La Dorsal de Nasca o cómo proteger el fondo del mar, por el bien de la propia vida
Parte de esa extensa cadena de montes y planicies submarinas denominada Cordillera de Salas, Gómez y Nasca, que termina frente a las costas peruanas, espera convertirse este año en área protegida. Lo merece: guarda grandes tesoros de biodiversidad y secretos impredecibles sobre los fondos oceánicos
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La mar no estaba serena, pero a las 2 horas y 30 minutos de la tarde del 22 de marzo de 2020, el capitán de navío Rafael Benavente sintió otro sobresalto. Estaba en la cabina de mando del Buque Armada Peruana (BAP) Carrasco, una embarcación oceanográfica construida en el 2014 por la empresa Freire Shipyard del puerto de Vigo, cuando escuchó un mensaje con aire de ¡Eureka!
― ¡Acá está, es la cordillera! ― le avisaron unos tripulantes desde la parte baja de la nave.
Benavente bajó inmediatamente a la zona donde están los equipos científicos del barco y apreció en una pantalla el sorprendente perfil del subsuelo marino. Subía y bajaba desde más de 3.000 metros de profundidad y se elevaba hasta más de 1.800 metros dentro del agua, como si fuera una porción de la Cordillera de los Andes clavada en las profundidades más oscuras del mar.
Los montes sumergidos
“Nos sentimos satisfechos y hubo abrazos”, cuenta con emoción este oficial de la Marina de Guerra del Perú que comanda el Carrasco. Venían de una misión en la Antártida con varios oficiales y científicos más, y se habían organizado para, al llegar frente a las costas sureñas de Paracas (unos 260 kilómetros al sur de Lima), soltar una ecosonda y explorar los fondos marinos.
No es que esta cordillera profunda fuera absolutamente desconocida. Se sabe de su existencia desde hace algunos años, al punto que en 2010, Chile creó en el extremo opuesto de ella, cerca de la isla de Pascua y donde los montes marinos sí salen del mar, un área protegida de 150.000 kilómetros cuadrados, denominada Parque Marino Motu Motiro Hiva o PM Salas y Gómez.
El asunto es que, desde esas lejanías ubicadas a 3.500 kilómetros del litoral chileno, hasta la zona ubicada frente a Paracas, que es más bien denominada Dorsal de Nasca, hay 2.900 kilómetros de montes sumergidos que apenas han revelado sus secretos. “Allí puede estar el origen de la vida”, dice Héctor Soldi, exdirector del Instituto del Mar del Perú (IMARPE).
Esa extensa cadena de montes y planicies submarinas, denominada Cordillera de Salas, Gómez y Nasca, incluye conos al parecer volcánicos, cuya actividad es desconocida, así como cañones submarinos, donde podrían existir peces abisales no registrados o especies asociadas a emanaciones de gases de sulfuro. “No sabemos qué hay en esas profundidades”, agrega Soldi.
Lo que sí se sabe es que hay millones de bacterias que procesan lo que cae de la lejana superficie hacia abajo (un pez muerto, por ejemplo) y permitir que haya afloramientos de nutrientes hacia las aguas de más arriba, donde circulan 12 especies comestibles. Entre ellas, el jurel (Trachurus murphyi), la caballa (Scomber japonicus) o el bonito (Sarda chilensis chilensis).
También navegan por esos lares tres especies de atún (de cola amarilla, de ojo grande, barrilete); tres de tiburón (azul, diamante, martillo); 14 especies de cetáceos, entre ellas la ballena azul (Balaenoptera musculus), la orca (Orcinus orca) y el delfín nariz de botella (Tursiops truncatus); así como dos tipos de reptiles, incluyendo a la tortuga cabezona (Caretta caretta).
En la Dorsal de Nasca hay un registro de 1.116 especies de fauna marina, lo que la convierte en un punto caliente por su alta biodiversidad
De momento, según un informe del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP), en la Dorsal de Nasca hay un registro de 1.116 especies de fauna marina, lo que la convierte en un punto caliente por su alta biodiversidad. Es más: tiene un nivel de endemismo biológico de los más altos del planeta, sobre todo en peces e invertebrados.
La vida que emerge de los océanos
Todo eso que está arriba, al alcance de la actividad humana y en la parte fótica (donde llega la luz del sol), tiene que ver con los misteriosos montes sumergidos. “Allí, entre los montes y cañones submarinos, hay microhábitats”, explica Patricia Majluf, bióloga marina y vicepresidenta de Oceana Perú, una organización internacional dedicada justamente a conservar los océanos.
El intercambio entre las aguas profundas, las aguas medias y las aguas superficiales es clave para la profusa biodiversidad de esta región marina se mantenga. No se sabe incluso qué hay exactamente más abajo, pues de acuerdo al documento de SERNANP solo entre 0,4 y el 4% de las especies que viven en los montes submarinos de todo el mundo “han sido muestreadas con fines científicos”.
