Ir al contenido
_
_
_
_
PLANETA FUTURO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Transformar la salud mundial para maximizar el impacto y acelerar la autosuficiencia

Al Fondo Mundial le toca reinventarse una vez más porque el contexto ha cambiado. Los donantes recortan sus presupuestos de ayuda, mientras las comunidades reclaman más protagonismo

Martin Agunda, técnico de laboratorio del Hospital Subdistrital de Kuoyo

Durante las últimas dos décadas, el mundo ha sido testigo de avances extraordinarios en la salud mundial: se han salvado decenas de millones de vidas, la mortalidad ha caído drásticamente y la esperanza de vida ha aumentado de forma espectacular incluso en los países más pobres.

Sin embargo, el contexto ha cambiado. Los donantes están recortando sus presupuestos para la ayuda. Los países ejecutores quieren tomar la iniciativa. Las comunidades reclaman más protagonismo. El modelo responsable de tantos logros no será el que nos permita seguir avanzando.

Para adaptarnos a esta nueva realidad, debemos transformar el ecosistema de salud mundial para que sea más eficiente e innovador, responda mejor a las necesidades de los países y esté más integrado.

La asociación del Fondo Mundial se creó hace algo más de 20 años con el fin de cubrir un vacío flagrante en el sistema. Mediante la combinación de las capacidades gubernamentales con la pasión de las comunidades, el alcance de la sociedad civil y el pragmatismo del sector privado, esta asociación público-privada única ha demostrado ser extraordinariamente eficaz al salvar 70 millones de vidas y reducir la tasa de mortalidad combinada del sida, la tuberculosis y la malaria en un 63%.

Ahora toca reinventarnos una vez más: sacar el máximo partido a cada dólar, apoyar a los países en su camino hacia la autosuficiencia y contribuir a la transformación general del ecosistema de salud mundial.

Maximizar el impacto de cada dólar

Maximizar el impacto de cada dólar significa garantizar un acceso rápido y asequible a innovaciones que salvan vidas. Esto es precisamente lo que estamos haciendo con el lenacapavir, una nueva herramienta inyectable 100% efectiva y de acción prolongada para prevenir el VIH. Por primera vez en la historia, se va a desplegar al mismo tiempo un nuevo medicamento de prevención del VIH en países de ingresos bajos y medianos y en países de ingresos altos. Las primeras entregas llegarán a África este mes. Pronto hará lo propio una versión genérica, que reducirá aún más el costo.

Este mismo enfoque lo hemos adoptado con la última generación de mosquiteras para luchar contra la malaria, que son un 45% más efectivas que las tradicionales y tan solo cuestan 70 céntimos más, así como con las radiografías digitales asistidas por IA, que facilitan el tamizaje avanzado de la tuberculosis en algunos de los entornos más complejos y remotos.

Colaborando con nuestros socios podemos avanzar incluso más deprisa. Cuando hablamos de ofrecer innovaciones vitales, el tiempo se traduce en vidas. La escala se traduce en impacto. No podemos permitirnos dedicar años a realizar programas piloto ni a desplegar lentamente los productos.

Pero las innovaciones solo mejoran los resultados sanitarios si llegan a quienes más las necesitan. La falta de asequibilidad, la debilidad de los sistemas de salud, la estigmatización y la discriminación siguen siendo obstáculos implacables. Superarlos no es solo una cuestión de equidad sanitaria y derechos humanos, es un imperativo epidemiológico y económico. Si las innovaciones no llegan a quienes corren un riesgo mayor, perdemos impacto y desperdiciamos recursos.

Maximizar el impacto de cada dólar también significa desmantelar los silos de enfermedades y productos sanitarios específicos. Un enfoque más integrado y centrado en las personas, que aborde las enfermedades infecciosas junto a otras afecciones no transmisibles y la salud mental, puede conseguir mejores resultados y ahorrar dinero, siempre que se ejecute de forma adecuada. Integrar las capacidades para hacer frente a múltiples patógenos en intervenciones de enfermedades específicas también refuerza nuestras primeras líneas de defensa frente a nuevas amenazas sanitarias. Estos cambios tienen grandes implicaciones para el Fondo Mundial. Debemos colaborar con nuestros socios para redefinir el diseño y el desarrollo de los programas sin desviar la atención de los resultados en torno a las tres enfermedades.

