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“El maestro cogió un palo y me azotó las plantas de los pies”: en Tanzania es legal educar a golpes

Las leyes del país africano amparan la educación a varazos en los colegios siempre y cuando sea “en manos y nalgas y con un palo ligero y flexible”. Casi el 70% de los niños y el 80% de las niñas confiesan haber sido golpeados por sus profesores

Colegios Tanzania
Sara Oscar, de cinco años, cuenta que ha sufrido castigos corporales en su colegio, en Tanzania. Foto de mayo de 2023.José Ignacio Martínez Rodríguez

“Hay muchas formas de educar; se puede hablar con los chicos, castigarles o pegarles”. Emanuel Juma (nombre ficticio) habla sentado en una silla en el patio de una escuela primaria en Kigamboni, un distrito de Dar es Salam, la ciudad más poblada de Tanzania, donde ejerce como profesor. “Creo que golpear con un palo en las manos de los alumnos que no se portan bien es una buena forma de corregir ciertos comportamientos”, dice. Y menciona otros castigos usuales en el colegio donde él enseña: forzar a los chavales a realizar trabajos como podar los jardines en horario lectivo, u obligarles a permanecer de rodillas durante una o dos horas. “Los padres suelen estar de acuerdo; quieren que sus hijos tengan una actitud positiva”.

En el país donde Juma ejerce, los castigos corporales en los colegios están normalizados. En 2017, Human Rights Watch publicó un amplio informe en el que informaba de que, en Tanzania, el 78% de las niñas y el 67% de los niños habían sufrido abusos físicos por parte de sus profesores. Los estudiantes afirmaban recibir rutinariamente golpes en las manos con palos de bambú y algunas alumnas reportaron que sus maestros les pegaban en senos o nalgas. Publicaciones en medios locales e internacionales han hablado de esta práctica, sobre todo cuando las sanciones desembocan en escarnios públicos o en tragedia. Una de las más sonadas se produjo en 2019, cuando un educador fue condenado a muerte por agredir tan brutalmente a un chaval que falleció a causa de las heridas.

Un día me fui a casa antes de tiempo porque quería jugar al fútbol con otros amigos. Al día siguiente, el maestro cogió un palo y comenzó a azotarme con él las plantas de los pies
Hemed Shamte, alumno de 15 años

Los castigos corporales a los niños en Tanzania se extienden más allá de las aulas. Su amparo legal, también. Un informe elaborado por varias organizaciones publicado en septiembre de 2022 enfatiza la necesidad de prohibir esta práctica y repasa las disposiciones legales que la reglamentan. El artículo 13 de la Ley de la Infancia permite la “corrección justificable” a los chavales con mal comportamiento. Y las Regulaciones de Educación Nacional de 1979, amparadas en la ley nacional de educación de un año antes, establecen que los profesores pueden golpear a los alumnos. Debe ser en manos y nalgas, con un palo ligero y flexible (no con otro instrumento) y cuando se hayan producido desobediencias graves o infracciones que desacrediten la autoridad de la escuela. La Ley de la Infancia de 2011 de Zanzíbar (una isla donde suelen regir disposiciones legales propias) confirma que los padres pueden “imponer disciplina” a sus hijos siempre que no provoquen lesiones. Algunos países vecinos a Tanzania ya han logrado acabar con esta práctica o, al menos, ilegalizarla. Kenia, por ejemplo, ha prohibido los castigos corporales a niños en todos los supuestos.

Recibir palazos como rutina

Chacha Maneno tiene 13 años y acude a un colegio en Dar es Salam, donde estudia el primer curso de secundaria. Pese a llevar solo unos meses en la escuela, ya ha experimentado estos castigos. Lo cuenta así: “La primera vez que me pegaron fue por escribir mi nombre en una puerta del baño. Me golpearon con un palo tres veces en las manos. En otras ocasiones me dan en la cabeza un coscorrón, o tres varazos en las palmas”, dice. Hemed Shamte, de 15 años y alumno del mismo centro, añade: “Un día me fui a casa antes de tiempo porque quería jugar al fútbol con otros amigos. A la mañana siguiente, el maestro cogió un palo y me azotó las plantas de los pies. Más de 10 porrazos”.

