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Un año sin las vidas que se llevó la dana

Un matrimonio enamorado, una mujer que estrenaba casa, un panadero jubilado, un bebé, un guarda “con mucho don de gentes” o un policía fuera de servicio que quiso ayudar… EL PAÍS localiza al entorno de algunas de las 229 víctimas mortales de la dana para crear este muro de la memoria en su homenaje

El País

La dana se llevó por delante la vida 229 personas en Valencia, siete en Castilla-La Mancha y una en Andalucía. Dos personas siguen aún desaparecidas. Cuando se cumple un año de la tragedia, los familiares continúan sumidos en el dolor de la ausencia de sus seres queridos, clamando solos, o unidos en asociaciones, justicia y enredados en una maraña de promesas de ayudas que en muchos casos no terminan de llegar.

Este muro de la memoria, creado al cumplirse un mes del desastre permanece abierto para todos los que deseen participar. Un equipo de periodistas EL PAÍS ha buscado y escuchado y recogido los mensajes y fotografías de todos los familiares y amigos que han querido dejar constancia de quiénes eran aquellos cuyas vidas sepultó la riada.

José Antonio Salvador Martínez

64 años

Paiporta

El atletismo fue una de las grandes pasiones de José Antonio. “No lo hacía por competir, lo hacía porque le gustaba correr”, cuenta su hijo Xavi. Socio de los clubes de atletismo de Paiporta y Montserrat, donde todo el mundo lo conocía, últimamente cambiaba los maratones por el micrófono y disfrutaba narrando las carreras locales. Hacía de speaker en su valenciano natal.

En el deporte mostró una de las virtudes que su hijo más destaca de él: “Trabajador”. Empezó a los 14 años en una imprenta y a principios de los 90, junto a sus dos hermanos, montó su propio negocio de artes gráficas. Y aunque ya estaba en edad de jubilarse, no quería dejarlo. “Se veía fuerte y le gustaba”, recuerda Xavi.

A su mujer, Amparo, la conoció en Montserrat. Tuvieron tres hijos: Toni, Xavi y Marina. Cuenta el segundo que a su padre lo que más le llenaba era “ver a sus hijos crecer con propósitos que se cumplen”. Toni ha tomado el cargo que dejó su padre en el negocio; y Xavi, animado por los consejos que le dio su padre, ha abierto el suyo propio. Ambos han tenido recientemente un hijo. “Los niños le encantaban, pero con sus nietos, se le caía la baba”. José Antonio, que también fue un lateral derecho esforzado en clubes de fútbol de la zona, conoció a muchas personas a lo largo de su vida, pero sus amigos más cercanos, aquellos que hizo en el colegio, los conservó para siempre.

En los últimos años, había cultivado una renovada pasión por el campo. En unas tierras que tenía, regaba y cuidaba de unas oliveras de las que obtenía su propio aceite. Como en el atletismo, “no lo hacía por obtener un beneficio, sino porque disfrutaba de ello”. Su aceite lo repartía entre familia, amigos, vecinos y conocidos. “Era un hombre generoso y muy querido. Todavía me paran por la calle y me dicen: ‘Me acuerdo de tu padre todos los días”, relata su hijo. 

Antonio Ruiz Fernández

59 años

Mislata

Tenía tres hermanas y un hermano, todos mayores que él. La segunda de los cinco, 16 años mayor que Antonio, recuerda que hasta que tuvo sus propios hijos, pasaba mucho tiempo con él. “Mi hermano de niño era muy bueno”, relata por teléfono su hermana, que prefiere no revelar su nombre. Los hijos de su hermana eran apenas unos pocos años menores que él, y de jóvenes, se juntaban el tío con los sobrinos en las calles de Mislata, el pueblo al que los padres de Antonio habían emigrado desde Córdoba en busca de trabajo.

De joven, Antonio trabajó muchos años en la hostelería. “Salía de trabajar a las 5.30 de la mañana y me venía a buscar a mi casa para llevarme al trabajo. Era muy servicial: si tenía que llevarte a algún sitio, te llevaba”, cuenta su hermana. Dejó el bar y encontró empleo conduciendo camiones. Cuando sus padres se pusieron enfermos, él los cuidaba los fines de semana. Cuenta su hermana que nunca puso ninguna pega a ocuparse de ellos: “Las hermanas trabajábamos y no podíamos”. En los últimos años, pasaba tiempo con sus hermanas mayores. Almorzaban juntos en algún “barecito”, y luego iban a la casa a tomar café y a “hablar de la vida”. Antonio cogía el autobús y regresaba a Paiporta, donde vivía. 

Piedad Vico Duran

85 años

Caniles (Granada)

Una mujer “luchadora”, preocupada por su familia, por sus hijos, sus nietos, y por todas las personas, recuerda Encarnación, una de las tres hijas que tuvo Piedad. “Si alguien le pedía ayuda en la calle, ella se paraba”.

Nacida en 1939, Piedad conoció lo peor del hambre y la pobreza de la posguerra española. Desde muy pequeña se vio obligada a pedir limosna y a trabajar. “No pudo ir al colegio ni jugar, sino que tuvo que servir en casas”. Esa experiencia, cuenta su hija, la convirtió en una persona empática con los más necesitados. Fue socia y donante de Cruz Roja durante muchos años.

De muy joven se fue a vivir a Valencia. Se casó a los 23 años y formó una familia. Sus tres hijas han tenido descendencia. Sus nietas la querían mucho. "Ella siempre estaba, siempre ayudaba a los demás cuando lo necesitaban", cuenta Encarnación. Le gustaba relacionarse con la gente y mantuvo muchas amistades que, cuando se hizo mayor y perdió movilidad, iban a visitarla a su casa, en Sedaví, donde vivía sola.

Allí le sorprendió la riada. Cuando el agua empezó a entrar, llamó a su hija y trataron de pedir ayuda, pero fue imposible.

Manuel Sales Esteve

92 años

Valencia

“Bueno y tranquilo”, recuerda Pepi, su nuera. Manuel vivía en un chalé en Sedaví junto a su mujer, Dolores. Estuvieron juntos 67 años y tuvieron un hijo, José Manuel. Padre e hijo eran hombres poco habladores, pero guardaban una buena relación. Sin falta, una vez a la semana, quedaban para almorzar. 

Manuel fue albañil, le gustaba trabajar. Desde que se jubiló, iba cada día andando hasta sus ‘campitos’, a cinco minutos de casa, donde cultivaba habas, tomates y otras verduras de temporada para él y para su familia; lo que sobraba, lo regalaba a los vecinos. Su hijo se casó con Pepi, con quien tuvo dos hijos. Ver a sus nietos era para Manuel una gran alegría.

A las 20.30 del 29 de octubre de 2024 el agua empezó a entrar en su vivienda. La mujer que cuidaba de Manuel y su esposa trató de pedir auxilio. Los vecinos intentaron ayudarles a salir, pero solo pudieron poner a salvo a la cuidadora. Dolores, que fue rescatada por la UME cinco horas después, murió en enero de 2025 en el hospital. 

Luis Ángel Saiz Rodríguez

45 años

La Cañada (Paterna)

Todos los fines de semana, Luis Ángel acompañaba a su sobrina Erika, de 13 años, a jugar sus partidos de fútbol. “Le encantaban los niños”, recuerda su madre, María Cristina. Su hijo era un hombre “alegre”, de los que “ríen por todo”. También recto y trabajador: “Si en el trabajo le pedían hacer algo en 15 días, él lo hacía en 8. Eso sí, no le regalaba un minuto a la empresa: entraba a las 7 y a las 3 se iba”. Estaba empleado en la conservación de carreteras del Estado.

