Los resultados de dar dinero a los sintecho
Un proyecto en Vancouver (Canadá) repartió unos 4.800 euros a personas pobres y sin hogar para gastarlos como lo desearan. Y así lo hicieron
Canadá es el país del continente americano con mayor Índice de Desarrollo Humano y el 13º puesto del ránking mundial. Sin embargo, el sinhogarismo no aparece como un caso anecdótico en su territorio. Según un informe del Observatorio Canadiense de Personas sin Hogar (Canadian Observatory on Homelessness), unas 235.000 personas padecen este problema en algún momento del año; el 27% son mujeres y el 19% jóvenes. Entre el 28% y el 34% de los individuos que recurren a algún albergue son de origen indígena, aunque representan el 4,9% de la población total de Canadá. No obstante, diversos expertos subrayan que la situación es más grave si se toma en cuenta a los sintecho “escondidos”, es decir, a quienes pernoctan con constante incertidumbre en pisos de amigos y familiares, coches o edificios abandonados.
El país norteamericano cuenta con distintos servicios públicos para ayudar a sus ciudadanos en dificultades. Uno de ellos, visto como una última tabla de salvación, es la prestación de asistencia social, un pago mensual para personas en situación de extrema pobreza con nulos o raquíticos ingresos. Este programa es administrado por cada una de las provincias canadienses. No obstante, diversos factores impiden que gran parte de los sintecho puedan cobrar este apoyo. Se trata de una situación que no es endémica de Canadá; otros países con iniciativas similares, como España, también presentan este problema. Por ejemplo, realizar trámites por teléfono o internet, poseer una cuenta bancaria (donde un comprobante de domicilio no es un asunto menor), presentar documentos de identidad vigentes. “Los Gobiernos han tratado de simplificar los trámites. También los organismos comunitarios ofrecen acompañamiento para estas personas en etapas del proceso. Sin embargo, aún hay obstáculos para gente con necesidades tan urgentes”, afirma Carolyne Grimard, profesora en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Montreal.
A pesar de la existencia de albergues, comedores comunitarios y organismos de atención sanitaria, los individuos sin hogar enfrentan numerosas dificultades para romper con situaciones recurrentes y retomar el control de sus vidas. Más aún cuando muchos de ellos no pueden tener acceso a un cheque de asistencia social. Por dicha razón, diversos expertos han reflexionado sobre la necesidad de explorar otras vías. Una es apoyar a estas personas directamente con dinero.
En 2009, la organización Broadway decidió repartir metálico entre 13 sintecho de Londres. El máximo para gastar en un año eran 3.000 libras (3.325 euros), cifra que desconocían los participantes, quienes únicamente tenían que señalar qué querían comprar con el dinero para mejorar su situación. Las respuestas fueron variopintas: desde un diccionario, pasando por un par de zapatillas, hasta un televisor. El gasto anual promedio fue de 794 libras (880 euros). Al cabo de un año y medio, 11 de los 13 individuos ya no vivían en las calles; además, varios de ellos se inscribieron en programas de formación y restablecieron los contactos familiares.
A principios de octubre, el informe de un programa canadiense ―con participantes más numerosos e indicadores de mayor calado― confirmó que se trata de una medida a tomarse en cuenta. “Nos inspiramos en el proyecto de Broadway, al igual que en los trabajos de Rutger Bregman y en iniciativas de otros organismos, como Give Directly [organización que envía dinero a familias de extrema pobreza en algunos países africanos]. Queríamos ir más allá de un presupuesto personalizado para desembolsar transferencias directas de efectivo. Además, la creciente evidencia de estudios en todo el mundo indica que esta puede ser una intervención beneficiosa para algunas personas que se encuentran sin hogar. Hay un creciente número de individuos en Norteamérica que sufren esta situación, y creímos que había llegado la hora de romper el statu quo con una solución innovadora”, comenta Claire Williams, directora ejecutiva de Foundations for Social Change.
Durante el primer mes, los días a la intemperie bajaron del 77% al 49% entre las personas que recibieron el apoyo
Esta organización ―con el respaldo de la Universidad de Columbia Británica― puso en marcha a principios de 2018 el Proyecto New Leaf. La iniciativa contó con la participación de 115 personas en situación de calle en la ciudad de Vancouver y que debían cumplir con distintos requisitos. Por ejemplo, tener una edad de entre 19 y 64 años, ser ciudadanos canadienses o residentes permanentes, no presentar problemas considerables en salud mental o en consumo de sustancias, carecer de hogar fijo en los últimos dos años como máximo.
Las 115 personas formaron dos grupos al azar. En el primero, cada uno de sus 50 integrantes recibió 7.500 dólares canadienses (unos 4.800 euros) para que los gastara como lo deseara durante un año. “Las investigaciones muestran que una suma grande de efectivo propicia un pensamiento a largo plazo, en comparación con los pagos pequeños, similares a los programas de asistencia social de los Gobiernos. Los 7.500 dólares eran una cifra similar al programa de asistencia en Columbia Británica”, precisa Williams. El segundo sirvió como grupo de control; sus 65 miembros no percibieron monto alguno. Los 115 participantes completaron cuestionarios al término del primer mes y después lo hicieron de forma trimestral. Asimismo, pasaron una entrevista a los 6 y 12 meses.