Maximizar el impacto de cada dólar significa garantizar un acceso rápido y asequible a innovaciones que salvan vidas. Esto es lo que estamos haciendo con el lenacapavir, un antiviral inyectable para prevenir el VIH

También es esencial seguir mejorando la eficiencia. Con un gasto operativo de apenas el 6% de los fondos que aportan los donantes, el Fondo Mundial ya es altamente eficiente. Sin embargo, la tecnología, incluida la IA, nos está permitiendo seguir simplificando y automatizando los procesos y reducir así los costos en un 20% adicional, lo que alivia la carga que soportan los países asociados.

Acelerar el camino hacia la autosuficiencia

Los recortes drásticos de la financiación externa ponen de manifiesto la necesidad imperiosa de que los países aceleren su camino hacia la autosuficiencia. Sin embargo, se trata de un viaje, no de un cambio inmediato. Una transición demasiado abrupta puede echar por tierra los avances y costar millones de vidas. La preparación para la transición varía enormemente de unos países a otros.

El Fondo Mundial colaborará con los países para que aceleren el paso hacia la autosuficiencia mediante apoyo, incentivos y, en último término, apartándose del camino.

Por este motivo hemos reformado la planificación de la transición y el cofinanciamiento. Con algunos países, acordaremos unos plazos de transición para que este ciclo de subvenciones trienal sea el último. Para otros, el camino hacia la transición podrá alargarse durante dos ciclos. En todos ellos, a excepción de los países más pobres y afectados por conflictos, trabajaremos con los gobiernos con el fin de elaborar planes de transición sólidos.

Para respaldar la transición, estamos intensificando el apoyo que ofrecemos a los países con vistas a reforzar sus sistemas de gestión financiera pública y explorar nuevas fuentes de financiamiento. Ya hemos realizado 14 canjes de Debt2Health (cancelación de deuda a cambio de que el país invierta esa cantidad en programas de salud) y 14 transacciones de financiamiento mixto. En varios países, estamos financiando directamente el desarrollo de planes de seguros médicos nacionales.

Asimismo, podemos ayudar a los países a mantener el acceso a medicamentos asequibles de calidad asegurada permitiéndoles utilizar nuestro Mecanismo de Adquisiciones Conjuntas con su propio dinero. Los países en transición suelen pagar precios más elevados e incurrir en importantes costos de transición, aunque pueden evitarlos utilizando nuestra plataforma digital de adquisiciones a escala mundial. Al ofrecerles anticipos de financiación y la posibilidad de trabajar con plataformas de adquisiciones regionales, ponemos más opciones a su disposición.

Por primera vez en la historia, se va a desplegar un nuevo medicamento de prevención del VIH en países de ingresos bajos y medianos y en países de ingresos altos. Las primeras entregas llegarán a África este mes

Por supuesto, en algunos países, la combinación de dificultades económicas, conflictos y una gobernanza débil, sumada a la escala de la carga de morbilidad, hacen que la transición hacia la autosuficiencia sea una perspectiva a más largo plazo. Ahora bien, incluso en estos contextos, debemos centrarnos más en la sostenibilidad y ayudar a construir sistemas y capacidades que asienten los cimientos para el futuro.

La asistencia para el desarrollo sanitario sigue siendo esencial para derrotar a las enfermedades más letales, apoyar a los países en su camino hacia la autosuficiencia y reforzar la seguridad sanitaria mundial. Los países que se han beneficiado más de la globalización también tienen la responsabilidad de invertir en bienes públicos mundiales como la salud, no solo como acto de generosidad, sino también en su propio interés. Sin embargo, debemos ser más inteligentes en la forma de combinar las subvenciones, los recursos fiscales nacionales y el capital privado para crear vías hacia la autosuficiencia.