En su barrio, La Cañada, todo el mundo lo conocía. Los amigos de los equipos de fútbol en los que jugaba le hicieron un vídeo homenaje tras su muerte. Su prima Izascun, de su misma edad, recuerda los veranos jugando en la piscina cuando eran niños y, más mayores, las noches en los pubs. “Luis era divertidísimo. Hablaba con todo el mundo, hasta con las piedras”. En el barrio del Carmen, en Valencia, las noches empezaban en La Flaca, donde ponían la música favorita de Luis: española. Cuando le gustaba lo que escuchaba, repetía: “Temazo de canción”. Las noches terminaban en Calcatta, donde conoció a una novia con la que estuvo 10 años. Para Luis estar soltero no era un problema, solía decir: “No puedo tener pareja, ahora estoy centrado en mi trabajo, en mis amigos y en Erika”. 

Francisco Ruiz Martínez

64 años

Úbeda (Jaén)

— Cuéntame cosas del yayo, qué le gustaba hacer, qué le hacía risa.

— Pintar, contaba chistes, le gustaba la música, la guitarra, el piano. Le quiero mucho y le estoy echando de menos.

Con estas palabras, su nieta, de cinco años, recuerda a Francisco Ruiz Martínez. 

Murió en Montserrat, donde vivía con su mujer. El 29 de octubre de 2024 trataba de llevar a sus dos nietos a casa de su hija Saray. Viajaban en coche por el caminito entre campos que hacían siempre, pero todo se llenó de agua y el vehículo quedó encallado junto a una palmera. La fuerza de la corriente era tan fuerte que lo único que pudo hacer Francisco fue subir a los niños al techo del coche para ponerlos a salvo. Se sujetaron los tres como pudieron. Los pequeños se aferraron al tronco de la palmera, pero el abuelo quedó sin sujeción. En algún momento, perdió el equilibrio y cayó. Su cuerpo sigue desaparecido. 

Francisco se casó a los 31 años y tuvo dos hijos, Samuel y Saray. Su hija lo describe como un hombre “súper sociable, hablaba hasta con las plantas”. Más allá de su oficio de camionero —del que se jubiló durante la pandemia, tras el cierre de la empresa—, fue monitor en una pista de hielo: patinaba y enseñaba a los demás a hacerlo. La música, como cuenta su nieta, jugó un papel esencial en su vida. Llegó a trabajar como técnico de sonido para bandas como Amistades Peligrosas. 

El 10 de octubre de 2025 falleció su mujer, con quien compartió toda la vida. 

Ramón Farinós Aznar

75 años

Sedaví

Nació en Valencia y vivió en Horno de Alcedo hasta que se casó con María Teresa y se fueron a vivir en Sedaví. Tuvo dos hijos, Ramón y Maite, y siete nietos. Trabajó en la Ford de Almussafes casi toda su vida, y cuando llegaba a las cinco de trabajar se iba al taller de motos de su hermano Vicente a ayudarle. "Le encantaba ayudar a la gente, siempre estaba dispuesto para todo el mundo", dice su hija Maite. "Lo que más me reconforta ahora es que todo el mundo me dice lo buena persona que era; nunca tenía un mal gesto, ni una mala palabra de nadie ni para nadie". Se desvivía por sus nietos. Le encantaba cada mañana acompañarlos al colegio y a las 13.00 esperarlos a la salida. "Fue un padre increíble y un abuelo aún más increíble", enfatiza Maite. Muy trabajador, y sobre todo, "un manitas"; para arreglar cualquier cosa andaba con su maleta de herramientas. Le gustaba la playa y pasaba sus veranos en Cullera. En Navidad su familia lo va a recordar especialmente, porque le encantaba la Nochebuena. Desde las seis preparaba la mesa para cuando llegara su familia. 

 

José Martínez Toral

49 años

Cheste

Era director de un centro educativo de Cheste. Entregado a la docencia y responsable con sus funciones. Sus alumnos eran su prioridad, y era generoso con quien lo necesitara, como psicopedagogo. Era muy dado a trabajar con los más vulnerables, personas con discapacidad, adolescentes que lo requirieran. "Su humor y su sonrisa dejan una huella en todos los que le hubieran conocido", afirma su hermana Encarna. El 29 de octubre, esperó en su lugar de trabajo hasta las seis de la tarde para asegurarse que nadie fuera al instituto ni a las residenciales por las intensas lluvias. Partió hacia su casa sin saber cómo estaban las vías ni la gravedad de las inundaciones. Nadie le alertó. Cuando iba en su coche, se lo llevó la riada. 

Isabel Valero Puchades

83 años

Sedaví

Era soltera, no tuvo hijos, pero fue como una segunda madre para sus tres sobrinos, Toni, Elvi e Isabel. Y como otra abuela para los hijos de sus sobrinos. Isabel cuenta que su tía, siendo ya muy mayor, se tiraba al suelo a jugar con sus nietos y se revolcaba con ellos, que la adoraban. Hace más de 15 años había superado un cáncer, del que había salido con una voluntad de vivir intensamente la vida. No se quedaba en casa. Le gustaba mucho viajar, el fútbol y salir con varios grupos de amigas que tenía en Sedaví. Con ellas le encantaba ir al mercadillo todas las semanas. Otra de sus pasiones fue la fiesta de Moros y Cristianos, en la que salía a desfilar. Los últimos años ya había dejado de hacerlo por una artrosis en la pierna que limitaba su movilidad. El día de la dana, su sobrina la llamó para alertarla por el riesgo de las inundaciones, pero ella respondió que en la zona en la que vivía todo estaba normal, que no había llovido en todo el día. Nadie les había enviado una alerta sobre lo que vendría. En cuestión de minutos el torrente de agua irrumpió en su casa, que era un bajo, y allí falleció. Su familia echará de menos "las partiditas de parchís en el chalé". 

Francisco José Sanchís Rodríguez

52 años

Sedaví

Nació en Sedaví y vivió sus primeros 21 años en el número 117 de la calle del Sol de esa localidad. Trabajó toda su vida en este municipio. A sus 18 años empezó a trabajar  en Radio Rostoll y en Sedaví Radio, y después ingresó a trabajar en el Ayuntamiento de Sedaví, en el que actualmente trabajaba en comunicaciones y en el área de Cultura. Su esposa, Ilosva Azurduy, le recuerda como un "gran profesional, amigo, siempre dispuesto a ayudar" y cuenta que disfrutaba de organizar las actividades culturales del pueblo. "Amante de su trabajo, detallista, metódico, fotógrafo empedernido", agrega ella. Francisco José —o 'Chechu', como le conocían todos en Sedaví— colaboraba con el periódico Mundo Deportivo, informaba del fútbol juvenil de la Comunidad Valenciana, del Valencia Mestalla. Era padre de los mellizos Javier y Sergio, de siete años, "excelente papá, muy entregado a sus hijos, hogareño", dice su esposa. Su familia era su tesoro. De una forma o de otra, todos en Sedaví sabían quién era. El 29 de Octubre, estaba en casa junto a su mujer y sus dos hijos y acababan de ver una película. La luz se cortó, los niños estaban inquietos, los vecinos del frente sacaron sus coches del garaje. Él vio por el chat de WhatsApp de la comunidad que el agua que se acercaba posiblemente iba a inundar los garajes y que sacaran los coches. Fue a sacar el suyo y no volvió. Minutos después llamó a su esposa pidiéndole ayuda, le dijo que estaba atrapado en el coche, que no podía salir, también llamó al alcalde del pueblo. Cuando bajó el nivel del agua, sus vecinos fueron en grupo a intentar rescatarlo, pero volvieron a casa sin José, habían encontrado el coche pero no a él. La fuerza del agua con lodo lo arrastró al interior de un garaje subterráneo en la calle Francisco Almarche de Benetússer.