En Tanzania, donde casi el 50% de los más de 63 millones de habitantes viven con menos de dos euros al día, solo el 52% de los adolescentes accede a la educación secundaria. Ellas encuentran más trabas que ellos. Una de cada cuatro chicas se convierte en madre entre los 15 y los 19 años y el 31% se casa antes de cumplir los 18. Y las niñas tampoco se libran de los golpes. Habla Amisa Juma, que estudia el último curso de educación primaria: “Ya no cuento las veces que me pegan; si no me porto bien, me atizan y ya”. Juma cree que la actitud de sus maestros es la correcta, que con ese tipo de sanciones consiguen lo que pretenden. Y dice que nunca ha hablado de ello con sus padres. “Es un castigo por hacer algo mal y no quiero que se enteren”, reconoce. Sara Oscar, una niña de cinco años que cursa primero de primaria, sí lo contó en casa cuando un día, tras charlar con una compañera durante una clase, recibió tres varazos en las manos. “Mi madre me dijo que la próxima vez me quedara callada”, recuerda.

Avanzar hacia otra legalidad

Elena Ramos, directora durante siete años del colegio Blue Sky School, en Arusha, una región norteña, menciona algunos casos sangrantes: “Hay colegios donde se imponen castigos públicos. Si los chavales hacen algo que se considera muy malo, como llegar tarde varios días seguidos, se les coloca en un sitio elevado y el profesorado al completo pasa a darles un varazo delante de todo el mundo”. Ella cree que en los últimos años se está produciendo un cambio a mejor o que, al menos, hay interés en saber de qué otra manera se puede educar. E ilustra esta evolución con el siguiente ejemplo: “A una profesora le dije que no pegábamos y que íbamos a darle otras herramientas. Y me respondió que le gustaría saber cuanto antes por qué era malo golpear a los niños porque ella, a sus hijos, los estaba educando a palos”.

“A una profesora le dije que no pegábamos y que íbamos a darle otras herramientas. Y me respondió que le gustaría saber cuanto antes por qué era malo golpear a los niños porque ella, a sus hijos, los estaba educando a palos”
Elena Ramos, exdirectora del colegio Blue Sky School, en Arusha

El caso de Tanzania no es una excepción a lo que sucede en otras partes del mundo: mientras que 135 naciones sí incluyen la prohibición de castigos corporales en colegios, en otros 64 estas disposiciones no existen o no son completas. “El artículo 19 de la Convención sobre los Derechos del Niño recoge que los Estados deben adoptar las medidas necesarias para proteger a los niños contra toda forma de abuso físico. En el artículo 28 reconoce el derecho al acceso a una educación digna”, explica Carlos García de Bakedano, especialista de Unicef en España en programas de Educación en contextos de Desarrollo y Emergencias. El texto que menciona ha sido ratificado por 196 Estados. “Sucede en países de África o Asia, pero en zonas de América Latina sigue siendo un reto importante”, añade.

García de Bakedano explica que la evolución por países es dispar y cita algunos casos. En Ghana, los correctivos físicos en los colegios no son ilegales, pero ciertas autoridades han desaconsejado su uso. En Estados Unidos, la prohibición únicamente se extiende a 29 Estados. Y en naciones como Tanzania o Botsuana no se han producido avances significativos. “Más allá de las leyes, hay que involucrar a líderes locales, a las comunidades educativas, a las familias… Un caso que llama al optimismo es Camboya, donde la implicación del profesorado ha conseguido la reducción de esta forma de sanciones en un 30%”. El especialista de Unicef finaliza: “Los estudios concluyen que las consecuencias de los castigos corporales, a la larga, provocan problemas de autoestima, de salud mental o de adicciones”.

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