Transformar el ecosistema de salud mundial

El Fondo Mundial nació como un punto de inflexión con la convicción de que los métodos establecidos eran demasiado lentos, burocráticos y alejados de la primera línea. Esa misma energía rompedora es la que debe impulsarnos ahora.

Ante la necesidad de adaptarnos a las nuevas realidades, el Fondo Mundial está comprometido a adoptar grandes cambios: reducir nuestros costos, simplificar nuestras operaciones y responder mejor a las necesidades de los países. Sabemos también que el ecosistema de salud mundial debe transformarse en su conjunto y que debemos desempeñar un papel para que esto ocurra.

A pesar de todos los avances, la salud mundial se ha vuelto demasiado compleja y fragmentada, y la duplicación y la burocracia crean desafíos para los países y socavan el impacto. Debemos racionalizar la arquitectura, fusionar o cerrar organismos cuando corresponda, aclarar funciones y cambiar la forma en que trabajamos juntos y con los países.

El Fondo Mundial, como mayor financiador multilateral de la salud mundial tanto para las tres enfermedades como para los sistemas de salud en general, dispone de activos que podrían aprovecharse a mayor escala, por ejemplo, nuestra capacidad de influir en el mercado, nuestra plataforma de adquisiciones globales o la función única que desempeñamos en el fortalecimiento de los sistemas comunitarios para la salud. Sin embargo, cómo evolucionan el mandato y las prioridades del Fondo Mundial no debe definirse de forma aislada, sino como parte de una visión general del futuro del ecosistema de salud mundial, en la que también tengan cabida la OMS, Gavi, organismos dedicados a enfermedades específicas como ONUSida, asociaciones de desarrollo de productos como Unitaid y CEPI (Coalición para las Innovaciones en la Preparación ante Epidemias), y el Banco Mundial y otros bancos multilaterales de desarrollo con los que colaboramos.

Debemos reforzar nuestro sistema multilateral, pero solo si estamos preparados para tomar decisiones difíciles. Puesto que las limitaciones de recursos son inevitables, debemos ser rigurosos a la hora de determinar dónde aporta un mayor valor el financiamiento externo y cuál es la mejor forma de repartir las funciones entre los diferentes organismos en función de sus ventajas comparativas. Y la forma en que lo hagamos importa. La transformación de la salud mundial no puede dictarse desde Ginebra o Nueva York, sino que debemos reflejar el liderazgo de los países y de las comunidades, así como de órganos regionales como Unión Africana.

De ser un punto de inflexión a reinventarse

El progreso de la salud mundial a lo largo de las últimas dos décadas demuestra lo que el mundo puede conseguir cuando nos unimos. En un momento en el que el escepticismo, los nacionalismos y los enfoques más transaccionales dominan la narrativa, los hechos (decenas de millones de vidas salvadas, caídas drásticas de la mortalidad, aumentos espectaculares de la esperanza de vida y enormes beneficios económicos) nos recuerdan que con grandes ideas y colaboración podemos alcanzar resultados extraordinarios.

Sin embargo, el modelo que hasta ahora ha funcionado debe evolucionar. Los avances de los últimos 20 años son uno de los mayores logros de la humanidad en salud pública. Los próximos 20 años pondrán a prueba si somos capaces de actuar con tanta valentía a la hora de reinventar el sistema como cuando lo creamos.

La decisión no es fácil: reinventarse o morir. Debemos adaptarnos a las nuevas realidades con valentía, protegiendo aquello que ha hecho posible el éxito, pero sin aferrarnos al pasado. Por encima de todo, debemos seguir persiguiendo nuestras metas: salvar vidas, librar al mundo de las enfermedades infecciosas más letales y construir sistemas de salud que nos cuiden y protejan a todos. Cuando la humanidad se une, ningún reto es imposible.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_