Rafael Brisa Marqués y María Consuelo Vidal Vallejo

75 y 71 años

Picanya

Rafael, de 75 años, y María Consuelo, de 71, compartieron su vida desde adolescentes. Ambos nacieron en el municipio de Paterna. Se enamoraron muy jóvenes y se casaron en julio de 1974. Recién habían cumplido 50 años de casados. Muy pronto tuvieron a sus dos hijas: Azucena Brisa Vidal, de 49 años, y Esmeralda Brisa Vidal, de 47, que les dieron cuatro nietos. "Por el trabajo de mi hermana y el mío, los niños pasaban mucho tiempo con ellos, nos los devolvían bañados y cenados, eran los mejores abuelos del mundo", cuenta su hija mayor. Rafael dedicó la mayor parte de su vida al curtido de pieles, profesión que practicó hasta su jubilación. Su esposa trabajaba como asistenta del hogar. A los dos les encantaba el flamenco. Tanto así, que Rafael participaba como guitarrista en varios coros rocieros, y Azucena estaba siempre a su lado. Actualmente vivían en Picanya, a 50 metros del barranco del Poyo. El día de la emergencia su hija los llamó para que salieran de casa y buscaran un lugar seguro. María Consuelo no podía caminar debido a una reciente operación en su pierna, y Rafael intentó salir con ella en brazos. "Él consiguió sacarla porque el agua les llegaba al pecho, pero no se podía agarrar a nada", según contó una testigo. "Si se agarraba a algo tenía que soltar a mi madre y la arrastraría la corriente de lodo", dice su hija. "Era un muy buen hombre y decidió mantener cogida a mi madre y dejarse arrastrar por la corriente, en vez de soltarla. Esa es su triste y su bonita historia", relata. Sus cuerpos aparecieron en Paiporta y fueron despedidos juntos.

Juan Mandingorra Poveda

93 años

Paiporta

Juan nació en Paiporta al igual que sus cuatro hijos. Su hija Rosa le recuerda como una "muy buena persona", que vivía solo porque se encontraba bien así. Una mujer cuidaba de él y le ayudaba con las tareas del hogar. Entre semana, iba al bar echar la partida, se tomaba un café y se daba un paseo. Cuando uno de sus amigos fue a dar el pésame a la familia, lamentó no poder volver a jugar con él al dominó. Los fines de semana acudía a la casa de alguno de sus hijos, "pero no había manera de convencerle de que no fuera a casa a dormir solo", explica Rosa. El día del temporal se encontraba viendo la televisión "como siempre, con los pies en alto". La mujer que cuidaba de él le llamó para preguntarle si había entrado agua en su casa y, al bajar los pies del apoyo, se dio cuenta de que su salón se estaba inundando. Uno de sus hijos se dirigió a su casa, pero el nivel de la riada en la calle ya superaba el metro y medio, por lo que no pudo acceder. Los arquitectos le confirmaron a la familia que el agua en su salón superó los dos metros.

Elvira Martínez Alfaro y Elisabet Gil Martínez

63 y 38 años
Cheste

Elvira y Elisabet, madre e hija, compañeras de trabajo y confidentes. Una vida unidas. Inseparables. La avalancha de lodo las pilló juntas, en el coche. “Elvira llevaba toda la vida de camarera de piso en el Hotel La Carreta, aquel día había hecho ya su turno de mañana pero, como su hija no tenía coche ni carné de conducir la llevó, porque Elisabet trabajaba en el mismo sitio, en el turno de tarde”, cuenta Ernesto Martínez, el hermano mayor de Elvira. Ella era la segunda en una familia de siete hermanos. “Yo le llevaba un año, pero ella aprendió a andar antes que yo”, recuerda con cariño. “Ha sido siempre una luchadora”, añade. Luego, años después, en la adolescencia, fue él quien llevó a Elvira a la discoteca, “¡con solo 14 años!”, ríe. Fue en esas salidas en pandilla cuando Elvira conoció a su marido, Ismael, con quien pasó el resto de su vida. Elvira era una mujer “muy familiar, tremendamente trabajadora y muy casera, nada le gustaba más que estar en su casa con su familia”, asegura. Su felicidad eran su hija y sus nietos, “Tenía un gran corazón”, agrega su hermano. Elisabet, que continúa desaparecida, tiene dos hijos: Iván de, 18 años; y Valeria, de cuatro, que ahora viven con sus respectivos padres y que no serán legalmente huérfanos hasta que su madre sea encontrada. “Era muy buena madre y le encantaban los Sims: creaba historias de animación que luego colgaba en Instagram y tenía muchos seguidores”, cuenta. La última vez que sus familiares hablaron con Elvira y Elisabet, ellas pedían auxilio desde su coche, arrastrado por un enorme torrente de lodo. “Nos enviaron un vídeo, gracias al cual, más o menos, pudimos saber por dónde estaban”, recuerda Ernesto. A Elvira la encontraron días después y la enterraron el 12 de noviembre en el cementerio de Cheste, su pueblo natal, en el que hizo toda su vida. Elisabet es una de las dos personas desaparecidas que quedan. "No tenían que morir si quien estaba a los mandos hubiera cumplido con su obligación", dice Ernesto. "¡Ni olvido ni perdono!", concluye.

María Amparo Ibor Baviera

84 años

Paiporta

Conocida por todos como "Amparo, la Barrina". El dia 29 de octubre estaba en su casa. Sufría un grado de alzheimer muy avanzado y tenía movilidad reducida . Hasta las 2 de la mañana estuvo encima de un colchón que flotaba en el agua sujeta por su nuera hasta que pudieron rescatarla sus propios vecinos. La ingresaron en el hospital el día 30 y acabó falleciendo el día 8 de noviembre.

Isabel Serranilla

83 años

Paiporta

Su casa de toda la vida era una planta baja. El 29 de octubre, su yerno intentó llegar a su casa para asegurarse de que podía alcanzar el primer piso, como le decía su hija por teléfono hasta que se cortó la conexión. Debido a los cortes en las carreteras tuvo que volverse sin saber si había logrado ponerse a salvo. En ese momento, el agua ya lo arrastraba. Los vecinos cuentan que pidió auxilio, pero no podían llegar a su casa por la altura del agua. "Sus hijos, nietos y vecinos no tienen consuelo", cuenta una familiar.

