Ir al contenido
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los embustes de Mazón ensucian más que el fango

Desde 2002, el manual para gestionar catástrofes del PP incluye la mentira. Núñez Feijóo aún está a tiempo de romper con esa herencia

Pablo Ordaz

Si Carlos Mazón está buscando un momento para dimitir, o Alberto Núñez Feijóo la ocasión propicia para pedirle en público que se marche de una vez, hoy es el día. Se cumple un año de la tragedia que se llevó por delante la vida de 229 personas, y las más altas autoridades del país asistirán en Valencia al funeral de Estado, que es la manera que tiene una nación de rendir su homenaje más solemne a las víctimas. Sería una vergüenza –y también una afrenta– que el presidente valenciano del PP, el mismo que lleva un año entero saltando de mentira en mentira para intentar salvarse, se sentara en la primera fila de la ceremonia, hombro con hombro con el jefe del Estado, a escasos metros de los familiares de quienes, aquella tarde del 29 de octubre de 2024, fueron perdiendo la vida bajo el barro. ¿Dónde estaba, qué hacía, cuál era el motivo tan importante que impidió al president de la Generalitat estar donde debía estar?

Es legítimo preguntarse qué es lo que sigue queriendo ocultar Mazón a base de silencios y medias verdades. ¿Tan grave es? ¿Lo saben en su partido? ¿Es Núñez Feijóo cómplice de su secreto? ¿O es Mazón el que sabe algo que tiene atado de pies y manos al presidente del PP?

No hay más que darse una vuelta por las redes sociales para constatar que, en las vísperas del aniversario, son muchas las cuentas que recogen las distintas versiones que ha ido ofreciendo Carlos Mazón sobre lo que hizo aquella tarde, a rebufo casi siempre de los datos que iban descubriendo los medios de comunicación. Uno de los mensajes que más se repiten es que, en los últimos ocho meses, el presidente de la Generalitat valenciana ha ofrecido ocho versiones diferentes, más que suficientes para cubrir un año completo de silencios y mentiras. Al principio, quiso ocultar dónde había estado; cuando se descubrió el nombre del restaurante, mintió sobre con quién había almorzado; luego jugó al despiste sobre la hora en que abandonó el local, sobre qué hizo al salir o cuál fue su itinerario… El último dato puede parecer irrelevante, pero no lo es. Solo hace falta imaginarse la situación. En torno a las 18.45 de la tarde del viernes 29 de octubre, Carlos Mazón acompaña tranquilamente a la periodista Maribel Villaplana hasta el aparcamiento en el que había dejado el coche; a esa misma hora, a solo unos kilómetros del centro de Valencia, ya habían muerto 55 personas.

Dicen en el PP que Carlos Mazón está “amortizado”, que ya no será candidato, que su carrera política está acabada, pero que su relevo no se producirá de manera inmediata porque “hay que medir los tiempos”. Lenguaje frío, cálculo político elaborado sobre la moqueta de cualquier planta de la sede central del PP en la calle Génova de Madrid. Demasiado lejos del fango, pero demasiado cerca de la mentira.

Desde 2002 para acá, el partido que hoy lidera Núñez Feijóo ha incorporado la mentira en su manual de gestión de las catástrofes con las que tuvo que lidiar. Es el punto en común que une el naufragio del Prestige frente a las costas de Galicia (2002), el accidente del avión Yak 42, en el que fallecieron 62 militares españoles (2003), el gran bulo sobre los atentados yihadistas del 11 de marzo de 2004, el ataque a las víctimas del accidente del metro de Valencia (2006) o los fallecidos en las residencias de la Comunidad de Madrid durante la pandemia (2020).

Aquel manual de comportamiento se inauguró bajo el segundo mandato de José María Aznar, y Mariano Rajoy lo heredó, no digamos Isabel Díaz Ayuso, alumna aventajada de Esperanza Aguirre. Alberto Núñez Feijóo llegó con otro talante, y aún tiene la oportunidad de demostrarlo apartando al PP –y apartándose él mismo– de unos embustes que ensucian más que el fango.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Pablo Ordaz
Es reportero de EL PAÍS. Sevilla, Madrid, San Sebastián, México, Roma. Le hizo la última entrevista a Camarón y la primera al papa Francisco.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_