La muerte de la perra Dona une a los animalistas a las protestas juveniles en Serbia: “La violencia contra los animales busca asustar a la gente”
Las manifestaciones de los estudiantes crecen con los canes como uno de sus símbolos
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Hasta los perros respetan los 15 minutos de silencio. Las mascotas se unen a las mudas concentraciones de las ciudades de Serbia donde a las 11.52 de cada mañana comienza el cuarto de hora de duelo por los 15 fallecidos por el derrumbe de una marquesina en la estación de tren de Novi Sad, germen de las protestas estudiantiles, cada día más extendidas en otros sectores ciudadanos. Muchos de los participantes de las movilizaciones han empezado a acudir a ellas con sus perros como homenaje a otra de las víctimas derivadas de ese colapso: la perra Dona. El animal murió atropellado en una de las primeras manifestaciones en la propia Novi Sad y se ha convertido en otro de los símbolos de esta revuelta juvenil.
La presencia canina se ha multiplicado en las distintas marchas populares por las ciudades. Los hay grandes, tumbados perezosamente en el suelo; otros, más pequeños, vigilan al gentío desde los brazos de sus dueños. También abundan en los carteles y rótulos de los manifestantes, con alusiones a Dona, referencias a la gran cantidad de perros callejeros sueltos por Serbia. No hay cifras actualizadas del número de perros callejeros en el país, pero el documento de la estrategia nacional de control de población canina da una idea: entre 2010 y 2015, las autoridades capturaron más de 170.000 perros. El cálculo para los últimos seis años es de 172.000.
Varios de los partidarios de las manifestaciones pasean a sus perros por la plaza de la Universidad de Belgrado, cerca de algunas de las facultades donde han emergido estas olas juveniles de protestas. Por la plaza corretean las mascotas, juegan y se entretienen mientras los propietarios debaten sobre la veracidad de las noticias que van proliferando sobre los perros: muchos de estos canes callejeros, aseguran, han aparecido muertos por distintas partes del país. Hace unos días, otro perro callejero apareció sin vida, abatido por la bala de un rifle de caza, afirma uno de ellos, que señala una noticia que ha leído en su móvil.
Jelena Banac, de 53 años, lamenta este escenario de abandono animal. “No estoy orgullosa de la conciencia de los serbios sobre el bienestar animal y la falta de voluntarios para ayudarlos”, dice. A ese desinterés general se une ahora lo que los activistas creen que es una acción represiva de los adeptos a Vucic para contrarrestar la solidaridad con Dona. “La violencia contra los animales busca asustar a la gente, no se lo han podido hacer a las personas porque estamos muy unidas, pero nos dicen ‘mira lo que les pasa a los animales”, denuncia Banac.
El mensaje intimida particularmente a los dueños de los canes, que se consuelan al pensar que ese episodio con Dona ha movilizado a serbios más apáticos. “Hay gente muy lejana a la política, pero que quiere a los animales y quieren ayudar”, afirma Ana Talovic, de 37 años. Los universitarios, celebra, están ganándose la empatía popular porque están adoptando en algunas de las facultades a perros callejeros o enfermos.
Los programas públicos de perreras o gestión de animales son ineficientes porque el dinero destinado a ese funcionamiento desaparece en bolsillos privadosVanja Bajovic, profesora de Criminalística en la Universidad de Belgrado y activista
La profesora de Criminalística en la Universidad de Belgrado y activista por el bienestar animal Vanja Bajovic explica el vínculo que existe entre la corrupción y los animales callejeros. “La presencia de los perros en las manifestaciones está profundamente relacionado con la corrupción serbia. Los programas públicos de perreras o gestión de animales son ineficientes porque el dinero destinado a ese funcionamiento desaparece en bolsillos privados y los perros siguen en las calles sufriendo abandono, hambre y violencia”, asegura. “También son víctimas de un sistema roto, simbolizan las consecuencias de la negligencia, corrupción y falta de aplicación de las leyes”, agrega Bajovic, citando “muertes masivas” como medidas de control que provocan que la ciudadanía y los activistas actúen “donde fallan las instituciones”.
El caso de Dona, prosigue la especialista en Criminalística, “ha extendido emociones fuertes y enfado social porque fue grabado, pero pocos han pensado que es una realidad diaria, con cientos de perros sufriendo el mismo destino”. Bajovic destaca cómo las perreras son inaccesibles para el público “para evitar la exposición de estos focos de muerte, donde los presupuestos se malgastan. “La atención mediática sobre los perros de las protestas subrayan cómo los animales pueden convertirse en símbolos de acciones sociales y conflictos”, zanja la especialista.
El debate en el parque de la Universidad prosigue mientras Bobby, Pegitza, Jana, Eddie, Blacky y Kany se revuelcan por el césped y hacen amigos de cuatro patas. El grupo se disuelve en una nueva concentración por las calles de la capital, donde se encuentra Marta Pijevic, de 24 años, quien recuerda su dolor cuando supo de la muerte de Dona. “Era inocente, no tenía culpa de nada”, lamenta. Pero valora que las reivindicaciones sociales hayan tocado la fibra del sector animalista. “Es una tragedia que nos une a todos”.
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