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Un grupo de metal de Togo se abre hueco en el panorama del rock duro internacional

Arka’n Asrafokor fusiona la rabia del metal con la espiritualidad del acervo musical togolés. Sus canciones incorporan pinceladas funk, rap o psicodélicas, con un mensaje de respeto a la Tierra

El grupo Arka'n Asrafokor, durante un concierto en Abiyán (Costa de Marfil) en abril.Foto: KATARZYNA STACHYRA

A finales de marzo, la revista británica Metal Hammer —referente entre los amantes del rock duro— publicó su selección con las 10 mejores canciones del momento. Un listado de recomendaciones con periodicidad semanal que normalmente monopolizan artistas norteamericanos y europeos. Pero esta vez, entre leyendas del universo metalero (Ozzy Osbourne, Serj Tankian) se coló el grupo togolés Arka’n Asrafokor con su single Angry God of Earth. El tema arroja de inicio un tornado de tralla vertiginosa, se adentra en texturas hipnóticas de aroma ritual y funde metal descarnado y ecos ancestrales del oeste africano, voces guturales y plegarias a la Madre Tierra.

“Al enterarme de que nos habían seleccionado, lo primero que me vino a la mente fue cómo demonios habíamos acabado ahí”, explica por videoconferencia Kodzo Rock Ahavi, que habla en plural aunque es el alma mater (compone la música y escribe casi todas las letras) de la banda. “Supongo que tenemos algo, un espíritu que llega a la gente”, añade. ¿Exceso de humildad? ¿Se considera muy modesto? “Lo es. Nunca está satisfecho”, responde al vuelo Béa M, la representante del quinteto. “Destacar en Metal Hammer supone la recompensa al trabajo duro. Lo de Rock ha sido un acto de fe contra la adversidad”, añade.

Ahavi emprendió su proyecto musical en 2010, cuando empezó a grabar demos en el estudio que había abierto años atrás en Lomé, la capital de Togo. Producir a otros artistas sigue siendo, a día de hoy, su principal fuente de ingresos. “Es difícil ganarse la vida como metalero en un país como Togo. Tienes que estar dispuesto a tocar gratis, por amor al arte”, admite.

Poco a poco, Ahavi fue reclutando a amigos músicos para dar conciertos en los que alternaban composiciones propias y versiones de AC/DC o Scorpions. El boca a boca congregaba, en cuestión de horas, a una escasa y fiel parroquia local de aficionados al rock y a sus vertientes extremas. “La reacción fue increíble. Cada vez nos pedían menos versiones y más material original”, recuerda.

Arka’n Asrafokor se crea como tal en 2015, con un plantel que ha permanecido estable hasta la actualidad. En 2019 sacaron su primer disco, Za Keli, que condensó el crisol de influencias del que siempre ha bebido Ahavi, con un amplio surtido de subcategorías metal: nu, trash, groove, death... El ritmo combina secuencias atronadoras, elegancia funk e instrumentos de percusión africanos. Hay algo de rap, incursiones reggae y solos de guitarra psicodélicos. Ahavi adora por igual a Korn y Jimi Hendrix, a Pantera y Eddie Van Halen. Y concibe su proceso creativo como un diálogo de tú a tú entre obra y artista. “Cuando compongo, dejo que la cosa fluya, me abro a que la canción me pida lo que quiere que haga por ella”.

“El metal es africano”

En un cóctel tan ecléctico, las raíces otorgan sentido. “Mi inspiración básica sigue siendo la cultura tradicional togolesa. Su vibración, su sabiduría”, dice Ahavi. El fundador de Arka’n Asrafokor ni siquiera piensa que haga música foránea, esencialmente ajena al continente. “El metal es africano”, espeta. Él solo está cerrando el círculo, dando la bienvenida a un hijo pródigo que vuelve a casa tras un largo periplo transoceánico.

Para entender su argumento, hay que situarse en una cosmovisión en la que los ancestros ejercen poder desde lugares remotos. A partir de esta idea de continuidad, solo hay que seguir una línea cronológica: africanos occidentales trasladados a Estados Unidos como esclavos, sus descendientes inventando el blues, que evoluciona en rock, que a su vez deriva en el metal.

