“Algún día, oh Gaza, volveremos”: mensajes de fe, resiliencia o desesperación desde las tiendas de desplazados
Un 70% de la población de la Franja se ha visto obligado a dejar su casa desde que empezó la guerra hace nueve meses. Algunos escriben sus pensamientos y sus llamamientos al mundo desde los campos donde malviven
En el costado de una tienda de campaña de palestinos desplazados, junto a la transitada carretera de Al-Rachid, al oeste de Deir el Balah, en el centro de Gaza, se lee, escrita con pintura roja brillante, la frase: “Algún día, oh Gaza, volveremos”. El llamativo color capta la atención de las personas que transitan por ese camino. Estas palabras pesan profundamente sobre ellas mientras prosiguen su ruta, concentradas en sobrevivir en medio de la devastación de esta guerra que estalló en octubre y ha convertido la Franja en un inmenso campo de ruinas.
Para Reem Yousef, ese “algún día volveremos” expresa el sentimiento de todos los gazatíes. Esta niña de 12 años pasa varias veces al día por delante de la tienda con la frase pintada en rojo cuando va a buscar agua potable o a hacer otros recados para ayudar a la subsistencia de su familia, compuesta por siete personas. “Me duele cada vez que lo leo. Me recuerda a mi hogar en el norte, a mi vida y a esta realidad horrible que vivimos”, explica.
Según cálculos de la ONU, cerca de 1,7 millones de gazatíes, sobre un total de 2,2 millones de habitantes, se han visto obligados a desplazarse desde que Israel comenzó a bombardear el territorio, después del ataque de milicianos del movimiento islamista Hamás que se saldó con unos 1.200 muertos y más de 200 personas tomadas como rehenes, el 7 de octubre. Las tiendas de campaña se han convertido en una realidad que muchos temen que dure mucho más que la propia guerra, ya que al menos el 70% de las viviendas de la Franja han quedado destruidas.
Según el ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamás, al menos 37.000 palestinos han muerto en esta guerra y los heridos superan los 80.000. Frente al desplazamiento forzado, la indigencia, el hambre y el miedo, muchas personas han empezado a expresar sus pensamientos y emociones en las lonas de sus tiendas de campaña.
Escribimos en nuestras tiendas para que alguien nos escuche y el mundo conozca esta injusticia.Reem Yousef, desplazada
“Escribir sobre nuestros anhelos y sueños es mejor que morir por ellos”, prosigue con tristeza Reem Yousef, citando a algunas personas que se desplazaron al sur y perdieron la vida cuando trataban de cruzar los puestos de control militares israelíes para volver a zonas del centro de la Franja. “Escribimos en nuestras tiendas para que alguien nos escuche y el mundo conozca esta injusticia”, insiste.
Mahmud Omar acaba de montar su tienda de campaña en Al Mawasi, en el sur de Gaza. Como último toque cuelga un cartel en la entrada que ha escrito con su hija Nada, de 16 años: “El hogar ha quedado destruido. La patria ha quedado destruida. Toda una vida perdida. ¿Cuánto tiempo más viviremos en una tienda de campaña?”.
“Es un llanto, un grito, porque no podemos hacer otra cosa”, explica este conductor de 42 años, que ha perdido su forma de ganarse la vida debido a la grave escasez de combustible y a la destrucción de las infraestructuras. “Todos los desplazados queremos gritar a pleno pulmón con la esperanza de que alguien nos oiga. Nos harían falta libros para relatar lo que hemos vivido estos últimos meses y cómo nos sentimos. Simples líneas en una tienda de campaña no bastan”, añade este hombre, que vivió seis meses en un invernadero, hasta que se volvió insoportable con el calor abrasador del verano.
“Con el bloqueo de internet y de las comunicaciones y en medio de este desamparo e impotencia, ¿qué podemos hacer sino escribir nuestros pensamientos en estas tiendas de campaña que se han convertido en nuestras vidas?”, dice, apesadumbrado.
“Hay un futuro”
Mohamed Soulaiman optó por escribir palabras de resistencia, perseverancia y persistencia en su tienda: “Sobre esta tierra hay algo que merece vivir”, un verso de un conocido poema del emblemático autor palestino Mahmud Darwish. “Nuestra miseria es inmensa, de eso no hay duda, pero quería recordarme a mí mismo y a los demás que nuestra patria merece nuestra paciencia y resistencia, a pesar de todo el dolor”, declara este hombre de 48 años, padre de cinco hijos y desplazado desde el norte de Jan Yunis desde principios de diciembre.
Nos harían falta libros para relatar lo que hemos vivido estos últimos meses y cómo nos sentimos.Mahmud Omar
Rodeado de algunos de sus hijos y niños de las tiendas vecinas, Soulaiman insiste en que “hay un futuro que aguarda a los jóvenes, que tienen que saber que el futuro de Palestina merece atravesar toda esta agonía”.
En las lonas de otras tiendas, las familias escriben frases del Corán, pidiendo paciencia y clemencia, otras lloran a los seres queridos que han perdido o comparten sus desgracias personales. “Aquí hay una familia afligida” o “De una buena casa a una tienda de campaña” son algunas de las frases que se leen en estas precarias viviendas improvisadas.
En otro lugar de Al Mawasi, zona a la que huyeron miles de personas al comenzar la operación militar terrestre israelí en Rafah, Samaher al-Araj se debate entre el deber de atender a sus siete hijas y su propio dolor por haber perdido en pocos meses a sus dos hijos mayores y a su marido. En trozos de papel colgados en el interior de la tienda y en el nailon blanco exterior, las niñas han plasmado su dolor y su pérdida. “Estimado visitante, los propietarios de este hogar ya no existen”, se lee a la entrada de su miserable hogar.
“Eran nuestra columna vertebral, nuestros pilares”, se lamenta la afligida madre, refiriéndose a los fallecidos, mientras entretiene a su hija de dos años. Su marido murió en marzo, debido a las heridas que sufrió durante un bombardeo en Jan Yunis, explica Al-Araj. Uno de sus hijos falleció tiroteado en febrero y el otro, durante una incursión militar, en enero.
“Vivir el desplazamiento es una catástrofe, pero vivirlo sin apoyo ninguno es una catástrofe mucho peor”, asegura Al-Araj, contando lo difícil que le resulta conseguir artículos de primera necesidad como agua potable y alimentos en una sociedad que considera que los hombres deben ser el sostén de la familia. “Nuestra casa en Jan Yunis tenía hermosos cuadros en las paredes y fotos familiares. Pero hace tiempo que desapareció. Y ahora nos hemos quedado sin nada: sin casa y sin familia”, dice, desconsolada.
Emad Bulbul, de 35 años y padre de seis hijos, ha tenido que desplazarse varias veces desde octubre. En la lona de su tienda en Al Mawasi ha escrito: “Cuando las cosas se pongan difíciles, acude a Él”. “Ya que nadie parece ser capaz de poner fin a esta guerra, rezamos para que Dios intervenga”, explica este hombre, que antes se dedicaba a fabricar muebles. “Escribimos estas palabras para desahogarnos, porque se nos han acabado las formas de sobrellevar esto”.
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