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“La política migratoria occidental se basa en la creencia de que se puede dejar que otras personas mueran”

La periodista y abogada keniana Nanjala Nyabola reflexiona sobre la violencia contra los migrantes y critica a los medios occidentales, a los que acusa de imponer un absolutismo moral en África que no aplica en otras partes del mundo

Nanjala Nyabola
Nanjala Nyabola, el pasado martes en un hotel de Bilbao.Fernando Domingo-Aldama
Patricia R. Blanco

La negativa de Reino Unido de evacuar a 24 médicos sudaneses que pidieron ayuda al país europeo para huir con sus familias del actual conflicto de Sudán refleja “los muros y guerras invisibles que se levantan contra la gente negra”, afirma la periodista, abogada y analista política keniana Nanjala Nyabola. Esos 24 médicos “son algunos de los doctores que el Gobierno de Reino Unido reclutó de varios países africanos y asiáticos para luchar contra la pandemia de covid-19, porque no había suficientes sanitarios en el país”. Sin embargo, “cuando estalló la nueva guerra en Sudán [el 15 de abril] les dijeron que solo estaban evacuando a los titulares de pasaportes británicos, así que tuvieron derecho a trabajar cuando les necesitaron, pero ahora que ellos les necesitan no tienen derecho a la ciudadanía”, protesta durante una entrevista en Bilbao. El pasado martes la escritora participó en un debate en la ciudad vasca durante la entrega de premios anuales de la Fundación Anesvad.

Nyabola, autora entre otros libros de Travelling while black, (Viajar siendo negro), un conjunto de ensayos publicado en 2020 (editorial Hurst) sobre cómo es “la vida en movimiento” de los africanos, condena duramente “la política migratoria occidental basada en la creencia de que se puede dejar que otras personas mueran”. “Es una de las peores violencias que hemos visto en la historia”, continúa con indignación la activista, asentada en Nairobi tras estudiar en algunas de las más prestigiosas universidades occidentales, como Oxford y Harvard.

“El volumen de personas que intentan cruzar el Mediterráneo, que es el mayor cementerio del planeta, es muy pequeño en comparación con la cantidad de personas que huyen del conflicto y se quedan en la región”, asegura la escritora. “Mucha gente no ha abandonado Jartum a pesar de los combates porque cuesta dinero, y muchos de los que han salido de la capital se han quedado en Sudán”, explica, para intentar contextualizar las cifras globales de la migración. “Si Pakistán, que tiene hoy más de un millón de refugiados afganos, los tratara con la misma crueldad con la que los gobiernos europeos están tratando a la gente en el Mediterráneo, ¿dónde estaríamos?”, espeta para incitar a la reflexión.

Hay una pregunta en la que Nyabola no puede dejar de pensar, aunque dice saber que es un cliché: “¿Qué pasa si la cura para el cáncer está dentro de la mente de alguien atrapado en un campo de refugiados?”. Nyabola recuerda el caso de su escritora preferida, la sudafricana Bessie Head, que huyó de su país para escapar del apartheid y vivió en Botsuana durante 15 años como refugiada. “Significa que una de las voces más grandes de una generación vivió atrapada en un limbo legal [hasta su muerte a los 48 años]. Y que todos los lunes tenía que ir a la comisaría para demostrar que seguía en el país, por lo que no pudo explotar su talento al máximo ni aprovechar las oportunidades que tenían otros escritores, incluidos los africanos”, cuenta la activista. “Murió pobre”, lamenta.

La respuesta global al calentamiento del planeta es una lección interesante de cuán divido está el mundo

La situación de los refugiados, según Nyabola, es producto de la división que hace Occidente “entre el nosotros y el ellos”, una separación que se traslada a casi cualquier cuestión mundial, como la lucha contra el cambio climático. “La respuesta global al calentamiento del planeta es una lección interesante de cuán divido está el mundo y cómo parece que ni siquiera para un asunto del que depende nuestra supervivencia podemos unirnos para abordarlo”, reflexiona. La activista cree que todos deberían entender que el cambio climático no va a elegir a unas partes del mundo y va a salvar a otras.

“En el cuerno de África hemos tenido la sexta temporada fallida de lluvias consecutiva y he visto de primera mano la devastación que supone la muerte del ganado, porque si no llueve no hay pasto y los animales no pueden comer”, dice Nyabola, que siempre invita en su discurso a la reflexión: “¿Qué ocurre cuando la lluvia se vuelve impredecible en sociedades donde las personas aún dependen de ella para alimentarse? Que se reorganizarán nuestras sociedades”. Y esa reestructuración tendrá un impacto global.

La complejidad africana

Una de las batallas de Nyabola es reivindicar la complejidad de África, un vasto continente de 54 países con más de 1.200 millones de habitantes. “Los medios occidentales no nos ven como algo complicado, lo cual es deshumanizante, porque nos reducen a respuestas binarias”, considera la periodista. Según cree, se cuentan solo las historias de gente 100% buena o 100% mala, cuando todos tienen matices, “un absolutismo moral que no se aplica a ninguna otra región en el mundo”.

No ocurre así, desde su punto de vista, con las historias occidentales. Como ejemplo, alude a “toda la energía” que se dedicó a explicar por qué los votantes estadounidenses eligieron a Donald Trump como presidente. El motivo suele ser que cuando se habla de África no hay un esfuerzo por incluir “voces africanas” que ofrezcan las distintas perspectivas.

El absolutismo moral que se aplica a África no se hace con ninguna otra región en el mundo

“A veces se desentienden de nuestros problemas con un ‘les dimos libertad, ¿qué más quieren?”. Algo que es, según Nyabola, una reducción simplista del neocolonialismo, que no contempla, por ejemplo, la influencia de las empresas privadas que trabajan en el continente. “¿Dónde pagan sus impuestos? ¿A quién juran lealtad?”, se pregunta. O que no tiene en cuenta las secuelas de la violencia colonial, también la psicológica: “Muchos de nosotros tenemos que volver a aprender nuestros idiomas desde cero, porque a nuestros padres los golpeaban tanto en la escuela que ya no querían hablar esas lenguas con nosotros”.

En cuanto a la invasión rusa de Ucrania, no cree que los gobiernos africanos no apoyen a Kiev, sino que “hay mucha desconfianza en la política exterior occidental porque tiene una larga historia de dañar a los africanos y a los intereses africanos cuando sirve a los intereses de Occidente”. Y añade: “Los ucranios huían y de repente Europa tenía toda esa capacidad para acogerlos, pero a los sudaneses se les ha dicho que no”.

Premios Anesvad

La VIII edición de los premios de la Fundación Anesvad Heallth, dedicada a la erradicación de las enfermedades tropicales desatendidas que afectan a la piel, reconocieron el pasado martes la trayectoria profesional de Encarnación González, por sus “más de 30 años contribuyendo a la creación de centros de salud y formación local en las zonas más remotas de Liberia”. También resultaron ganadores la asociación Irdas, que surgió en 2017 con el objetivo de visibilizar y fomentar los talentos y los proyectos creados por africanos y para África, y la Fundación Kirira, por sus más de 15 años luchando por el derecho a la salud y contra la mutilación genital de niñas en Kenia.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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