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El estilista ghanés que usa la ropa para denunciar los efectos de la moda rápida en su país

Para Daniel Mawuli Quist el vestuario de segunda mano es una herramienta para expresar su creatividad y luchar contra las consecuencias del ‘fast-fashion’ que afectan al Sur Global

Daniel Mawuli Quist
Daniel Mawuli Quist, con algunos de los complementos diseñados y rescatados por él del mercado de Kantamanto (Ghana), en una foto cedida por él.

Daniel Mawuli Quist llama la atención por donde pasa. No solo es la elevada estatura y presencia de este estilista y emprendedor de Ghana, sino también su estética a la hora de vestir. Gafas de sol redondas de montura metálica, pañuelo rojo anudado al cuello y un bombín negro comparten protagonismo con unos pantalones hechos de la combinación de diferentes tejidos. En los dedos meñiques de ambas manos, unos enormes anillos dorados con rostro de mujer. “Los he diseñado yo”, explica orgulloso.

Mawuli participa a mediados de mayo en el VIII Maratón de reciclaje textil creativo organizado por La Casa Encendida en Madrid, un evento en el que, a través de charlas y talleres, se invita a reflexionar sobre el consumo de ropa, el poder transformador de la sociedad a través de la moda y el potencial del reciclaje, la segunda mano y la economía circular. El ghanés participa impartiendo un taller junto a Fred Nabi Yankey, otro estilista y diseñador de su país, y también como miembro de The Or Foundation, una entidad sin ánimo de lucro con sede en Estados Unidos y Ghana que trabaja por la justicia social, medioambiental y el desarrollo de la moda.

El punto neurálgico de la segunda mano en el continente africano —y prácticamente a nivel mundial— se encuentra en Kantamanto, en Acra, capital de Ghana. Este inmenso mercado se nutre de la ropa descartada en Occidente y que se envía a terceros países del llamado Sur Global. Diariamente, miles de inmensos paquetes de ropa usada procedente de Europa, Estados Unidos o Australia se descargan en la capital ghanesa. Los compran comerciantes locales que seleccionan lo que se puede vender y descartan lo que está sucio o en malas condiciones.

El problema es complejo. Cada vez llegan más prendas inservibles, con lo que aumenta el daño ambiental, convirtiendo a Ghana y muchas playas del golfo de Guinea en vertedero de países más ricos. Por otro lado, la industria de la moda rápida no deja de producir, externalizando la mano de obra y las consecuencias de sus actos y haciendo cada vez más insostenible la situación. Basta hacer una búsqueda de Kantamanto en Google para ver imágenes de ríos llenos de basura, playas llenas de largos tentáculos de ropa enredadas en la arena, o grandes vertederos donde unas vacas pacen en montañas de ropa y plástico.

Daniel Mawuli Quist da indicaciones en el taller que imparte durante el VIII Maratón de reciclaje textil creativo, en mayo en La Casa Encendida.
Daniel Mawuli Quist da indicaciones en el taller que imparte durante el VIII Maratón de reciclaje textil creativo, en mayo en La Casa Encendida.Rocío Periago

Mawuli Quist conoce muy bien el funcionamiento de Kantamanto: es su principal fuente de recursos. Formado en cine, en una entrevista explicaba que trabajaba como promotor en un club, y que ver a todos vestidos iguales le horrorizaba. Esa búsqueda de identidad —y que la gente empezara a preguntarle por las prendas que se ponía— hicieron que se planteara la idea de vender la ropa de segunda mano que compraba en el mercado. “Mi relación con Kantomanto viene puramente de la necesidad. Este mercado me salvó la vida en el sentido de que ahí fue donde encontré mi creatividad, donde fui capaz de encontrar cosas que me permitían expresarme y hacerlo de una forma única y personal. Y cuando llegó el momento y tenía que ganarme la vida, fue fácil decir: bueno, ¿y si comparto esto que me encanta?”.

Kantomanto me salvó la vida en el sentido de que ahí fue donde encontré mi creatividad, donde fui capaz de encontrar cosas que me permitían expresarme y hacerlo de una forma única y personal
Daniel Mawuli Quist

El mercado de la segunda mano da trabajo a miles de personas en Kantamanto. Desde las kayayei (porteadoras que cargan fardos de más de 50 kilos en sus cabezas y que mayoritariamente son migrantes de las zonas más empobrecidas del país), a la red de pequeños minoristas que compran esos fardos y revenden. “Ghana era el país con más sastres de toda África (…). La gente aquí todavía sigue acostumbrada a coger sus telas, ir a un sastre y pedir que le hagan un traje a medida”, explica Liz Ricketts, cofundadora de The Or Foundation, aunque añade que muchas de estas empresas locales han cerrado porque no pueden competir con los precios de la segunda mano.

