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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Putin, una amenaza real

El intento del presidente ruso de intimidar a Europa supone una escalada en la hostilidad que ya sufren algunos países de la UE

El País

Si hay algo que a estas alturas debería haber quedado claro, tanto en los organismos europeos como en las sedes de todos los gobiernos del continente, es que no es prudente desdeñar las palabras de Vladímir Putin. La amenaza pronunciada el martes por el presidente ruso de que su país está preparado para entrar en guerra con Europa “desde ahora mismo” tiene que tomarse muy en cuenta. Sin alarmismo ni tremendismo, pero como lo que es: la constatación de un desafío a la seguridad europea que ya no es ni teórico ni difuso.

No puede sorprender que la ronda de negociación mantenida esta semana en Moscú entre Putin y el enviado especial de la Casa Blanca, Steve Witkoff, haya terminado en nada tras cinco estériles horas de reunión y con una humillación previa al representante de Donald Trump, a quien no le sirvió su obsequiosa actitud con el mandatario ruso para evitar una espera de casi tres horas.

En lo importante, Putin ha demostrado repetidamente que es un jugador de todo o nada y que, al contrario que el presidente de Estados Unidos, raramente va de farol. Ya no le bastan los 28 puntos presentados por Washington —y negociados a espaldas tanto de Ucrania como del resto de Europa—, que en la práctica suponen la rendición de Kiev con la consiguiente mutilación territorial y ninguna garantía real de que la agresión rusa no vaya a repetirse en el futuro. El inquilino del Kremlin quiere más y lo ha dejado claro: quiere consolidar la anexión ilegal de Crimea en 2014, quiere más territorio ucranio y quiere unas condiciones que le permitan asegurar su zona de influencia en las fronteras de Europa democrática.

Al igual que las palabras de Putin, tampoco deberían caer en saco roto los repetidos avisos de quienes —tanto desde las instituciones europeas como desde los gobiernos del continente— advierten de la seriedad de la escalada. Cuando Kaja Kallas, la alta representante para Política Exterior y Seguridad de la UE, advierte de que la guerra híbrida que mantiene Rusia con Europa también puede llegar a España y Portugal está activando dos alarmas a la que conviene atender.

La primera es recordar que Moscú lleva tiempo realizando —y promoviendo— actos hostiles dentro de la Unión, tal y como han denunciado repetidamente aquellos países que más cerca lo tienen, como Polonia, Estonia, Letonia y Lituania. La segunda es que esa hostilidad también amenaza al resto de los Veintisiete. Es la postura que comparten responsables de la defensa como el jefe del Ejército del Aire y del Espacio español, Francisco Braco, o el secretario general de la Alianza Atlántica, el holandés Mark Rutte, cuando afirman: “No estamos en guerra, pero tampoco en paz”.

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