Francisco Miguel Planells Martínez

73 años

Picanya

Francisco fue un hombre trabajador, muy risueño, cariñoso, un buen amigo, abuelo y una persona muy familiar. Estaba casado con María José Esteve Rocati, con quien tuvo dos hijas: María José y Carolina. Esta última murió repentinamente en 2009, sumiendo a la familia en un duro duelo. Francisco dedicó toda su vida a trabajar como panadero por las noches. A los 60 años se jubiló y se dedicó a disfrutar de la vida con su esposa, hasta que hace dos años tuvo que ser operado de un cáncer y estaba en plena recuperación. “Estaba débil, pero luchaba por tener fuerzas y seguir adelante aunque estuviera hundido por dentro. Justo ahora parecía ir algo mejor”, cuenta su hija. El pasado 29 de octubre la familia se encontraba en su casa en Picanya cuando una ola sorprendió a los vecinos de su calle. La fuerza del agua impidió que pudieran cerrar la puerta de la casa a tiempo. Su esposa e hija subieron a la primera planta, pero él luchó por salvar algunas pertenencias. Fue arrastrado por el torrente de agua. Su esposa e hija no confirmaron su muerte hasta dos semanas después. “En nuestra familia estamos rotos desde hace muchos años, pero seguiremos adelante juntos y más fuertes por ellos dos”, aseguran.

Adela Rodríguez

63 años

Torrent

Adela, soltera y sin hijos, nació en Valencia, pero actualmente vivía en Torrent. María José Rodríguez, su única hermana, la recuerda como una persona muy trabajadora que vivía por y para su familia. De joven estudió un tiempo Psicología, pero muy temprano se dio cuenta que su pasión era la Informática. “Era ‘un dinosaurio’ de los ordenadores”, cuenta su hermana. El día de la tragedia de la dana, Adela salió de su trabajo en Beniparrell a las 18.17 de la tarde, según pudo ver su familia en los videos de seguridad de la empresa. Se dirigía a su casa en Torrent cuando la tromba de agua y lodo la alcanzó. Sus familiares y amigos la buscaron sin parar durante una semana entre barrancos y hospitales, hasta que la Guardia Civil los llamó a confirmarles el hallazgo de su cuerpo.

Francisco Murgui

57 años

Sedaví

Nació en Valencia, aunque parte de su infancia y adolescencia la pasó en un pueblo del interior de Valencia llamado La Font de la Figuera. Entre otros trabajos, el último y el más largo fue el de vigilante de seguridad hasta hace unos 11 años, cuando por motivos de salud le dieron la incapacidad total pasando a ser pensionista. Fue siempre una persona a la que le gustaba mucho la labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, como La Legión, el Ejército y la Guardia Civil. Era muy hogareño, pero para él lo más importante era su familia, cuenta su hija María Murgui. "Tenía el don de gentes y era una persona con la que se podía contar siempre que la necesitaras", resalta.

Su hija cuenta que la tarde noche del 29 de octubre, una vez supo que sus hijos estaban en casa y su mujer a punto de llegar del trabajo, bajó a salvar lo que tanto le había costado conseguir, primero su coche, el cual lo sacó del barrizal que se suele formar enfrente de su casa, y, por último, bajó al garaje a sacar su moto a un lugar seco, ya que el garaje de su casa se inunda con poca lluvia. Cuando salió del garaje había poca agua en la calle, pero con poquísimo espacio de tiempo el agua subió y lo único que pudo hacer fue cogerse a un árbol que tenía cerca. Contactó con su familia dos veces para decirle donde estaba y que se encontraba bien. La familia cuenta que a lo largo de esa noche, la esposa de Murgui realizó 82 llamadas al 112, de las cuales no tuvo respuesta alguna, al igual que a la Policía Local de Sedaví, Bomberos y Guardia Civil, de los cuales tampoco obtuvo respuesta.

A las 1:50 de la madrugada, la familia pudo salir a buscarlo al ver que había descendido un poco el nivel del agua. "Gracias a la colaboración de dos vecinos que me ayudaron con cuerdas a llegar hasta el sitio en el que él nos había indicado que se encontraba. Al ver que no estaba ni donde nos dijo ni por los alrededores, decidimos volver a casa y esperar a que saliera el sol para poder buscarlo con la luz del día", cuenta su hija. Las autoridades encontraron su cuerpo una semana después.

Felipe García Monteagudo

67 años

Catarroja

Salió a mover su coche cuando la tromba de agua le sorprendió. Su familia lo buscó incasablemente por toda la ciudad hasta que su cuerpo apareció pocos días después de la tragedia. Estaba casado y tenía dos hijos y un nieto de tres años, "al que estaba muy unido", apunta su hija. También vive aún su padre, de 93 años, que se encuentra muy afectado. Felipe es natural de Fuentealbilla, un pueblo de Albacete. Acudía cada vez que podía y es el lugar donde ha sido enterrado. Allí era muy querido. "Le encantaba contar chistes malísimos que se inventaba sobre la marcha y que hacían a todos reír por lo malos que eran", cuenta su hija. 

Axinia Sandu y Florín Costel Besnea

57 años

Alfafar

Llegaron a vivir a Valencia con sus dos hijas, Alice y Petruta, hace 20 años. Florín nació en un municipio del sur de Rumanía, Turnu Magurele y ahí es donde formaron una familia. Axinia era de un pueblo a 60 kilómetros llamado Crangeni. Este matrimonio de 57 años vivía en Alfafar, a orillas de la Albufera, en una caseta hecha de madera y lámina sobre un campo de arroz. Él se dedicaba a vender palés de madera y a cualquier trabajo que saliera en el campo. Ella era ama de casa. Sus hijas hicieron su vida en la periferia de Valencia, Alice era la que vivía más cerca de sus padres y a la primera que llamaron cuando trataron de huir del tsunami que llegaba con fuerza a la Albufera buscando el mar. Petruta se fue a vivir con su marido Cristian a Villajoyosa (Alicante) y es auxiliar en una clínica estética. A Florín y Axinia les encantaba vivir ahí, a un lado del arrozal. Les gustaban sus días en el campo y sus noches tranquilas. Cuando llegó la riada no había ni una casa cerca de más de dos metros de altura para subirse. Estaban acostumbrados a que de vez en cuando por estas fechas el agua subiera por la puerta, por eso habían elevado el salón y la cocina con tablones. Pero la noche del 29 de octubre lo más alto que tenían era el techo de una furgoneta. Ahí se ataron como pudieron, Axinia había sido operada unos días antes de un tobillo y Alice no se explica cómo pudo dar ese salto. Desde el techo del furgón llamaron a sus hijas para pedir ayuda. Pero al arrozal no llegó nadie. Sus cadáveres fueron encontrados 10 días después a más de dos kilómetros. A su alrededor quedaron también regados los pedazos de una vida: sofá, zapatos, muebles y un Ford Focus azul. 

Antonio Noblejas

76 años

Chiva

Valenciano de adopción, manzanareño de nacimiento, Antonio Noblejas dedicó gran parte de sus 76 años de vida al mundo de la economía y la empresa. Primero en Madrid, donde estudió Ciencas Económicas en la Universidad Complutense, y luego en Valencia, donde llegó en 1981 y de donde ya no se separó en los 43 años siguientes.

Lo hizo para, apenas superada la treintena, abrir y dirigir la primera oficina de la auditora Arthur Ardensen en Valencia. Esto fue en 1981, y en 1984 ya ascendió a socio para, años después, ser el máximo responsable de la firma en la Comunidad Valenciana y Murcia, puesto que mantuvo después de su fusión con Deloitte.

Noblejas deja una esposa, Eloísa, y dos hijos, Irene y Daniel. “Hombre singular y excepcional”, como le ha definido el alcalde de su localidad natal, Julián Nieva.

