Las matronas del desierto: rompieron con la tradición familiar para salvar a otras mujeres
Dos enfermeras de Chad y Mauritania luchan por reducir las cifras de muertes maternas infantiles en las comunidades más alejadas de centros médicos. Los controles prenatales y la asistencia sanitaria son un derecho lejano para las menores que, obligadas a casarse, se enfrentan a partos de alto riesgo
Un teléfono móvil de vieja generación suena estridente junto a una tetera. Tengen lo coge y, sin pausas, hace dos preguntas: ¿Presión arterial? ¿Dilatación? Apunta las respuestas en un cuaderno de notas, se coloca el delantal rosa, guarda en su bolso un estetoscopio, la cinta métrica de tela, un cono de aluminio y sale de su casa caminando entre las arenosas y polvorientas calles del centro de Kiffa, al este de Mauritania, rumbo al hospital central. En la misma franja meridional, pero a 5.000 kilómetros al este, en Chad, Lakone espera debajo de un árbol de mango al jeep que la llevará por la carretera de esta parte del Sahel. Apenas entran las primeras luces del alba y el día se presta para recorrer tres centros sanitarios. Tengen y Lakone son enfermeras y matronas, y las dos rompieron con la tradición familiar para formarse y ejercer una profesión. Las dos, en algún momento de su juventud, soñaron con un futuro que transformaría el presente.
En estos dos países, las cifras de mortalidad materna infantil arrojan datos escalofriantes: en Chad, por cada 100.000 nacimientos mueren 860 mujeres; en Mauritania, son 582 las que pierden la vida por cada 100.000 alumbramientos —la media en la Unión Europea es de seis mujeres fallecidas—.
Bajo la institución del matrimonio, las niñas son forzadas a mantener relaciones sexuales con personas adultas, e inician la gestación sin ningún control y acompañamiento sanitario
Las razones se encuentran en las hemorragias postparto y en la falta de recursos para atenderlas, pero son múltiples los factores que disparan la tragedia silenciada que sufren las mujeres en estos países. La falta de infraestructuras sanitarias se antoja como una de las principales causas, pero cuestiones relacionadas con la discriminación de género —sustentada en creencias culturales y religiosas que oprimen, marginan y excluyen a las mujeres— son las que enraízan estas estadísticas que no terminan de explicar la realidad. Por ejemplo, el casamiento forzoso y precoz.
Lakone desciende del jeep y entra en un edificio de techo de zinc, rodeado de arena y árboles de mango, a las afueras de un poblado de casas de barro y paja. Allí, en una pequeña sala con un escritorio y una camilla, es donde recibe y atiende a mujeres antes y después de parir. Hoy le esperan Amina y Muhar, dos jóvenes embarazadas de cinco y seis meses. Les toma la presión arterial, ausculta y vacuna, mientras conversan de lo cotidiano. Se despide de ellas y revisa algunos folios plastificados con ilustraciones de estilo tradicional, que le anuncian el inicio de una tarea que le llena de satisfacción: el taller de sensibilización sobre planificación familiar para luchar contra el matrimonio y la maternidad precoces.
“El matrimonio infantil expulsa a las niñas del sistema educativo, ya que deben recluirse en la casa para gestar y realizar tareas de cuidados”, dice Lakone a un grupo de hombres y mujeres que la escuchan sentados sobre unas esterillas.
La matrona explica que bajo la institución del matrimonio las niñas son forzadas a mantener relaciones sexuales con personas adultas, luego inician la gestación sin ningún control y acompañamiento sanitario y dan a luz en sus pueblos con la ayuda de comadronas tradicionales. Estas, reflexiona, no pueden ni saben cómo hacer frente a los peligros y patologías que se producen antes, durante y después del parto. La salud y vida de las niñas, concreta, se pone en riesgo desde el momento en el que se apalabra su casamiento. “Esta situación ha provocado que muchas menores acabaran con su propia vida, son números los casos de suicidio en la región de Hadjer Hadjid, [en el este de] Chad”, alerta.