“Siempre pensaba que a los jóvenes les emocionaban las cosas que suceden fuera de Ghana, pero a mí lo que me emocionaba eran las posibilidades que ofrecía Acra”, afirma Quist, que insiste en que él nació y creció en la ciudad y que nunca ha tenido interés en irse. “Me encanta la moda, soy estilista y tenía un pequeño puesto de minorista. Fui una de las primeras personas que empezaron a hacer de comisario de cosas de segunda mano, vendiéndolas online, utilizando una plataforma para diseminar esa idea de que la segunda mano es algo atractivo”. Su especialidad son los complementos, que recicla y a los que da una nueva vida: gafas, sombreros, pañuelos, joyas… a todo le pone su seña de identidad. También en The FortyFive, el espacio de moda y estilo de vida que ha creado en la capital ghanesa.

Las manos de Daniel Mawuli Quist, con los anillos diseñados por él.
Las manos de Daniel Mawuli Quist, con los anillos diseñados por él.Rocío Periago

Quist explica que también le gusta crear objetos que cuenten historias desde la perspectiva del África occidental. Una de las reflexiones que plantea es cómo hacer referencia a personajes culturales importantes como la Asantewa, una figura femenina de poder y liderazgo del pueblo ashanti, un grupo étnico akan de Ghana. “Hay formas en que todas estas personas, que han sido figuras muy influyentes en nuestra narrativa cultural, pueden ser reimaginadas y representadas, y la moda es una herramienta”, detalla. “Cuando la calidad de la ropa que encontraba en el mercado empezó a disminuir, me puse a investigar otras formas de vivir a través de la moda. Hago lentes personalizadas y de segunda mano”.

El discurso de Mawuli Quist ha pasado por diferentes etapas. Al principio era más de rabia hacia Occidente y la exportación de recursos como una nueva forma de colonialismo. Que a África llegue ropa de segunda mano no es un problema en sí, aclara. El problema está en los millones de prendas sucias, rotas e inservibles que se envían y que acaban en los vertederos, alcantarillas y playas africanas. A la contaminación del medio ambiente se suma la saturación del mercado y el daño al tejido social y cultural.

A pesar de que dice sentirse a veces muy enfadado, afirma que ha evolucionado hacia la acción, y ahí tiene un importante papel The Or Foundation, donde es miembro de la junta directiva. Según su informe Waste Landscape, cada semana llegan unas 1.500 toneladas de ropa de segunda mano al mercado de Kantamanto. Muchas de las acciones y campañas de esta entidad están centradas en hacer responsables a las grandes marcas de moda rápida (fast fashion).

“No queremos cancelar las exportaciones de ropa de segunda mano. Se ha creado una dependencia y como consecuencia de sus acciones ha causado un daño permanente en nuestras comunidades. Alguien se tiene que responsabilizar. Mientras, jugamos a esos juegos de la política sobre qué es lo correcto y qué es lo más rentable”, reflexiona el emprendedor ghanés.

No queremos cancelar las exportaciones de ropa de segunda mano. Se ha creado una dependencia y como consecuencia de sus acciones ha causado un daño permanente en nuestras comunidades
Daniel Mawuli Quist

En 2022, la marca Shein llegó a un acuerdo con The Or Foundation por el que les dona 50 millones de dólares a lo largo de cinco años, estableciendo un fondo de responsabilidad. Según el acuerdo, pionero en el sector y no exento de polémica, los fondos se destinarán a abordar la gestión global de desechos textiles y avanzar en el desarrollo de una economía circular. En abril de este año, el Parlamento Europeo aprobó la directiva sobre diligencia debida que obligará a las empresas y a sus socios en la cadena de suministro a evitar, poner fin o reducir su impacto negativo sobre los derechos humanos y el medio ambiente.

Mawuli Quist insiste en la importancia de contar cómo afecta a las comunidades lo que está pasando en Kantamanto. La moda puede ser una herramienta narrativa para hablar de ese cambio social y estructural, y que pasa por informar e implicar a empresas, consumidores e instituciones. “Soy una parte de una máquina más grande. Así que todo lo que hago debe ser un modelo que permita a otras personas ser capaces de construir sobre eso. Para que podamos progresar y ser buenos como comunidad”.

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