Desde 2005, y durante 14 años, Noblejas asumió la dirección general de EDEM, escuela de negocios nacida bajo el paraguas de la Asociación Valenciana de Empresarios, y que hoy forma parte de Marina de Empresas del presidente de Mercadona, Juan Roig, de quien era una persona próxima.

En la actualidad, era consejero de la consultora Forlopd y patrono de la Fundación Instituto Valenciano de Oncología (IVO).

Anunciación Pérez Osma

90 años

Utiel

Todos conocían a Anuncia, la mujer que durante toda su vida tuvo dos cumpleaños: el 13 de octubre de 1933 y el 16 de mayo de 1934. Durante la guerra civil se perdieron varios documentos, entre ellos, su acta de nacimiento. Nació en Cuenca, pero cuando falleció su madre siendo ella muy pequeña se mudó a Utiel. Estuvo casada por más de 40 años con Gustavo y de ese gran  amor nacieron dos hijas. Trabajaba en servicios de limpieza y cuando se inauguró el primer instituto del pueblo fue la primera mujer en trabajar allí. Sus vecinos la recuerdan en la puerta de su casa con su gran compañera Chispi, su perra de 11 años. Fue una mujer fuerte, trabajadora, independiente, luchadora y, sobretodo, buena persona. Se encontraba en su casa cuando irrumpió la tromba de agua. La conocía todo el pueblo, jóvenes y vecinos de toda la vida. Anuncia, como la llamaban, tenía ahora un nuevo mote, Papu, adjudicado por su bisnieto de nueve años y al que hasta hace muy poco llevaba a la guardería. “Era muy querida. Estaba siempre sentada en su patio y todo el mundo la saludaba, iba al súper y todas las dependientas le ayudaban. También era la primera en aparecer en el mercadillo de los miércoles. Ahí estaba a las seis o siete de la mañana”, recuerda Mari Carmen, una de sus dos hijas. Anuncia era una mujer fuerte, independiente, con una vida al servicio de los demás. Llegó a Utiel con ocho años para servir en la casa del médico y solo salió de allí para casarse con su marido Gustavo, del que enviudó hace más de 20 años. Durante estas dos décadas, acudía cada semana al cementerio, adonde llevaba flores a su esposo. En los últimos tiempos empezó a flaquear y ahora las flores para Gustavo, que compraba cada miércoles, se quedaban en casa. “Nunca tenía pereza para nada y siempre pendiente de nosotras. Si viese ahora como ha quedado nuestra casa…”, dice Mari Carmen. El jardín de Anuncia, en la calle Ramón y Cajal que fue arrasada por la corriente, era conocido por sus parras cargadas de uvas y sus plantas. Era el jardín en el que todo el mundo se paraba. Hoy no queda prácticamente nada de ese verde frondoso, ni siquiera han resistido las paredes, aunque en la ventana sus hijas han dejado un hermoso centro de rosas blancas. Para que no le falten flores.

Juan Vicente Madrid

50 años

Cheste

Conducía por la carretera A-3 saliendo desde Torrente hacia Aldaya. Su familia supo por la ubicación de su móvil que la última vez que tuvo conexión fue a las 18:15 en ese trayecto, pero no obtuvieron más datos ni lograron comunicarse en ningún momento con él. En el coche iba Juan Vicente Madrid y otro compañero de trabajo. El sábado 9 de noviembre su familia fue notificada de que el cuerpo había sido encontrado.

Luciano Bravo Morales

58 años

Catarroja

Luciano estaba casado y era padre de dos hijos. A pesar de temerle al agua, cuenta su sobrina Alexia, salió de casa esa tarde para mover el coche cuando le pilló la tromba de lodo. Trabajaba en una fábrica de colchones y era aficionado a las series y a las películas. Tenía una caravana en un camping, alquilada durante todo el año, al lado de la playa, a la que iba cada fin de semana que le fuera posible, junto con su familia. Mayka, otra de sus sobrinas, cuenta que "fue una maravilla de persona" y que siempre trataba de "proteger, ayudar y hacer reír a todos".

José Luis Marín

85 años

Chiva

Era fundador del Complejo Educativo Mas Camarena, que pertenece al Grupo de Colegios Siglo XXI, iniciado en 1962 con la creación del Centro de Estudios Marni, junto a su esposa María Teresa Medina. Desde entonces, esta empresa familiar se ha convertido en referente del sector educativo en la Comunidad Valenciana y en España, agrupando dos colegios concertados, tres colegios privados del Bachillerato Internacional y una docena de escuelas infantiles. Esa tarde, había asistido a una comida en Chiva junto a los empresarios Miguel Burdeos, Vicente Tarancón  y Antonio Noblejas. En torno a las 17.30 se pierde la pista de los cuatro, que iban en dos coches. Las últimas noticias los ubicaban entre la carretera CV-378 y la CV-383 de Cheste. Los cuatro amigos fallecieron en los vehículos en los que viajaban.

Vicente Tarancón

72 años

Chiva

Fundó Luanvi a principios de los setenta junto a sus hermanos José Luis y Antonio. La firma textil, con sede en Paterna, es una de las más conocidas de Valencia y del deporte español, ya que ha equipado a los clubes de fútbol de su región natal, como el Valencia CF, Villarreal y Levante, pero también de otros puntos de la geografía española, como el Real Zaragoza, Granada, Tenerife, el Deportivo Alavés o el equipo de fútbol sala Jaén Paraíso. Su marca también se ha extendido a otras disciplinas como el baloncesto, al patrocinar al Valencia Basket, cuya propiedad es del empresario Juan Roig (dueño de Mercadona), así como la Maratón de Valencia y Málaga y la Federación Española de Voleibol. “Con su partida, el deporte valenciano y español pierden a un empresario ejemplar y a un ser humano que dejó una huella imborrable en la industria”, describe Luanvi en un comunicado. “Vicente Tarancón dedicó su vida a la promoción y desarrollo del deporte en Valencia y en España (...) Era un hombre de sólidos principios, generoso y comprometido, cuya ética de trabajo y espíritu de equipo han sido inspiración para generaciones”, añade. Esa tarde, había asistido a una comida en Chiva junto a los empresarios Miguel Burdeos, José Luis Marín y Antonio Noblejas. En torno a las 17.30 horas se pierde la pista de los cuatro, que iban en dos coches. Las últimas noticias de ellos se tienen entre la carretera CV-378 y la CV-383 de Cheste.

Miguel Burdeos

74 años

Chiva

Químico y empresario vocacional. Así define su familia a Miguel Burdeos Baño, fundador y presidente de Suavizantes y Plastificantes Bituminosos, SPB, un grupo empresarial que factura casi 230 millones de euros y que es el propietario de Bosque Verde y Deliplus, marcas comercializadas por Mercadona. Fue una de las figuras empresariales más relevantes de Valencia, done nació en 1950. Su vocación le llevó a estudiar Ciencias Químicas en la Universidad de Valencia, mientras pasaba los veranos trabajando con su padre, y a fundar SPB en 1979, cuando aún no había cumplido los 30 años.

Antes, en 1975, se casó con Amparo Andreu, con la que tuvo tres hijos, Gracia, Mariam y Miguel. La primera tomó el relevo ejecutivo de su padre en 2018, y quedó como su cara visible de la empresarios. La segunda también está al frente de Cleanity, otra empresa fundada por Burdeos en 2006 dedicada a desarrollar soluciones de higiene para la industria alimentaria. El tercero, Miguel, puso en marcha la empresa Calma París, radicada en la capital francesa, con el apoyo de su padre.