El líder de Arka'n Asrafokor, Kodzo 'Rock' Ahavi, durante un concierto en Abiyán (Costa de Marfil) en abril.
El líder de Arka'n Asrafokor, Kodzo 'Rock' Ahavi, durante un concierto en Abiyán (Costa de Marfil) en abril.KATARZYNA STACHYRA

Tras el lanzamiento de Za Keli, el grupo empezó a ganar notoriedad internacional y a actuar en otros países africanos. Surgieron más oportunidades para proyectarse hacia el exterior. Un concierto a finales de 2019 en Acra, la capital de Ghana, sedujo a varios promotores europeos que los invitaron a tocar en Francia, Alemania y Suiza. Desde entonces, se ha hecho habitual su presencia en festivales de metal en el Viejo Continente.

En 2022 llegó otro hito: el autor estadounidense Edward Banchs les reservó un espacio estelar en su libro Scream for me, Africa!, un retrato sobre identidades metaleras al sur del Sáhara. En una entrevista para la revista Huck, Banchs no dudó al ser preguntado sobre la banda idónea para iniciarse en los sonidos africanos más ásperos. “Hay un grupo en Togo”, respondió, “cuya música es una locura” (...) Invitan al oyente a un mundo distinto. Tienes que mentalizarte para escuchar algo que nunca has escuchado antes”.

Ahavi admite que “otros grupos de metal africano como Skinflint, de Botsuana, también honran el acervo sonoro” del continente. Pero sostiene que él y sus compañeros llevan la mezcla “a otro nivel”. Se trata, explica, de “una fusión total” que atraviesa idiomas (cantan en inglés, francés y ewe, una lengua togolesa), melodías e incluso apariencia. En vídeos y conciertos, los miembros de Arka’n Asrafokor mezclan el negro con ciertas vestimentas africanas o se pintan la cara con trazos de pintura blanca, en homenaje a los soldados togoleses de antaño. En ewe, asrafo significa guerrero. Asrafocore o asrafokor —término acuñado por Ahavi— vendría a ser la música de los guerreros, que en Za Keli cuentan con su propio himno: Warrior song.

El enfado del Padre Tierra

El año pasado firmaron con el sello alemán Atomic Fire Records, aunque Ahavi subraya que el “hazlo tú mismo” sigue prevaleciendo. “Grabamos, mezclamos, filmamos los videoclips, los editamos... Exploramos con total libertad, sin necesidad de encajar en un mercado particular o de tirar hacia alguna tendencia de moda”. En los vídeos de temas como Got to break it o Walk with us imperan la escenografía minimalista y los efectos caseros. En los comentarios de usuarios de YouTube, abunda la grata sorpresa y se repite un calificativo: infravalorados.

Somos parte de la naturaleza. Cuidar de ella no es una opción. No podemos elegir si el día de mañana queremos o no respirar
Kodzo Rock Ahavi, fundador de Arka’n Asrafokor

La lucha de estos asrafos que blanden riffs de guitarra y baquetas aceleradas persigue fines nobles. “Justicia, paz, amor...”, desliza Ahavi con su sonrisa casi perenne. Conceptos abstractos que el grupo aterriza en un campo de batalla prioritario: su proclama a voz en grito para que “se respete a la Madre Tierra, el origen de todo lo vivo”. Al líder de Arka’n Asrafokor le sorprende que se hable de preservar el medioambiente como si fuera algo externo al ser humano. “Somos parte de la naturaleza. Cuidar de ella no es una opción. No podemos elegir si el día de mañana queremos o no respirar”.

El single Angry God of Earth —adelanto de su segundo disco, Dzikkuh, que saldrá a finales de mayo— habla de un dios telúrico iracundo tras los desmanes de humanos ciegos y codiciosos. La canción dibuja un horizonte de apocalipsis climático como castigo divino. “Solo queda la muerte. Ha llegado el momento de recoger lo que habéis sembrado”, reza la letra. “En nuestra cultura, la Tierra puede ser femenina o masculina. La parte masculina es la que se pone agresiva cuando le faltamos al respeto”. Ahavi se pone más serio que nunca durante toda la entrevista para advertir: “No despertemos más aún su enfado”.

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