Más bicis, menos suspensos: así mejoran las ‘baobikes’ el rendimiento escolar en Senegal
Un proyecto de Bicicletas sin Fronteras ha facilitado que 7.000 alumnos africanos sin transporte escolar se desplacen a los centros educativos y obtengan mejores notas
“La bicicleta es una herramienta hipertransformadora de la sociedad: mejora la movilidad, la autonomía individual, el medio ambiente y la economía. Y en África su poder es todavía mayor”. Así explica Romà Boule (Sabadell, 53 años) qué le llevó a poner en marcha hace una década Bicicletas sin Fronteras, un proyecto en Senegal que facilita bicis a alumnos que viven lejos de los institutos (de 2,5 a 7 kilómetros), con lo que se reduce mucho el absentismo. “En general, los estudiantes que empiezan a ir en bici mejoran su rendimiento y reducen los suspensos”, explica este cooperante.
El sistema es sencillo: las familias de los alumnos pagan 9,5 euros al año y, a cambio, reciben un velocípedo en préstamo durante todo el curso, así como las reparaciones y recambios necesarios en el caso de que tenga algún problema. “Esto se convierte en un sistema de movilidad autosostenible económicamente, y a un precio muy razonable”, comenta Boule. Tienen 1.700 bicis repartidas entre los estudiantes de nueve institutos y en unos días esperan llevar otras 400. En siete años, han conseguido beneficiar a 7.000 jóvenes senegaleses, en la zona rural de Palmarin (situada en la costa) y en otros pueblos a 70 kilómetros a la redonda.
El catalán, apasionado de las dos ruedas y cuya vida transcurre entre Girona y Senegal, incide en el potencial transformador de este vehículo no contaminante: “La gente que se sube a una bici suele ir contenta y eso ya es un cambio muy importante. Nunca he visto a dos ciclistas peleándose, pero sí que se pelean los conductores de coches. Además, en Senegal no hay transporte escolar, así que la diferencia entre tener y no tener una bicicleta puede ser la diferencia entre ir o no ir al instituto”.
El proyecto se centra en los estudiantes que viven más lejos de los institutos (suele haber educación primaria casi en cada pueblo, pero no secundaria). Algunos de ellos tienen que andar hasta siete kilómetros para acudir a clase, o bien desplazarse en un coche privado, un gasto muy alto para muchas familias. “Coger un coche durante tres semanas cuesta lo mismo que una bici durante todo el año con nosotros”, afirma. Estas tampoco son baratas: “Una de segunda mano puede costar unos 100 euros, cuando el salario mínimo son 110 euros. Es como si en España estuvieran a 1.000 euros. Y están hechas polvo”.
La iniciativa facilita un vehículo en préstamo durante todo el curso, con lo que el alumno tiene autonomía para ir y volver de manera rápida y sin coste (salvo los 9,5 euros anuales que paga su familia). Desde la fundación han comprobado que, en general, estos estudiantes mejoran la asistencia y el rendimiento académico. La Universidad de Barcelona (UB) acaba de iniciar un estudio de impacto para ponerle cifras a este cambio, tal y como confirma una portavoz del Grupo de Investigación e Innovación en Trabajo Social de la universidad catalana.
Boule comenzó llevando bicicletas usadas donadas en España, pero al poco tiempo se dio cuenta de que no era efectivo: muchas estaban en mal estado, duraban poco tiempo y repararlas requería de demasiadas piezas distintas (porque cada una era de un modelo diferente). Así que habló con la fábrica de Moma Bikes y, juntos, diseñaron una específica: se llama baobike (un juego de palabras entre bici y el árbol africano baobab) y es amarilla, unisex, sencilla y casi nunca se estropea. Si lo hace, las piezas son siempre las mismas en todos los talleres.
Un préstamo para todo el año
Además del personal de la fundación (cinco personas en Senegal y dos en España), el proyecto genera nueve puestos de trabajo indirectos en el país africano: un mecánico por cada una de las nueve escuelas implicadas. El equipo principal visita los centros cada semana para confirmar que el taller está limpio, que tenga recambios y hojas de pedido, y que las bicis funcionan correctamente. Cuando acaba el curso, se guardan en un hangar, y antes de que arranque el siguiente, los mecánicos las ponen todas a punto para volver a prestarlas.
¿Por qué Senegal? “Inés, mi pareja, y yo, viajamos a Senegal hace una década y nos pareció que es un país seguro, que cree en la educación, estable económicamente y políticamente. Así que nos pareció un buen lugar para iniciar el proyecto. El euro que pones allí en seguida se multiplica. Además, en otros países del continente no hay ni siquiera caminos ciclables, y eso lo hace más difícil”, apunta Boule.
Tienen también un pequeño proyecto en España a través del cual facilitan bicicletas a colectivos que las utilizan para proyectos de integración social: centros de menores, escuelas… “En España donamos bicis de segunda mano, pero nos encantaría tener un patrocinador para entregar otras nuevas”, señala el fundador. Obtienen fondos de empresas del mundo de la bici —y de otros ámbitos— y reciben donaciones de particulares; con eso pagan al personal, los talleres, las bicis y los aparcamientos ciclistas. Su plan es seguir llevando todas las que puedan para mejorar la vida de más estudiantes. Como dice su lema: “Una bicicleta cambia la vida de quien la recibe. Reduce el tiempo y la energía destinados a la movilidad, es sostenible, es libertad”.
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