“Su familia siempre fue el pilar fundamental de su vida”, comenta alguno de sus miembros. Persona muy querida por su entorno profesional y familiar, que le define como hombre “bueno, honesto, generoso y trabajador”, que deja un “legado imborrable”, tanto en su empresa como en el entorno corporativo de Valencia.

Burdeos era vicepresidente de CEV, la patronal empresarial valenciana; presidente de Quimacova, patronal del sector químico en la Comunidad Valenciana; formaba parte de Feique, la patronal a nivel nacional, o de la CEOE.

También era patrono de la Fundación Premios Rei Jaume I. Desde ella se recuerda cómo Burdeos organizaba visitas de los Premios Nobel a las instalaciones de SPB para estimular a sus empleados. “Su impronta es un ejemplo y fuente de inspiración de cuantos le conocieron”.

Miguel Manuel Bonilla Cantero

62 años

Catarroja

Dedicó su vida a ser profesor y fallero. Desde muy joven se vinculó al Instituto Ciudad del Aprendiz, en Valencia, como docente de formación profesional y trabajó allí durante casi 40 años, donde también fue jefe de estudios. Su segunda familia, su tribu, fue la de la falla Rambleta, en su pueblo natal. “Se desvivía hasta límites imposibles por toda la gente que le rodeaba”, cuenta su hija Thais. Añade que quienes le conocieron saben que extendió su familia más allá de los vínculos de sangre. Tenía la casa familiar en Paiporta, donde vivía con su esposa, María Ángeles, y en la que vivieron también su hija Thais y su otro hijo Adrián hasta que se independizaron. Miguel Manuel falleció protegiendo esa casa hasta el último momento. En la tarde del 29 de octubre, cuando empezó a inundarse el pueblo, bajó con su esposa a la planta baja a tratar de trancar la puerta para proteger el sótano y a ir subiendo algunas pertenencias para que no las alcanzara el agua. “Ve subiéndote tú y ahora te alcanzo”, fue lo último que le dijo a ella. Su esposa subió y él ya no pudo hacerlo. Le vino la tromba de agua que se llevó por delante puertas y paredes. Su cuerpo fue hallado un día después.

Enrique Ramos Iranzo

58 años

Utiel

Su madre y su prima le recuerdan como un hombre muy inteligente y con una memoria prodigiosa. “Era de notables y sobresalientes”, recuerda Pilar, de 93 años, una madre que se siente culpable de no haber logrado salvar a su hijo. La mujer intentó arrastrarlo hasta el piso de arriba, pero Enri, como le llamaba Pilar, llevaba años en silla de ruedas. A Enrique le fue diagnosticada hace años una ataxia, enfermedad degenerativa que le convirtió en dependiente de su madre. Fue un hombre estudioso que quiso saberlo todo acerca de su enfermedad. Los médicos le decían: “Enrique, no leas tanto que para eso estamos nosotros”. Su madre, acogida ahora en el salón de su hermana tras perder su casa, recuerda: “Nunca se quejaba de nada, era el más bueno del mundo”. A Enrique le encantaban los coches y comer helados. Su hermano lo describe como un hombre con temperamento fuerte. Era una buena persona, muy discreto, el mejor confidente. "Si el alcalde nos hubiera avisado, así como canceló las clases, Enrique se habría salvado", dice su hermano.  

 

María Sanz Gómez

83 años

Utiel

Perdió la vida en una habitación anegada de agua y lodo hasta el techo, el salón de su propia casa. Estaba casada con Ángel Miota, un hombre destrozado por no poder salvarla, y tenía dos hijos, Ángel y Fernanda. Los vecinos la llamaban Maruja. Para su hija, que ahora se lamenta por “la guerra” que le dio a su madre durante su juventud, ella era “su chiquitina”. Cuenta Fernanda que a la misa de despedida acudió “medio pueblo”. Su madre “siempre se ha portado muy bien con todo el mundo”, asegura. Maruja conoció a su marido con solo ocho años y, según su hija, se enamoraron enseguida. “Eran vecinos. Han estado toda la vida juntos. Mi padre no era de esos que se van al bar y la dejaba sola”, recuerda. Maruja se dedicó a cuidar de su casa, de sus hijos y de todo aquel que la necesitaba, incluida la familia de su hermano viudo. “Siempre ha estado para la gente”, elogia su hija, que vivía en el piso de arriba del de sus padres. A Maruja le gustaba viajar con su marido y los amigos comunes de Buñol y Valencia, también ir al teatro, aunque cada vez hacía menos cosas porque estaba limitada por su falta de movilidad. 

Manuel Blesa

71 años

Paiporta

Salió a la calle cuando el agua le llegaba por los tobillos para mover su coche. Pocos segundos después, la fuerza de la corriente lo sorprendió y arrastró. “Pudo cogerse a una ventana con verjas, pero no pudo más y se soltó, los vecinos vieron como su cabecita iba desapareciendo calle abajo”, cuenta su cuñada. Su cuerpo fue encontrado 10 días después. La familia asegura que Manolo, como lo llamaban sus conocidos, reencontró la felicidad hace 11 años, junto a su pareja Natalia. Lo recordarán como una persona que rebosaba felicidad por doquier, y por sus excelentes paellas y macarrones. “Era una persona muy querida por todo el mundo”, agregan. 

Izan y Rubén Matías Calatayud

Tres y cinco años

Torrent

Eran hermanos, esa tarde estaban con su padre jugando en su casa de la urbanización de la Curra. Al parecer, la riada entró en su casa y se los llevó la corriente en cuestión de segundos sin que nadie pudiese hacer nada por evitarlo. Su padre fue arrastrado también por el agua, pero pudo agarrarse a un árbol y fue rescatado horas más tarde. El hombre pasó días hospitalizado con importantes heridas en las piernas y su madre dijo a los medios de comunicación que su hijo se sentía tan culpable por no haber podido salvar a sus niños que no hablaba.  

Mónica Martínez y Jonathan Muñoz

37 años

Letur (Albacete)

Eran matrimonio y tenían los dos 37 años. Él trabajaba en la fábrica de lácteos El Cantero; ella, en un complejo turístico de Letur. Mónica estaba a punto de salir de casa para ir a buscar a sus hijos al colegio, los pequeños Izan, de 14 años, y Lara, de 9, la reina infantil en las fiestas de este año. El matrimonio se encontraba en un segundo piso cuando la riada golpeó con fuerza su casa pasadas las dos de la tarde y les arrastró río abajo. Los niños viven ahora con su abuela. En el pueblo vieron durantes días a Izan apostado delante de la que durante toda su vida fue su casa. 

Dolores Veiret

92 años

Letur (Albacete)

Vivía al lado de Mónica Martínez y Jonathan Muñoz, el joven matrimonio también fallecido en Letur. Los vecinos dicen que estaba muy bien físicamente. En el pueblo la recuerdan por su amabilidad en el ultramarinos que regentó. Dolores deja dos hijas que viven en Murcia.

 

Antonia López

71 años

Letur (Albacete)

Vivía en una casa que hacía esquina en el casco antiguo del pueblo. Antonia estaba en la cocina de casa. Hacía solo unos minutos que había hablado por teléfono con su hermano Evelio e incluso con otro hermano, que fue a verla justo antes de la tromba de agua. Antonia deja tres hijos y dos nietos, y el recuerdo del bar Ángel que regentó en la pedanía de al lado cuando enviudó hace años. Su cuerpo fue localizado cuatro días después a 14 kilómetros del pueblo. 

