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Mamá África, la residencia que cuida a mayores abandonados de los pueblos de Kenia

En África, los asilos son escasos y se perciben como una deshonra para los ancianos, pero un geriátrico en Meru está dando la vuelta a ese estigma ofreciendo cuidados y cariño a quienes no tienen compañía a causa del éxodo rural de los jóvenes

Mama África a la derecha, junto a una de las trabajadoras de la residencia.
Mama África a la derecha, junto a una de las trabajadoras de la residencia.Mama africa

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Por tradición, las residencias de mayores en África son escasas y se perciben como una deshonra para los ancianos, que gozan de gran estima en la sociedad. Se cree también que los hijos deben cuidar de sus padres. Sin embargo, Kenia ha experimentado una intensa migración de las zonas rurales a las urbanas por parte de los jóvenes, que se van a las urbes a cursar estudios superiores y acaban instalándose en ellas en busca de empleos de oficina. Esto ha conducido a que ascienda la preocupación por el abandono de muchos padres de avanzada edad que se encuentran solos en los pueblos, sin nadie que los cuide. Con esa inquietud en mente, Irene Kirimi, conocida con el cariñoso apodo de Mama África, puso en marcha una residencia para la tercera edad en Meru (Kenia).

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El geriátrico Mama África se creó en 2017 y su finalidad era cuidar de quienes no tienen familiares vivos o que han sido abandonados por ellos. “Había una gran necesidad en mi comunidad rural de que alguien asumiera esta tarea. La caridad empieza en casa, como se suele decir. El bienestar de los ancianos me apasionaba y por eso quise encargarme de proporcionarles asistencia médica, comida, refugio, ropa y apoyo psicológico para que salieran adelante. Así que abrí tres sucursales, en Meru, en Karatina y en Nyeri”, cuenta Kirimi.

Según la fundadora, su primer problema fue que mucha gente en el pueblo no entendía por qué estaba creando un centro de mayores. “Corría el rumor en la comunidad de que recogía a los ancianos y los encerraba. Pero tras unas cuantas visitas, empezaron a entender la necesidad y luego venían a hacerles compañía. Tener siempre a gente con la que hablar y reír es terapéutico para ellos. Animo a los jóvenes a no desatender a sus padres a cambio de la vida en la ciudad. Nuestros padres han hecho mucho por criarnos y merecen el mejor de los cuidados en su vejez”, sostiene.

Animo a los jóvenes a no desatender a sus padres a cambio de la vida en la ciudad. Nuestros padres han hecho mucho por criarnos y merecen el mejor de los cuidados en su vejez

La covid-19 secó la mayoría de las fuentes de donativos de los que dependen muchas familias. “Varios donantes perdieron sus ingresos. Los empresarios solo pudieron hacer pequeñas contribuciones porque sus negocios se habían ralentizado. En 2021, nuestra residencia, que es alquilada, tuvo por primera vez retrasos en el pago del alquiler. Aunque el propietario fue muy paciente, yo tenía que hacer algo al respecto, y hacerlo rápido. Cerré las sucursales en Karatina y Nyeri. También cedí a las peticiones de cuidados remunerados. Los jóvenes que vivían en el extranjero o en las ciudades comenzaron a pedirme que asumiera a sus padres bajo mi tutela a cambio de 10.000 chelines mensuales (algo menos de 80 euros). Por el momento, tengo a siete ancianos que pagan. Ese dinero ayuda a complementar las donaciones, porque no quiero convertir este hogar en un negocio comercial”, explica.

Kirimi también empezó a criar cerdos en su terreno de casi una hectárea, que hasta entonces estaba inutilizado. Se lanzó a esta aventura tras una conversación con su obispo, que le apoya mucho en su trabajo. “Me rogó que explorara la agricultura como fuente de ingresos y de alimentos para la residencia. Tenía que conseguir que el proyecto fuera sostenible, así que, tras una búsqueda en Internet sobre la agricultura a pequeña escala, me decidí por la cría de cerdos y el cultivo de maíz. Ya tengo 46 cerdos”.

La residencia de Mamá África cuenta en la actualidad con 11 trabajadores, entre ellos enfermeros y trabajadores sociales, y acoge a 46 residentes permanentes. También tiene a 64 ancianos en un programa de servicios a la comunidad. Explica Kirimi que “este proyecto de apoyo se dirige a aquellos que tienen a alguien a su cuidado, pero que no pueden cubrir sus necesidades básicas. Les ofrecemos comida, ropa y apoyo psicosocial. Nuestro miembro más anciano tiene 106 años”.

Protección de las personas mayores desde el Estado

El Gobierno de Kenia también está trabajando para atender a los ancianos. En 2007 puso en marcha el Programa de Transferencia de Efectivo para Personas Mayores (OPCT, por sus siglas en inglés) como proyecto piloto en los distritos de Thija, Nyando y, posteriormente, en Busia, en el marco de la Iniciativa Respuesta Rápida (IRR) 2007. El programa había cubierto 203.011 hogares en el ejercicio 2015-2016. En el marco del programa, las personas en situación de pobreza y vulnerabilidad de entre 65 y 69 años recibieron 2.000 chelines mensuales (15 euros) por hogar a través de agentes bancarios, que realizan pagos designados.

Además, en una apuesta por ampliar el acceso a la protección social, en 2018 el Gobierno puso en marcha el plan de jubilados Inua Jamii (que en suajili significa levantar a la comunidad). Este plan ofrece una cobertura de pensión universal para todos los ciudadanos de Kenia cuando llegan a los 70 años. Cubre a unas 700.000 personas mayores de esa edad, cada una de las cuales recibe 2.000 chelines mensuales. El programa también ofrece una afiliación gratuita al Fondo Nacional de Seguros Hospitalarios (NHIF), con contribuciones que paga el Gobierno de 500 chelines (casi cuatro euros) al mes. Una cantidad suficiente para las zonas rurales de Kenia.

Kirimi también lleva un hogar para niños en Nairobi desde 2011, llamado Baby Blessing Children’s Home, que es un centro de acogida, un espacio de esperanza y un hogar para los desamparados. En la actualidad, alberga entre 45 y 55 niños huérfanos, abandonados o desatendidos que han sufrido abusos, que son seropositivos o cuyo único familiar o tutor legal tiene una enfermedad terminal y está postrado en una cama.

La lideresa tiene esperanzas de poder comprar una ambulancia para casos de emergencia. “Mi sueño de construir un hogar que acoja tanto a niños como a ancianos en mi granja se está cumpliendo poco a poco. Aunque los fondos de que disponemos son limitados, hemos empezado a comprar la estructura y a trabajar en los planos. En el futuro espero tener más hogares en toda África para transmitir la misma alegría que veo aquí”.

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