Los peligros y patologías
Hipertensión, hemorragias, diabetes, abscesos, fístulas, infecciones, desprendimiento de matriz, son múltiples las causas por las que una mujer puede perder la vida en el parto o después de él. Patologías que, con un acceso a información, controles prenatales y posnatales se podrían mitigar y reducir. Sin embargo, por estas tierras, quienes deciden sobre la salud de sus esposas e hijos son los padres.
En Chad y Mauritania muchos hombres no autorizan que las embarazadas sean atendidas por un médico varón, porque atentaría contra el honor familiar y la dignidad de su mujer. “Aquí es donde una puede generar verdaderas transformaciones sociales, romper esquemas, tabúes y cuestionar los privilegios de los hombres frente a la mujer”, dice Lakone, que se formó como enfermera en la ciudad de Abéché, la cuarta más importante de Chad, y luego se especializó en acompañar a mujeres de zonas rurales en sus partos.
La salud y vida de las niñas se pone en riesgo desde el momento en que su casamiento es apalabrado. Esta situación ha provocado que muchas niñas acabaran con su propia vidaLakone, matrona
El abandono escolar y la falta de proyección educativa han dejado las universidades vacías de mujeres y son muy pocas las que llegan a tener un título que les habilite a convertirse en trabajadoras de la salud. Que no haya mujeres médicas y ginecólogas da cuenta de que la cadena de múltiples opresiones hacia las mujeres no termina en el momento del casamiento forzado, sino en la proyección de vida coartada por ese acto. Como una parábola macabra, la falta de profesionales de la salud de mujeres ha llevado a los hombres, jefes de familia que deciden por sus esposas, a prohibirles que se realicen controles prenatales en los centros de salud y a obligarlas a que den a luz en sus propias casas asistidas por parteras tradicionales, con los altos riesgos que ello conlleva.
A esto se suma las largas distancias entre los centros urbanos y las poblaciones rurales y la falta de transporte, otro de los grandes inconvenientes para atajar esta realidad. Ante esto, el Ministerio de Salud y Solidaridad de Chad y el Ministerio de Salud mauritano, con el apoyo de Expertise France en colaboración con otras organizaciones aliadas locales, ha lanzado dos programas destinados a reducir estos números y mejorar la infraestructura y los servicios para una atención primaria y de salud sexual y reproductiva de calidad.
El matrimonio infantil expulsa a las niñas del sistema educativo, ya que deben recluirse en la casa para gestar y realizar tareas de cuidados”
Sara Pizzocaro, coordinadora del proyecto en Mauritania, explica que el programa tiene como objetivo “mejorar la salud materna, neonatal e infantil, salud sexual y reproductiva, actuando sobre el sistema e infraestructuras de salud” a través de su fortalecimiento con las comunidades. Un enfoque que contribuye a reducir la violencia contra las mujeres y promover la igualdad de género.
Tengen, la matrona de Mauritania, es una de las cientos de mujeres que han cuestionado este sistema. Por eso, se formó en la escuela de Salud Pública de Nuakchot, la capital del país, y se desplazó a Kiffa, en la wilaya (subdivisión administrativa en algunos países musulmanes) de la Assaba, para acompañar y asistir a las mujeres rurales. En su trabajo diario cree en la capacidad transformadora de la educación acompañada de recursos e infraestructura. En Kiffa se han rehabilitado centros de salud, construido salas de atención prenatal, posnatal y una sala de partos, proporcionando equipamiento y formación.
Tanto Tengen en Mauritania, como Lacone, en Chad, realizan un trabajo de sensibilización a las familias, sobre la importancia del control prenatal. Esto ha permitido que casi el 100% de los nuevos nacimientos se realicen de manera asistida en centros médicos. Las cifras llenan de orgullo a Tengen, quien dice no descansar en su turno de guardia hasta que todas las mujeres reciban la atención y cuidado que merecen, ya que ellas hacen un enorme esfuerzo por llegar al hospital.
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