De allí que se haya tornado fundamental crear la Reserva Nacional Dorsal de Nasca, la primera área protegida exclusivamente marina del Perú, en donde se permitiría la explotación de recursos de forma sostenible. Tendría una superficie de casi 63.400 kilómetros cuadrados, ubicados bajo el mar y sobre los montes submarinos, y a 105,5 kilómetros de la costa, frente a la localidad de Paracas.
Si se aprueba ―el gobierno peruano la ha anunciado para este año―, las áreas marinas protegidas del Perú saltarían de un 0,48% a un 7,6% del territorio nacional. No sería mucho (Brasil tiene 26,6% y Chile 42%), aunque se aproximaría al 10% acordado en la meta 11 del Convenio de Diversidad Biológica (CDB), que debería haberse alcanzado en el 2020.
Esto se entronca, además, con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 14, que insta a “conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible”. Esto último debería ocurrir el 2030, de modo que estaríamos al inicio de una década crucial para la conservación del mar peruano y de otros mares del mundo.
La Dorsal de Nasca es el extremo noreste de la Cordillera de Salas, Gómez y Nasca. Según el expediente técnico que sustenta la creación de la reserva, tiene una antigüedad de 45 millones de años y sus montes submarinos se encuentran a partir de los 1.500 hasta los 4.000 metros de profundidad. Normalmente, visualizamos eso en la superficie terrestre, no en el fondo del mar. Sin embargo, existe.
De acuerdo de la bióloga marina Susana Cárdenas, de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, se estima que en todos los océanos existen “alrededor de un millón de montes mayores de 100 metros”. Tienen la particularidad de inducir corrientes, lo que favorece el afloramiento y la biodiversidad, y asimismo son fuente de señales para la migración de peces, aves, cetáceos, cefalópodos, tortugas.
Ojos abajo
En rigor, los océanos son misteriosos, aún inexplorados, pero se pueden avistar parcialmente desde embarcaciones como el BAP Carrasco o desde un submarino. Este buque, como explica con detalle el capitán Benavente, tiene equipos para hacerlo, entre ellos una ecosonda multi-haz, que permite explorar el fondo en varios sectores del fondo marino, no únicamente en un punto.
“Esto permite reportar la profundidad del mar en un área más grande”, apunta Soldi, quien tiene vasta experiencia en la aplicación de la batimetría, que es el método que hace posible conocer esas profundidades, aunque no puedan literalmente tocarse. Eso fue lo que soltó el BAP Carrasco cuando se plantó a unos 100 kilómetros de la costa peruana, frente a Paracas.
El mar peruano es uno de los más productivos del mundo, a pesar de que solo significa el 0,1% de la superficie marina del planeta
Tal incursión permitió avistar el mágico fondo de la cordillera submarina. Y también hizo posible que, en un momento cumbre de la incursión, se soltara una roseta oceanográfica, consistente en varias botellas de plástico especial que recogen lo que hay en los distintos niveles del agua. Ellas miden la conductividad, la salinidad y otros parámetros importantes.
Las muestras han sido enviadas al Instituto del Mar Peruano (IMARPE), para que haga un riguroso análisis y luego de eso se determine a partir de qué profundidad comenzará el área protegida submarina, un asunto insólito e inédito en el Perú, donde la mayoría de áreas protegidas son terrestres. De allí que la decisión sea clave para conservar esta porción de océano.
Se puede hacer desde los 800 metros para abajo, pero como explica Soldi hay algunas especies que viven en un rango más amplio y todavía más abajo. Un caso es el del bacalao de profundidad (Dissostichus eleginoides), que puede circular desde los 800 hasta los 2.500 metros de profundidad. ¿Qué pasa si a esta especie se le rompe el ciclo biológico?
El mar peruano, de acuerdo con Oceana, es uno de los más productivos del mundo, a pesar de que solo significa el 0,1% de la superficie marina del planeta. Si la flota pesquera que trabaja por la zona intensifica su actividad podría afectar a la nueva área protegida y todo ese dispendioso ecosistema oceánico, donde las corrientes, los peces o el plancton fluyen sin cesar.
Por añadidura, parte de la fauna existente en la Dorsal de Nasca está amenazada, de acuerdo a las categorías establecidas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). La ballena azul y el albatros de las antípodas (Diomedea antipodensis) están “en peligro”, lo que significa que enfrentan un riesgo de extinción “muy alto”.
La vida y los océanos
Otros ocho animales ―entre ellos el cachalote, el albatros errante, la tortuga cabezona― están en situación “vulnerable”, es decir ante un peligro “alto” de extinguirse. Son en total 30 las especies de esta zona las que deben ser protegidas, porque están en tales categorías o en otras (“casi amenazada”, “datos insuficientes”, “preocupación menor”) y no pueden desaparecer.
¿Le importa todo esto a la especie humana? En medio de una pandemia que no se detiene, o de preocupaciones financieras y crisis políticas, podría pensarse que es algo secundario. Pero no crear esta nueva área protegida en el Perú, y otras que protejan otros fondos marinos, sería como renunciar a alentar el flujo de la vida misma, que precisamente comenzó allá abajo.
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