzo el 24 de febrero. Se celebra que Polonia haya abierto sus brazos a casi 2,5 millones de ellos hasta ahora y a quienes esperan en la estación de tren de Berlín para ofrecer hospedaje a familias que llegan.

Pero algo falta en la discusión pública y en los discursos de políticos. Un escenario muy probable es que la guerra continúe durante mucho tiempo y millones de ucranianos y ucranianas no puedan regresar a sus hogares. Si esto sucede, no solo debemos acogerles sino incluirles en nuestros países. Esto debería preocuparnos porque en los últimos años los países europeos han fallado de muchas maneras en integrar de manera efectiva a los refugiados.

Este fracaso es tan alarmante porque es sistémico. Desde que en 2014 el número de solicitantes de asilo llegando a Europa aumentó rápidamente, la UE y sus Estados miembros centraron sus gastos en la seguridad fronteriza. El objetivo: mantener el número de solicitantes de asilo lo más bajo posible. El presupuesto de Frontex, la Agencia de la Guardia Costera y de Fronteras de Europa, se disparó de 142 millones de euros en 2015 a 543 millones en 2021. Del mismo modo, el Fondo de Seguridad Interior, que financia las actividades de gestión fronteriza de los Estados miembros, ha sido reforzado continuamente. El financiamiento para la integración no tiene comparación con estos presupuestos y los gobiernos han sido poco innovadores en la generación de estrategias para una inclusión efectiva.

Polonia, donde casi el 60% de las y los ucranianos que han huido han encontrado refugio hasta ahora, no es la excepción. En 2021, el país se convirtió en el centro de atención internacional cuando comenzó a hacer retroceder violentamente a solicitantes de asilo que intentaban cruzar su frontera a pie. Estos esfuerzos culminaron con la decisión del gobierno de iniciar la construcción de una barrera metálica a lo largo de 186 kilómetros, casi la mitad de la frontera con Bielorrusia, en enero de 2022. La inversión de 352 millones de euros es la mayor en la historia de la guardia fronteriza y contrasta fuertemente con los escasos 12,1 millones de euros que Polonia gastó en asilo e integración en 2020.

Muchos suponen que incluso si los refugiados ucranianos tuvieran que integrarse, sería una historia muy diferente a la de las personas de Siria, Afganistán o el norte de África. Dado que culturalmente son mucho más cercanos a nosotros, no surgirían mayores dificultades, se argumenta. Pero las diferencias culturales nunca han sido el único factor que conduce a la xenofobia y exclusión. Para muchos británicos, el Brexit fue una respuesta a sus temores sobre los trabajadores inmigrantes de Europa del Este que sentían que competían con ellos por puestos de trabajo y deprimían los salarios. Estudios demostraron que estos miedos eran infundados y, aun así, generaron rechazo.

La inclusión de las personas migrantes no ocurre automáticamente. Es normal que la población local tenga miedos ante una situación nueva y compleja. También es normal que los recién llegados tengan dificultades para encontrar trabajos adecuados y un lugar en las comunidades locales. Pero ninguno de estos desafíos es un problema a menos que decidamos no hacer nada. Después de años de no invertir e innovar lo suficiente en construir sistemas de inclusión para los refugiados, necesitamos hacerlo urgentemente ahora.

Primero, necesitamos dar a los ucranianos acceso a todos sus derechos como refugiados y refugiadas. La protección temporal que la UE y sus Estados miembros están otorgando ahora es una buena primera medida. Pero para garantizarles una perspectiva a largo plazo y el acceso a todos sus derechos fundamentales, tenemos que reconocerles como refugiados. Esto requiere que financiemos y reforcemos adecuadamente a las autoridades responsables.

Sin espacios donde los recién llegados y la población local puedan conocerse, surgen fácilmente falsas percepciones y actitudes negativas

En segundo lugar, debemos crear un acceso justo al mercado laboral. Muchos refugiados aún no hablan el idioma local, no tienen sus certificados de educación y su formación profesional a menudo no se reconoce. Los servicios de empleo normales batallan para tener en cuenta estas barreras. Esto deja a muchas personas refugiadas desempleadas o subempleadas. Ejemplos de proveedores privados como socialbee en Alemania y la iniciativa Snabbspåret del gobierno sueco, que facilita la inclusión de los refugiados en sectores con escasez de mano de obra, demuestran que los servicios ajustados a estos retos pueden proveer y ampliarse con una financiación adecuada. En otros países, como Polonia, es necesario establecer urgentemente sistemas de colocación adecuados.

En tercer lugar, necesitamos crear espacios donde los recién llegados y la población local puedan conocerse. Sin estos, surgen fácilmente falsas percepciones y actitudes negativas. Es fundamental que puedan asentarse en barrios que se ajusten a su situación de vida y permitan la interacción con locales, como lo facilita Forum Refugiés Cosi en Ródano, Francia. Para aprovechar la interacción orgánica que se puede dar en el lugar de trabajo, es clave invertir también en la inclusión laboral. Igualmente, los espacios de guardería y educación preescolar que provee el Consejo Portugués para los Refugiados demuestran el poder de facilitar con un buen diseño que niñas y niños de orígenes muy diversos puedan socializar.

Por último, necesitamos reconocer la plena agencia política de los recién llegados. Escocia ha demostrado con contundencia cómo dar un paso en esta dirección. Desde 2020, los extranjeros residentes, incluidos los refugiados, tienen derecho a votar en las elecciones parlamentarias y locales. No obstante, en la mayoría de los países, aún carecen del derecho a participar en elecciones, tienen dificultades para unirse a los sindicatos en puestos de decisión y los medios de comunicación rara vez les dan voz. Ser reconocidos como iguales políticos es clave para que una persona se sienta parte de su comunidad.

Debemos empezar a construir estos sistemas de inclusión inmediatamente, o nos arriesgamos a fracasar, perjudicando a los millones de ucranianos que tienen derecho a la protección y a nuestras propias sociedades.

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