 

Manuel García y Juan Alejandro

41 y 34 años

Letur (Albacete)

Dos operarios municipales que estaban dentro del coche y que subían por el casco antiguo, a punto de aparcarlo y terminar la jornada. Juan había llegado al pueblo en septiembre. Vivía con su madre. Manuel, al que todos llaman Manolo, vivía en una pedanía cercana. La riada les pilló de imprevisto. Delante de ellos iba otro coche municipal con otros dos operarios, que se salvaron. 

 

Aurelio Martín Mateo

67 años

Alfafar

Aurelio disfrutaba de su jubilación al lado de su esposa y sus dos hijos. A pesar de haber sufrido un ictus hace dos años, sus familiares aseguran que afrontaba la vida con una actitud y fortaleza ejemplar. Ya había recuperado prácticamente toda su movilidad, según cuenta su hija Cristina. Le gustaba ir al gimnasio, pasear, charlar con los vecinos y veranear en su pueblo natal en Teruel, Villalba Alta. Dedicó su vida a trabajar y llevar una empresa de muebles familiar llamada Muebles Auxiliares Hnos. Martín. Sus más cercanos lo recordarán como una persona de gran corazón, risueño, respetuoso y por su frase de siempre para referirse a su familia: "Siempre hemos sido una piña". El 29 de octubre Aurelio salió a dar un paseo cerca de su casa en Alfafar, pero el agua le pilló de improviso y le arrastró. Su cuerpo fue localizado 10 días después.

Bassem Zeitoun

72 años

Aldaia

Nacido en Beirut (Líbano), Bassem llegó a España con 26 años para estudiar un doctorado en Química. No ejerció y desde entonces se dedicó a trabajar en el mundo del transporte, como camionero. Su hija Maya le describe como una persona reservada, “muy amigo de sus amigos”, risueño, siempre estaba haciendo bromas, “un poco vacilón”. Vivía para su familia y la gente que le rodeaba. “Entregaba todo lo que tuviera; si tenía que dejarte dinero, te lo daba sin importarle si se lo ibas a poder devolver o no”, dice ella. A sus 72 años, seguía conduciendo un camión de carga. En la tarde de la tragedia, trataba de dejar ese camión en la base para regresar a casa. En el camino fue sorprendido por la tromba de agua. Su cuerpo fue hallado días después.

Lourdes María García Martín y Angelina Tarazona García

34 años y 3 meses

Paiporta

Lourdes nació en Venezuela hace 34 años y llevaba cinco en Paiporta. Cuando vieron que las inundaciones se complicaban, salieron en su coche hacia Valencia ella, su marido, Antonio Tarazona, y su bebé de tres meses, Angelina. El agua se lo impidió. Antonio, que consiguió salir por la ventana de su vehículo cuando el agua alcanzaba el metro y medio, intentó resguardar a su hija, pero la fuerza de la riada arrastró el coche. No pudo hacer nada por Lourdes y Angelina, cuyos cuerpos fueron encontrados el miércoles 30 de octubre.

Eva Canut

54 años

Ribarroja

En palabras de su única hija Eva María era su mejor amiga y “la mejor persona del mundo”. La describe como una persona increíble con una luz y una vida fascinante. Era feliz, tenía un brillo, una personalidad única, siempre estaba contenta. Era una mujer súper fuerte, amiga de sus amigos, más familiar que nadie. Para ella su familia lo era todo, siempre estaban muy unidos. Trabajadora, luchadora, siempre dio todo por los suyos. Le encantaba hacer comidas especiales, cenas románticas con su marido y su hija. Le gustaba mucho también pasar tiempo con sus amigos, estaba para todos cuando la necesitaban. Le encantaba salir de viaje, pero siempre prefería la playa. Una de sus grandes pasiones era la moda, le encantaba la ropa. Residía en Valencia, iba saliendo de su trabajo en el polígono de la Reva, en Ribarroja, junto a su amiga, cuando las sorprendió el agua en la carretera. Ambas salieron del coche y lograron subirse encima de un vehículo, según contó la propia Eva por teléfono a su familia. Pero tiempo después, la corriente separó a las dos mujeres. La amiga sobrevivió y, tras días de búsqueda, se confirmó el fallecimiento de Eva. “Se nos ha ido la persona más increíble, maravillosa, luchadora y preciosa del mundo”, dijo su hija en una publicación en X.

Janine Mercado Rodríguez

32 años

Ribarroja  

Janine, de origen boliviano, estaba embarazada de ocho meses. Trabajaba en el polígono de Ribarroja. En la tarde del martes 29 de octubre regresaba del trabajo a su casa cuando se desató la tromba de agua. Por el último contacto que sus familiares tuvieron con ella, se sabe que se había subido encima de un coche para mantenerse a salvo. Un hombre que estaba con ella sobre ese mismo coche, y que sobrevivió, explicó a los medios que un contenedor chocó contra ellos, por lo que cayeron al agua. Una amiga suya explicó a EL PAÍS que le faltaban dos días para pedir la baja por maternidad.

Milagro Martínez Martínez

63 años

Picanya

Salió a las 18.45 del martes 29 de octubre de su trabajo como administrativa en una fábrica de espumas y colchones en Picanya, rumbo a su casa en Silla. La tromba de agua la sorprendió en el camino, subió al capó del coche y fue arrastrada por la corriente. “Era una maravilla de mujer, todos la apreciaban y ella respetaba a todos”, asegura su marido, José Enrique Domingo. El Ayuntamiento de Silla respaldó que era “una persona muy querida” en el pueblo. Era madre de un joven de 22 años.

Iluminada Ramírez Villalba

81 años

Alfafar

Iluminada vivía sola en su casa en los bajos de un edificio en el barrio conocido como Parque Alcosa, en Alfafar. Cuando comenzó todo, Juan Carlos Peñalver, su hijo, llamó a su vez a su hijo, nieto de la mujer, Abraham Peñalver, para que fuera a recoger a su abuela, lo que fue imposible debido a que ya estaban cortadas las carreteras, por lo que tuvo que irse a la casa de su pareja, donde estuvo incomunicado por un día y medio. Su abuela, que era “terca”, no quiso subir al piso de alguno de sus vecinos de toda la vida. Cuando pasaron las inundaciones, una de las hijas de Iluminada fue a la casa de su madre y comprobó que ella no estaba allí, por lo que se alegraron de que finalmente hubiera decidido irse, aunque seguían sin encontrarla. La familia publicó un anuncio de desaparición y, a partir de entonces, cuenta Abraham, la familia comenzó a recibir información falsa de que estaba viva o de que la habían encontrado muerta. Tras varios días de búsqueda por su propia cuenta, un guardia civil, que era familiar, les aseguró que él mismo había recogido el cuerpo de Iluminada, que aparentemente fue arrastrada por el agua fuera de su casa.

Nelson Quijano

59 años

Valencia

Nelson, colombiano, oriundo de Bucaramanga, había viajado en julio a España para reencontrarse con su hijo, Diego, que vive en Valencia y a quien no veía hacía tres años. El plan inicial era pasar unas vacaciones, pero cada vez cogía más fuerza la idea de arraigarse con su esposa (que también había viajado con él) en Valencia, junto a su hijo. Días antes de su muerte, había hablado con su hermano en Colombia y le había dicho que le estaba yendo muy bien, que estaba muy contento. De hecho, el martes de la tragedia estaba trabajando con una furgoneta llevando envíos. De regreso a su casa, se encontró un atasco por las inundaciones. Le dio tiempo a llamar a su hijo y le dijo que tenía mucho miedo. Días después fue encontrado su cuerpo.

