La presencia espectral de China en un cine “110% africano”
El director angoleño Ery Claver retrata en su primera película, ‘Nuestra señora de la tienda del chino’, la sociedad luandesa y sus complejas relaciones con Pekín
Ery Claver no tiene amigos chinos. Y lo dice con cierta sorpresa —“ni uno solo”, enfatiza—, porque en la ciudad natal de este cineasta angoleño de 37 años, Luanda, la “influencia” del gigante asiático es palmaria. Carteles en chino, con templos y ornamentaciones del país asiático llenan un pedazo de la capital de Angola. “Conocemos la presencia de esta cultura extranjera, pero no tenemos ninguna conexión con ellos, porque no ves a chinos ni en restaurantes, ni en los parques, ni caminando por las calles”. Son “como fantasmas”, apuntala. Y, sin embargo, es precisamente la mirada china el hilo conductor con el que el director hilvana un conjunto de imágenes aparentemente inconexas a través de las cuales retrata la difícil vida de los luandeses en el primer largometraje que dirige, Nossa senhora da loja do chinês (Nuestra señora de la tienda del chino), una de las pocas películas africanas producidas exclusivamente con financiación propia.
“¿A qué se parece un hormiguero?”, se pregunta al comienzo de la película una voz en off en chino mandarín y subtitulada en portugués —la del contratenor Meili Li, asentado en Alemania— que narrará toda la historia, como metáfora de esa presencia espectral de los chinos en Luanda, una comunidad “apenas visible pero muy poderosa”. “Intenté imaginar qué pensaban los chinos de nosotros, si también tienen una imagen superficial y llena de prejuicios de los luandeses, al igual que nosotros la tenemos de ellos”, asegura Claver en una entrevista con este diario en Tarifa, donde su película compitió en la sección oficial de la 20ª edición del Festival de Cine Africano (FCAT).
Este planteamiento le empuja a indagar la relación entre China y Angola, el país del continente al que más dinero ha prestado Pekín entre 2000 y 2020 —42.600 millones de dólares (38.544 millones de euros), el 26,6% de todos los préstamos chinos en África, según la base de datos del Centro de Políticas de Desarrollo Global—. A partir de 2002, cuando terminó la guerra civil de Angola, que duró 30 años y dejó más de medio millón de muertos, China se convirtió en el principal inversor del país de África suroccidental. “En esa época los intereses de Occidente se centraban en la llamada ‘Guerra contra el terrorismo’ en Afganistán e Irak, por lo que Angola acudió a China en busca de ayuda”, subraya un análisis del centro de investigación Chatham House sobre las relaciones entre Pekín y África. China aceptó entonces proporcionar inversiones en infraestructuras a cambio de petróleo, por lo que muchos de sus ciudadanos se trasladaron a Angola. En 2013, según el análisis, se alcanzó el pico máximo con unos 172.000 ciudadanos procedentes del país asiático.
Intenté imaginar qué pensaban los chinos de nosotros, si también tienen una imagen superficial y llena de prejuicios de los luandesesEry Claver, director de cine
La impronta que han dejado es palpable. “En Luanda nos habíamos dado cuenta de esta gran presencia china y quisimos hacer una audición para seleccionar a un actor chino”, explica Claver. Pero apenas nadie estaba disponible para participar en un rodaje porque “tenían que escribir una carta al Gobierno de Pekín para pedirle permiso”. El motivo es, según el director, que “muchos de los chinos que viven ahora en Luanda son prisioneros que Pekín manda a Angola para trabajar en los campos”. El director alude a la vía que el Gobierno angoleño ha encontrado para devolver los préstamos recibidos de los bolsillos chinos —el país es el Estado africano más endeudado con China, según Chatham House—. “Como Angola no puede pagarlos, el Gobierno les ha ofrecido tierras de cultivo, y es un trabajo muy duro en el que los presos solo tienen 15 minutos de descanso”, relata.
Claver recuerda cómo en una prueba un aspirante a actor empleó exactamente “11 minutos” para que le diera tiempo a regresar a la faena. Estas barreras le obligaron a recurrir a un intérprete profesional, Liu Xiubing, que da vida al único ciudadano chino que aparece en la película, un vendedor que revoluciona la ciudad con la venta de vírgenes de plástico, para cuyo rodaje necesitaron “el permiso del jefe de barrio chino” de Luanda, la Cidade da China. El resto de personas chinas que aparecen en el filme desfilan simbólicamente en una serie de televisión que mira el comerciante.
Nuevas narrativas africanas
Para su “sorpresa”, Claver halló más conexiones de las que esperaba entre chinos y angoleños porque los problemas humanos son “universales”. “Encontré, por ejemplo, muchos proverbios antiguos chinos que son muy parecidos a los nuestros tradicionales, como ‘Un perro no ladra por valentía, sino por miedo’, o la expresión ‘Baños de luna roja’ que usamos para cuando ocurre algo trascendental”, dice Claver. Todos ellos, a modo de “ensalada de pensamientos” que solo al final cobrarán sentido, los pone en boca de esa voz en off, con un atípico guion, “un poema de 50 páginas” escrito por el director. Claver se sirve así del “pensamiento simbólico chino” para describir las relaciones de poder, de la familia o de la fe en la Luanda actual personificadas en un barbero que inicia un nuevo culto (“pero qué cosa tan bonita han hecho los chinos”, dice mientras adora la virgen de plástico), una mujer aplastada por la congoja que busca la paz y un joven con sed de venganza ante la pérdida de su amigo.
Miembro fundador de Geração 80 (Generación 80), un grupo de creación cinematográfica angoleño que se hizo un nombre en 2020 en el circuito internacional de cine independiente con su exitosa ópera prima, Ar Condicionado (Aire Acondicionado), Claver ha impregnado de su experiencia periodística el primer largometraje que dirige —en la primera propuesta del grupo fue el director de fotografía—. “Yo estudié periodismo, y aunque trabajé como redactor, un día cogí la cámara y me sentí muy poderoso porque podía contar la realidad de forma muy ágil”, explica, una velocidad en cuanto a la sucesión de imágenes que ha trasladado a Nuestra señora de la tienda del chino.
Es precisamente la exploración de nuevas narrativas “110% africanas” uno de los objetivos de Geração 80, motivo por el cual huyen de las coproducciones occidentales —en la sección oficial del festival de Tarifa, solo tres de las 10 películas que compitieron no han recibido financiación internacional—. “En Angola no hay cine, así que decidimos hacer publicidad durante cinco años para grandes compañías en Luanda, un trabajo al que nos seguimos dedicando, para conseguir fondos y hacer las películas que queremos hacer y como las queremos hacer”.
El éxito de Ar Condicionado sirvió para financiar parte de la película de Claver. Y ahora el grupo prepara su tercer proyecto, Semba, una palabra que proviene del brasileño “samba” pero que en Angola, además de evocar la música, alude al “modo de vida de cada uno”. Es una propuesta “más ambiciosa” en la producción que las dos primeras, “con el empleo de grúas, coreografías y mucha luz”. “Pero siempre con una mirada africana”, incluso aunque unos ojos chinos o una música latina sean los que observen la escena o marquen su ritmo.
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