Racismo, guerra y hambre: la triple frontera para salir de Ucrania
El colectivo Uhuru asiste, a través de la Caravana Antirracista, a personas que sufren discriminación en los puntos de salida de la zona de conflicto hacia Europa
Gus Epam recuerda con rabia cómo él y sus compañeros activistas tuvieron que abandonar un restaurante solo por su color de piel el pasado mes de marzo. Se encontraban en Polonia, cerca de la frontera con Bielorrusia, y temieron por su seguridad debido al tipo de clientela que frecuentaba el local. Por desgracia, este no es un ejemplo aislado. “En Polonia, Ucrania, y otros países colindantes, hay algunas poblaciones que tienen un corte racista y son agresivas con la inmigración”, lamenta.
Precisamente este es el problema que llevó a los miembros de Uhuru, asociación antirracista valenciana en la que trabaja Epam, a formar la primera caravana racializada y antirracista que partió el pasado 31 de marzo con destino a Medyka, el paso fronterizo con mayor afluencia de refugiados de Polonia.
Desde Medyka, Ana Isabel Martínez, activista en materia de refugio y migraciones, relata el infierno que viven las personas racializadas. “Las fronteras han estado cerradas dependiendo del color de piel, nacionalidad o cantidad de dinero que tengas en el bolsillo”. El proyecto de la caravana se conformó de dos expediciones, una procedente de Valencia y afrodescendiente con destino a Medyka, y otra que partió de Málaga y gitana, cuya actuación principal ha tenido lugar en la frontera con Rumania. “Es la primera vez en la historia que negros y gitanos se unen para una acción humanitaria de este calibre en primera línea de fronteras, por eso nuestra iniciativa ha tenido un carácter histórico”, subraya.
El objetivo es asistir a personas que sufren un trato discriminatorio en corredores humanitarios, que encuentran mayores trabas para gestionar su documentación y que experimentan una peor acogida a causa de la segregación racial. ”Si nos fijamos en otros conflictos, enseguida nos damos cuenta de que los refugiados de estos países que no son rubios y con ojos azules tienen muchos problemas para la acogida y para llevar una vida normal en el país de residencia, incluso después de muchos años. Lo que queremos es que todos los refugiados tengan el mismo trato y el mismo mecanismo de recepción”, explica Martínez.
Las personas racializadas se han encontrado con numerosos obstáculos para escapar de Ucrania desde que comenzó la invasión rusa. “La primera frontera que tienen que atravesar es la propia población ucrania, que no les han dado facilidades para salir”, afirma la activista.
Las vías de evacuación facilitadas tampoco han resultado una opción para estas personas que, afirma, se han visto obligadas a andar kilómetros y kilómetros por miedo a recibir palizas, y que han sido expulsadas de los trenes que se dirigían hacia la frontera. El problema no termina ahí. “Cuando llegaban a la frontera, las autoridades polacas también les ponían muchas dificultades. Después, tras ese segundo rechazo, encuentran que ya en Polonia existe una amenaza racista patente, por lo tanto, el hecho de cruzar a este país ni siquiera es una garantía de seguridad”.
Es el caso de Chris, un estudiante nigeriano que se encontraba en Kiev cuando estalló el conflicto y que tuvo que enfrentar varias dificultades para ponerse a salvo. “Lo primero que hice fue ir hasta Leópolis, porque allí hay conexiones por tren con otros países, pero cuando llegué allí el racismo era imperante: los ucranios no dejaban que personas de otras nacionalidades subieran a los trenes” explica el joven, que aún recuerda cómo les arrastraban fuera de los trenes porque todos querían escapar primero. “Pasé la noche en un hotel y cogí un autobús al día siguiente hasta la frontera con Polonia, pero había tanto tráfico que tuve que bajarme y caminar nueve horas hasta llegar al paso fronterizo. Allí, de nuevo, solo estaban permitiendo cruzar a los ciudadanos ucranios”, añade.
Tras otros dos días en la frontera esperando su turno, Chris tuvo que regresar a Leópolis para buscar una nueva vía de escape. “En la estación encontré un tren casi vacío y me dijeron que iba a una ciudad cercana a Hungría. Decidí probar suerte atravesando esa frontera y así fue como conseguí escapar después de ocho días intentándolo”, lamenta.
“Es la primera vez en la historia que negros y gitanos se unen para una acción humanitaria de este calibre en primera línea de fronteras”Ana Isabel Martínez, activista
En su labor, los activistas han contado con el apoyo del grupo combativo Grupa Granica, un colectivo formado en Polonia cuya labor se ha centrado, desde que comenzó el conflicto, en ayudar a huir a personas racializadas. “Gracias a ellos se han salvado muchos. En concreto, a principios de abril intentamos ayudar a una familia que estaba en la frontera bielorrusa. Tenían un niño pequeño y estaban en el bosque derritiendo nieve para poder beber agua”, relata Epam. “No tenían alimentos y la situación era muy crítica, pero no conseguimos llegar hasta ellos para ayudarlos, precisamente por el racismo imperante en la zona. Al ser personas racializadas, no nos lo han puesto fácil, pero desde Grupa Granica consiguieron llegar y ayudarles”, agrega.
