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Rita Jlogbe, periodista liberiana: el cierre de USAID “ha provocado un apagón informativo en el país”

La reportera, que acaba de publicar el documental ‘Transform the neglected’, recuerda que la agencia de cooperación de Estados Unidos ha financiado durante años la formación de redactores y el equipamiento de los medios de comunicación

Rita Jlogbe

La periodista liberiana Rita Jlogbe viajó “seis horas en motocicleta sin descanso, a través de la selva” hasta una comunidad “muy remota”, donde solo había un centro de salud que atendía a miles de personas, que a su vez vivían en zonas muy retiradas. Allí conoció la historia de un bebé que acababa de morir, “después de que su familia hubiera caminado 24 horas para llegar a la clínica”. “No pudieron atenderlo porque no tenían ni siquiera paracetamol, y fue enterrado en la propia instalación porque la familia ya no podía caminar otras 24 horas para volver a su aldea y darle sepultura”, explica.

Jlogbe no dudó: preguntó dónde podía tener acceso a una red de telefonía, subió a una montaña y envió un reportaje sobre cómo la falta de medicamentos esenciales había provocado la muerte de un recién nacido. “El impacto fue enorme: antes de que me hubiera ido del lugar, las autoridades sanitarias ya habían respondido y empezaron a distribuir medicamentos”, recuerda la periodista, como ejemplo del poder de la información.

Sin embargo, Jlogbe, que ahora dirige en Liberia la Red Africana de Medios para la Promoción de la Salud y el Medio Ambiente, no cobraba ningún salario por su trabajo en aquel momento. “Como tantos periodistas liberianos sobrevivía con becas que en su mayoría financiaba USAID”, la agencia de cooperación de Estados Unidos. “Ha sido durante años la columna vertebral del sistema de información de Liberia”, por lo que la decisión del Gobierno de Donald Trump de cerrarla “ha provocado un apagón informativo en el país”, lamenta durante una entrevista en Madrid, donde acaba de presentar Transform the Neglected (Transforma lo desatendido), un documental sobre enfermedades tropicales olvidadas, que ha elaborado junto con el también periodista David Soler y que ha sido producido por la Fundación Anesvad, que apoya esta sección del diario.

Muchos reporteros trabajan gratis o cobran 50 dólares al mes

Rita Jlogbe, que ejerció como corresponsal de Voice of America hasta que la emisora cerró este año su oficina en Liberia, es una de las voces que mejor describen el vacío que ha dejado la retirada de los donantes internacionales. “Muchos reporteros trabajan gratis o cobran 50 dólares al mes”. Y continúa: “Imaginemos a un profesional que apenas gana nada, que es verificador de datos o periodista de investigación, y que descubre una historia importante que debe publicarse por el bien del público. Si un político se acerca y le dice ‘quiero que mates esta historia, te ofrezco tal cantidad de dinero’, podrán resistir mejor los periodistas que reciben becas o ayudas, pero quienes ganan 50 dólares acaban cayendo en las manipulaciones y terminan alimentando al público con información engañosa”, ilustra.

La salud democrática en peligro

La precariedad extrema no es solo un problema laboral, advierte Jlogbe: está reconfigurando el ecosistema informativo y, con él, la salud democrática del país. Durante más de una década, USAID financió la formación de periodistas, dotó a radios comunitarias de transmisores, estudios y sistemas solares, impulsó proyectos de verificación de datos y garantizó que incluso los reporteros más jóvenes tuvieran la posibilidad de formarse, desplazarse y publicar. “Todo ese andamiaje desapareció de golpe”, explica. “Y lo que ha venido después es un vacío muy peligroso”.

Las radios comunitarias, el principal canal informativo para la población rural, donde el analfabetismo es muy elevado, “se han visto obligadas a reducir su tiempo de emisión a la mitad o incluso han tenido que cerrar porque ya no tienen garantizado el suministro eléctrico”, describe Jlogbe. “¿Qué pasa con la gente en esas zonas? ¿Quién les da información sobre una campaña de vacunación o un brote de malaria?”, se pregunta la reportera, que denuncia que estas poblaciones “han quedado aisladas del ecosistema de la información”.

Cuando los medios independientes dejan de funcionar correctamente, surge un vacío informativo que rápidamente es ocupado por las redes sociales, influencers políticos y actores partidistas

Y en ese silencio, se cuela la desinformación. “Cuando los medios independientes dejan de funcionar correctamente, surge un vacío informativo que rápidamente es ocupado por las redes sociales, influencers políticos y actores partidistas que difunden contenidos sensacionalistas o engañosos”, basados en el miedo sobre supuestas conspiraciones políticas o escándalos fabricados, denuncia Jlogbe. “Por ejemplo, los legisladores en Liberia reciben un presupuesto que deben gastar en su comunidad, pero muchos de ellos tienen reporteros bajo su control a quienes pagan para que escriban historias bonitas sobre cosas que no han pasado, es decir, para que fabriquen historias”, protesta la reportera. “Ahora casi no quedan reporteros independientes, por lo que no se puede ir más allá y verificar lo que hacen o no los políticos”, añade.

La falta de medios de subsistencia para los periodistas ha provocado un éxodo silencioso de los informadores. Muchos reporteros con años de experiencia han abandonado las redacciones para entrar en la comunicación institucional o en el Gobierno, donde los sueldos son más elevados y estables, según cuenta Jlogbe. “Y cuando los periodistas más preparados se marchan, se llevan consigo todo lo aprendido”, lamenta. Los que quedan suelen ser jóvenes sin formación suficiente, o voluntarios que ocupan puestos en medios debilitados, sin supervisión editorial ni recursos para formarse.

Las historias que no se cuentan

La falta de recursos también deja en la sombra las historias que afectan a los más desfavorecidos. Es precisamente ese vacío el que Jlogbe ha intentado combatir con Transform the Neglected, un documental en el que cuenta la historia de comunidades donde las enfermedades tropicales desatendidas de la piel, como la lepra, la úlcera de Buruli o la elefantiasis, continúan presentes. “El estigma y la desinformación” durante décadas han sido tan dañinos como la propia enfermedad, explica la periodista.

“Muchas de estas patologías se atribuían a brujería o castigos espirituales, así que la gente no buscaba atención médica porque no sabía que eran enfermedades tratables”. El documental muestra cómo equipos del Ministerio de Salud y agentes comunitarios recorren aldeas remotas con imágenes y guías sencillas, explicando los síntomas, identificando casos y animando a los afectados a acudir a los centros de salud. “Las personas están empezando a hablar abiertamente de sus síntomas, a pedir ayuda, a dejar de esconderse”, celebra la reportera, que cree que esta transformación, la del paso del silencio al reconocimiento, solo es posible cuando la información llega.

Pero sin periodismo, Jlogbe vaticina un futuro oscuro: teme un escenario en el que Liberia llegue a 2029, un año electoral, con radios comunitarias apagadas, periodistas mal pagados y campañas digitales dominadas por actores políticos. Por eso, insiste: “La democracia en Liberia está en riesgo, porque los ciudadanos toman decisiones basadas en la información, y sin medios independientes, esas decisiones se basarán en la desinformación que les llega”.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.
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