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Infancia indígena y educación en Honduras: la energía como solución

Desde el inicio de la pandemia, más de 160.000 niños indígenas se mantienen aún alejados de las aulas con el fin de evitar el contagio. El director de Ayuda en Acción en Honduras, Roberto Bussi, cuenta cómo se vive el día a día en las comunidades rurales del país centroamericano

Joseph Barahona, de 10 años y alumno de la escuela Pedro Amaya de la Comunidad de Las Vegas, en Victoria en Yoro, Honduras.
Joseph Barahona, de 10 años y alumno de la escuela Pedro Amaya de la Comunidad de Las Vegas, en Victoria en Yoro, Honduras.Wilmer Romero (Ayuda en Acción)

Cada población indígena de las que habitan en Honduras tiene diferentes usos, creencias y costumbres. Pero hay algo que es común a todas: la preocupación de las familias, docentes y de toda la comunidad por el hecho de que sus niños y niñas aún no hayan regresado a la escuela con normalidad. En algunos casos, ni siquiera han vuelto. Les preocupa porque saben que esto agudiza los niveles de analfabetismo y dificulta el acceso a la educación, un desafío al que aún no se le encuentra salida.

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En el municipio de Erandique, en el departamento de Lempira, la población pertenece a la etnia lenca. Cada cierto tiempo me gusta conversar con la profesora Ana Carranza, quien realmente preocupada me cuenta la difícil situación que atraviesan los niños y niñas en las comunidades a las que atiende. El año pasado, me dice, el 100% no fueron a clases. Con apoyo de Ayuda en Acción, los estudiantes recibieron visitas domiciliarias de algunos maestros y maestras, pero a largo plazo su educación y sus derechos se resienten.

La mayoría de las familias de Erandique piensa que no hay razón para seguir posponiendo la educación de sus hijos

Este curso escolar muchas familias no matricularon a sus hijos e hijas en las escuelas porque no están de acuerdo con esta modalidad y porque “montaña arriba” casi no hay contagios de covid-19. La mayoría de las familias piensa que no hay razón para seguir posponiendo la formación de sus hijos. Mientras no haya garantías para volver a clases, un grupo de nuestro voluntariado entrega cartillas de aprendizaje de lengua y matemáticas a docentes de la zona para que la educación llegue puerta a puerta.

La Muskitia, sin infraestructuras que permitan la seguridad en las escuelas

En La Muskitia, el departamento más grande de Honduras, la situación es similar. Pese a ser el pulmón de Centroamérica, es sin embargo conocido por la pobreza y la desigualdad. Su infancia no puede acceder a una educación de calidad desde hace un año. A ello se suma la escasez o inexistencia de servicios públicos como electricidad y agua potable, que hace que, en una hipotética vuelta a las aulas, esta no pueda ser 100% segura.

La última vez que viajé a La Muskitia las escuelas cerradas formaban parte del paisaje. Hoy tienen otra función: se han reconvertido en centros de triaje para atender a pacientes con covid-19.

En Yoro los docentes están preocupados con un previsible regreso a las aulas, algo en lo que trabaja el Gobierno del país. El protocolo de seguridad en el que se trabaja pasa por la separación entre pupitres, pero las aulas en La Muskitia son demasiado pequeñas. Esto implica hacer varios grupos de clases, pero tampoco hay suficientes aulas... Algo tan sencillo de solucionar en países con recursos, aquí se torna un imposible.

Cambiar su futuro con energías renovables

En la comunidad de Mirasol antes no había luz, ni en la escuela ni en la comunidad. Hoy, sin embargo, al contrario de lo que ocurre en otras comunidades y municipios, el índice de matriculación escolar ha aumentado. ¿Por qué?

Hace unos años instalamos paneles solares para llevar energía eléctrica a la escuela, a un aula tecnológica y al centro de salud. Hoy las familias, muchas de ellas retornadas desde las grandes ciudades del país como consecuencia del impacto del coronavirus, quieren que sus hijos e hijas se conecten al mundo a través del aula tecnológica, única en la zona.

Un grupo de escolares de la escuela Presentación Centeno ' en septiembre de 2020 en la comunidad de Batalla del municipio de Juan Francisco Bulnes, en Honduras.
Un grupo de escolares de la escuela Presentación Centeno ' en septiembre de 2020 en la comunidad de Batalla del municipio de Juan Francisco Bulnes, en Honduras. Alan Martínez (Ayuda en Acción)

Tras el parón educativo que supuso el coronavirus, los niños y niñas de Mirasol miran al futuro con más esperanza gracias a las energías renovables. En Mirasol estas mejores condiciones van a permitir una apertura total del centro educativo, asegurando la salud de 10 niños y niñas por día. Junto al profesor miskito Mardoqueo Harris estamos preparando ya las charlas y actividades que se realizarán tras un año sin escuela: la prevención de la transmisión de la covid-19 será fundamental. Por eso instalaremos lavamanos portátiles fabricados por jóvenes emprendedores de la zona. De esta forma apoyamos también el empleo y la generación de oportunidades entre la población adulta.

Construir una nueva normalidad donde la niñez esté en el centro

Desde el comienzo de la pandemia, nuestro trabajo de campo ha sido continuo, especialmente en las zonas del país con índices de pobreza más altos. En momentos tan complicados nuestro mensaje fue contundente: necesitábamos decirles a todas las niñas, niños y familias que estábamos con ellos, que no los dejaríamos solos.

Volver a la normalidad no es una opción, es una necesidad imperante. Pero esa normalidad deberá siempre garantizar los derechos de la infancia, apostar por una educación realmente equitativa que haga frente a la pobreza a la vez que impulsa los sueños y la dignidad de cualquier estudiante, en cualquier rincón del mundo.

Roberto Bussi es director de Ayuda en Acción Honduras.

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