Médicos Sin Fronteras ya denunciaba en enero de 2022 –antes incluso del conflicto– la situación que muchos refugiados vivían en la zona boscosa entre Polonia y Bielorrusia, donde habitaban personas atrapadas que necesitaban asistencia médica y humanitaria, y donde se enfrentaban a temperaturas bajo cero.
La ayuda humanitaria de esta caravana no se ha detenido solamente en la asistencia a personas racializadas, sino que también han logrado contribuir con materiales, recaudando fondos, entre otras vías de soporte. “Nos parece una locura llegar allí con una furgoneta y llenarla de personas sin saber qué vas a hacer con ellas cuando llegues a España. Nosotros hemos contribuido de la forma más práctica y realista que hemos sabido”, afirma Epam.
Los chupetes, primera necesidad
Entre la multitudinaria ayuda humanitaria que estaba recibiendo Ucrania, el colectivo Uhuru detectó una importante carencia de materiales para bebés en los hospitales y pasos fronterizos. Según explica Epam, nadie llevaba productos para recién nacidos, sobre todo alimentos y chupetes. “Parece algo nimio, pero lo cierto es que los bebés liberan mucho estrés a través de la succión”.
De hecho, uno de los problemas de los bombardeos es que los ruidos fuertes generan un enorme estrés en los niños pequeños, un malestar que se contagia a todos los convivientes y que, por tanto, tiene implicaciones muy negativas en la salud mental de la población civil. “Llevamos algunos cientos de euros en donaciones a un hospital pediátrico de Leópolis porque les habían fallado varias entregas de material y estaban desesperados”, continúa. “Enseguida nos pusimos manos a la obra y conseguimos recaudar mil euros que gastamos íntegramente en bienes infantiles como ropa, alimentos, medicinas y chupetes”.
Gran parte de las donaciones que Uhuru ha recaudado han ido a parar al propio paso fronterizo de Medyka, a la carpa de la ONG Humanity First International, donde muchas madres ucranias llegan exhaustas y sin medios para atender a sus bebés. Aquí pueden encontrar desde leche en polvo hasta carritos. “Nos sentimos muy orgullosos de haber ayudado con algo que de verdad estaba siendo necesario y en lo que casi nadie había reparado antes”, subraya Epam.
El infierno de los estudiantes africanos en Ucrania
A ellos se suman los estudiantes que Ucrania recibe cada año a razón de los convenios que guarda con distintos países africanos para realizar estudios universitarios. Más de 80.000 alumnos internacionales, incluyendo a aquellos procedentes de Nigeria, Camerún y Tanzania, se formaron en el país en 2020, según el Ministerio de Educación y Ciencia de Ucrania. Entre ellos, algunos deciden quedarse y formalizar la nacionalidad ucrania y otros vuelven a sus países de origen.
Diferentes medios han recogido testimonios de cómo su salida del país ha sido un auténtico infierno por la discriminación racial. Muchos de ellos habían acudido a Ucrania para conseguir un grado universitario con gran reconocimiento y a un precio asequible. La invasión rusa no solo les ha obligado a dejar a un lado sus objetivos académicos, también los ha expuesto una situación de auténtico desamparo.
La empatía de otros afrodescendientes es lo que está ayudando a muchos de estos jóvenes a encontrar una relativa estabilidad en su proceso de huida. Es el caso del proyecto que ha organizado Yuga, un hombre procedente de la República del Congo y residente en Cracovia. Al comenzar la guerra, decidió acoger a estudiantes, ayudarles y vigilar que se les diera el tratamiento que necesitaban para llegar a una zona segura. Durante el mes de mayo ofreció alojamiento a medio centenar de ellos, y además les brindó asesoría legal para que pudiesen tramitar la documentación necesaria con el estatuto de refugiados, tal y como insta la Unión Europea, o continuar con sus estudios. Uhuru Valencia recoge fondos para su proyecto.
Organizaciones como Amnistía Internacional acusan al Gobierno de Ucrania de no cumplir sus obligaciones nacionales e internacionales al mostrarse reticentes a admitir que existe racismo en el país, así como criterios raciales por parte de los funcionarios del Estado en controles selectivos, por ejemplo.
Otras asociaciones civiles señalan que la acogida que se está dando a refugiados ucranios en Europa demuestra la capacidad del continente para evitar muertes a través del establecimiento de corredores humanitarios seguros. Un centenar de organizaciones han creado la Coordinadora de Ayuda al Pueblo de Ucrania y Pueblos Olvidados. Entre los firmantes se encuentran Uhuru, Amnistía Internacional, Red SOS Refugiados Europa y Refugees Welcome. En este momento, a través de esta red, ya existen proyectos abiertos de ayuda en Afganistán o campos de refugiados en Grecia.
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