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'PANDORA PAPERS'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Esos ministros de Hacienda que evaden impuestos

Lo maravilloso del holandés Wopke Hoekstra es que justifica su inversión ‘offshore’ en su ignorancia de que Candace radicaba en un paraíso. Y la intenta blanquear alegando que los dividendos los dedicó a una ONG contra el cáncer

Xavier Vidal-Folch
El ministro holandés de Finanzas, Wopke Hoekstra, a finales de septiembre en La Haya.
El ministro holandés de Finanzas, Wopke Hoekstra, a finales de septiembre en La Haya.BART MAAT (AFP)

Reyes, epulones, traficantes de armas, sectas religiosas, artistas y empresarios evadiendo su dinero a paraísos fiscales... Esta caja de Pandora es prolífica en personajes pródigos en esos auto-regalos (doro, regalo en griego), tan gratos, por ejemplares, al contribuyente cumplidor.

Pero la novedad más rutilante desde los Papeles de Panamá es que ahora aparecen ministros de Hacienda que refugiaron miles o millones de euros en los emporios secretistas y sospechosos de las Islas Vírgenes, las del Canal de la Mancha y otros antros de perdición. O sea, dirigentes que por oficio exigen a sus conciudadanos el pago de impuestos en casa, hacen exactamente lo contrario con sus peculios personales.

El caso más hermoso es el del democristiano holandés Wopke Hoekstra, que invirtió (2010) en Candace, una compañía con sede en las Vírgenes cuando era senador, acrecentó esa inversión (2013/14) y la mantuvo hasta 2017, año en que fue nombrado ministro. Dice que una semana antes de acceder al Gobierno desinvirtió. Dice que se lo dijo en privado al premier, Mark Rütte, pero lo ocultó al Parlamento.

Esta semana no se atrevió a asistir al Eurogrupo, aunque lo justificó por las negociaciones para formar nuevo Gobierno, que llevan, ay, meses, pero su presencia debía ser tan clave que no podía escaparse un par de días, para las reuniones en que sus colegas, oportunos, redujeron el tamaño de la lista de... paraísos fiscales.

Lo maravilloso de Hoekstra es que justifica su inversión offshore en su ignorancia de que Candace radicaba en un paraíso. Y la intenta blanquear alegando que los dividendos los dedicó a una ONG contra el cáncer.

Recuerdan a este prócer, ¿verdad? Es quien al inicio de la crisis pandémica bloqueaba un plan europeo de recuperación económica que beneficiase a los del Sur, y recomendaba a la Comisión que investigase a los países “que no habían reforzado sus economías para tener reservas suficientes”. No como él, tan frugal hormiga que las tenía a buen recaudo en la otra ribera atlántica.

En descargo de este iscariote recuérdese que su falta es más general, pues la Holanda bajo su égida fue clasificada por el Parlamento Europeo como “una de las jurisdicciones que facilitan la planificación fiscal abusiva” (8/3/19). Y que esa complicidad con la evasión detrae a España un 4% anual de la recaudación en el impuesto de sociedades; un 3% a Italia y un 7% a Alemania, según el experto Gabriel Zucman (The missing profit of nations, NBER, 2018).

Hay más. El actual primer ministro de la República Checa (atención a las inmediatas elecciones), Andrej Babis, también fue ministro de Hacienda de su país, del que es el segundo hombre más rico y quizá el más influyente: controla dos periódicos clave.

Siendo primer ministro y titular de Hacienda ha mantenido la inversión que hizo en 2009 desde el infierno fiscal de Mónaco en una linda residencia francesa, el Chateau Bigaud, y siete predios vecinos. Su declaración de bienes omite esas fruslerías, pero sus adláteres dicen que cumple todos los requisitos legales, la etérea cantinela habitual en estos casos.

Otra novedad ilustrativa de estos papeles es la elevación del rango de los intermediarios, que ya no se limitan a abogados locales duchos en trampas al fisco. Sacan a la luz las actuaciones del primer despacho de EE UU, Baker & McKenzie, asesorando a fabricantes de armas y a compañías como Apple o Facebook en estas beneméritas prácticas.

El bufete actúa como un lobby internacional en favor de legislaciones fiscales laxas, se infiltra en gobiernos e instituciones. Y asegura, como hacen todos los implicados, que procura “garantizar” que sus “clientes se adhieran tanto a la ley como a las mejores prácticas”. Seguro que inmejorables.

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