Los resultados muestran diferencias de peso. Durante el primer mes, los días a la intemperie bajaron del 77% al 49% entre las personas que recibieron el apoyo (en el segundo grupo pasaron del 64% al 78%). Los individuos con la ayuda en dólares consiguieron un domicilio estable a los tres meses en promedio (cinco entre los demás participantes). El 70% del primer grupo logró la seguridad alimentaria apenas un mes de haber recibido el dinero. El 52% lo usaron para comida y alquiler, el 16% en ropa y transporte y el 15% en facturas atrasadas y medicamentos. Cabe señalar que sus gastos en alcohol, drogas y tabaco bajaron un 39%. El informe señala que incluso algunas personas terminaron el año con algún ahorro (unos 1.000 dólares en promedio). “Gasté el dinero en comida y ropa. Pude tomar cita con un quiropráctico y llevé a mi gato al veterinario”, comentó Katherine, una participante, en un video difundido por el organismo.
En sus conclusiones, el informe subraya que este programa invita a evitar los estereotipos relacionados con los sintecho. “Es muy frecuente la idea de que estas personas no pueden tomar decisiones financieras acertadas y que desperdician el dinero; también que otros sabemos mejor que ellos qué cosas necesitan para salir adelante”, apunta Williams. “Durante mucho tiempo, al menos en Canadá y Estados Unidos, la figura de la persona sin hogar estuvo asociada a la de un hombre mayor, vagabundo, alcohólico. Hay distintas trayectorias: jóvenes, gente que trabaja, personas que apenas llegaban a fin de mes ―sin ahorros― y de pronto surge un problema, las familias”, añade Grimard.
El programa también puede fomentar una discusión entre Gobiernos y contribuyentes. Los costes en albergues y servicios médicos para apoyar a una persona sin hogar ascienden en promedio en Canadá a 55.000 dólares anuales. Según los responsables de esta iniciativa, la ayuda en metálico brindada a los 50 individuos representó un ahorro de 405.000 dólares para las arcas públicas.
Otra conclusión fue que entregar ese dinero fue una herramienta efectiva para que muchos de los participantes volvieran a gozar de cierta estabilidad y pensaran en nuevos desafíos. “Me sentía atascada, sin posibilidades”, afirma Katherine, señalando el empuje que representó para ella este programa. “Se abría una puerta para soñar con oportunidades”. Ray, otro de los participantes, encontró domicilio fijo y consiguió pagarse un curso de informática, un paso necesario para su proyecto de trabajar como asistente social. “Puede ser que algún día sea esa persona importante de voz poderosa para ayudar. Una semilla puede convertirse en un roble”, expresa.
Foundations for Social Change ha lanzado una campaña de financiación para repetir la experiencia tres años más. La idea es contar con una mejor estructura para dar el apoyo a 200 personas anualmente, aunque pasaría a 8.500 dólares, a modo de ajustarla al incremento de las ayudas sociales en Columbia Británica. La siguiente meta sería probar la iniciativa en otras ciudades canadienses. Carolyne Grimard ve en el Proyecto New Leaf un planteamiento innovador ―y con resultados de interés― para brindar a un grupo de individuos sin hogar mayor margen de maniobra para administrarse. Sin embargo, considera que debería ser un ejercicio con menos restricciones: “Los participantes respondían a ciertos criterios, pero no hay un perfil específico de una persona sin hogar. Existe toda una pluralidad de experiencias”.
Entregar ese dinero fue una herramienta efectiva para que muchos de los participantes volvieran a gozar de cierta estabilidad y pensaran en nuevos desafíos
Williams indica que están considerando incluir a la covid-19 como una nueva variable en el proyecto. Dice que buscarán reclutar a participantes que se quedaron sin hogar por culpa de la pandemia. Como lo señalan distintos expertos, el coronavirus no solo ha hecho más visibles las desigualdades sociales; también las ha agravado. En el caso de los sintecho canadienses, distintos factores han nublado aún más su panorama. Algunos refugios han cerrado o reducido su capacidad, la mayoría de los comercios acepta únicamente pagos con tarjeta, el material de desinfección y protección no está al alcance de todos. “Hubo una cierta respuesta tardía por parte de las autoridades gubernamentales para marcar las líneas de intervención de los organismos comunitarios. Por ejemplo, ¿dónde pasarían la cuarentena estas personas y cómo tendrían acceso a las pruebas de detección? Y no olvidemos que su prioridad es comer y encontrar un sitio para dormir”, comenta Grimard.
Hace unos días, Esther Duflo, ganadora del Nobel de Economía en 2019 por sus estudios sobre la reducción de la pobreza, declaró a Radio-Canadá: “Un punto interesante de la covid-19 es que, de repente, todo el mundo se encontró con la necesidad de la ayuda social. Una oportunidad dentro de esta desgracia es que podría eliminar parte del estigma”. Necesidad y estigma son dos palabras que los sintecho conocen de sobra.
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