Ernesto Fuster Lázaro

70 años

Picanya

Ernesto estaba en su casa en Picanya junto a su esposa cuando comenzó la inundación. Sobre las 19.00, sin dar explicaciones a su mujer, salió de su casa y se subió al coche. No regresó. Una de sus hijas, que también vive en Picanya, volvía del trabajo a esa hora cuando llamó a sus padres para avisarles de que no podía entrar al pueblo porque las vías estaban cortadas debido a las inundaciones, cuenta Sara, su hermana e hija del matrimonio. Por eso, la familia cree que Ernesto quizás salió de casa porque quería encontrar un camino alternativo para que su hija no se quedara varada en medio de la carretera. O que quizás solo quería ver el estado en el que se encontraba el pueblo.

Fernando Páez Robles

62 años

Benetússer

Cuando comenzaron las inundaciones, Fernando bajó a ver a su esposa que estaba trabajando en el Consum de Benetússer, en la misma calle donde vivían ambos. Tras verla, bajó al aparcamiento del supermercado y no supieron más de él. El vehículo fue encontrado, pero él no. La familia no supo nada de su paradero durante días, hasta que un familiar les avisó de que a través del ADN que había aportado la hermana de la víctima cuando puso la denuncia de desaparición, habían identificado el cuerpo.

Don y Terri Turner

78 y 74 años

Pedralba

Don y Terri eran británicos, se mudaron a España hace una década porque “siempre habían querido vivir en una zona soleada”, contó la hija de ambos, Ruth O’Loughlin, a la BBC. Los Turner salieron el martes por la tarde a echar gasolina, justo el día de la inundación. El jueves, unos amigos fueron a su casa para saber de ellos y encontraron a sus mascotas solas y el coche no estaba en el garaje. Fue ahí cuando avisaron a las autoridades, que poco después encontraron ambos cuerpos dentro de su vehículo, en una carretera cercana a Pedralba.

Jorge Díaz Mullor

42 años

Buñol

Iba de regreso a casa en su coche la noche del martes. Jorge estaba casado con Jessica Bermejo desde 2008 y tenía dos hijos gemelos de 14 años. Su familia encontró su cuerpo en un barranco. Era amante del fútbol y del baloncesto, de hecho, era jugador del Club Baloncesto Turís. Tanto el club como la Federación de Baloncesto de la Comunidad Valenciana expresaron sus condolencias por la muerte del deportista. “Maravillosa persona, lo queríamos involucrar en la directiva por sus valores”, dijo también el expresidente del club de fútbol del que sus hijos formaban parte.

Andrés Treviño

76 años

Paiporta

Andrés padecía alzhéimer, por lo que vivía en la residencia de Paiporta, donde murieron seis personas mayores. En su juventud fue marinero, principalmente trabajó en un barco de transporte de contenedores. Pero al nacer su hija Raquel, decidió establecerse en tierra firme. Su siguiente trabajo fue como encofrador y, aunque no le dejaba mucho tiempo libre, siempre tenía espacio para su familia, contó su hija Raquel Treviño a los medios.

Isabel Ibáñez

84 años

Catarroja

Isabel era modista y madre de tres hijos. Su hijo Juanjo la describe como una muy buena persona que dedicó su vida a darles todo: “¿Cuántos pinchazos se debe de haber pegado mi madre para vestirme?”. Sus vecinos la querían porque, de ser necesario, “se quitaba un trozo de pan para dártelo". Siempre quería ayudar a la gente y siempre se los inculcó a sus hijos. Le gustaría ser recordada como una buena persona. Muchos vecinos del pueblo conservarán en sus armarios una muestra del talento de Isabel: a varios de ellos les cosió un traje. Falleció ahogada en Catarroja cuando estaba en su casa cenando. Isabel trabajó como modista, incansable, para dar una vida mejor a sus dos hijos. Uno de ellos, Juan José, va cada día a limpiar el cementerio de Catarroja para poder enterrarla allí junto a su padre, Salvador, como ella deseaba. “Mare, vaig lluitar per vosté i per totes les víctimes per la vostra mort. No vaig a parar hasta que tinguem penes de presó. Pelearé per la vostra justícia. Et vuic, mare” ("Madre, luché por ti y por todas las víctimas por vuestra muerte. No voy a parar hasta que tengamos penas de prisión. Pelearé por vuestra justicia. Te quiero, madre"), dejó escrito en su estado de WhatsApp.

José Carlos Macario Gil

63 años

Cheste

José Carlos deja atrás seis hijos. Dos de ellos, Cristian y Paco, de 40 y 30 años, estuvieron buscándolo durante días por los barrancos y campos en torno a Cheste. "Mi padre nació en Cheste, en su casa, y ya fue un superviviente desde su nacimiento, ya desde pequeño era muy amigo de sus amigos, era muy familiar, cariñoso, sociable y zalamero y bruto como nadie", cuentan sus hijos. El cuerpo de José Carlos fue encontrado en un campo de naranjos cerca de la localidad de Cheste. Se encontraba a varios cientos de metros del vehículo que conducía el martes 29 de octubre, cuando regresaba a casa desde el trabajo. "Le encantaban los toros, iba siempre con nuestra tía Fabi", recuerdan. "Era muy trabajador, muy bueno con sus hijos, con los que mantuvo y entre los que propició que hubiera muy buena relación", relatan. "Le encantaba jugar al frontenis e ir de acampada. Fue siempre, siempre un luchador". 

Adolfo Torres Lafuente

51 años

Paiporta

Adolfo había dedicado 34 de sus 51 años a servir en la Guardia Civil, desde que tenía 17. Era natural de Ojos Negros, un municipio de poco más de 300 habitantes en Teruel, pero pasó la mayor parte de su carrera destinado en Valencia. La enorme tromba de agua y lodo le sorprendió en el cuartel de Paiporta, de donde sus propios compañeros no pudieron rescatar su cuerpo hasta dos días más tarde. 

Raquel Pagán y Neizan Garrido Pagán

43 años y 4 años

"Recordamos a Raquel, una madre valiente y trabajadora que lo daba todo por su familia", escribe su hermana. "Con 43 años, dejó un vacío inmenso en la vida de su hija, hermana, padres y toda su familia", asegura. La describen como una mujer a la que le encantaba bailar salsa y bachata, y compartía su vida con su pareja Jorge (también fallecido) su pequeño Neizan y su hija Selena de 22 años, "qué gracias a Dios sigue viva". Neizan, con solo cuatro años, "era un niño lleno de vida y alegría. Le encantaba jugar, Sonic le apasionaba y disfrutar de la piscina en verano". Su sonrisa y su simpatía permencen en el recuerdo de todos los que le conocieron, asegura su familia, que quieren recordarlos a ambos con amor y no olvidar sus momentos felices. "Raquel, eras una hermana increíble y te extrañamos cada día. Neizan, eres un ángel en el cielo y te recordamos con una sonrisa en el corazón", conluyen.

Jorge Garrido Rosas

45 años

Aldaia

Jorge y Raquel salieron desde Calicanto hasta Aldaya a recoger a su hijo Neizan, de 4 años, en el colegio. El agua pilló al matrimonio y al niño de vuelta a casa. Tenían una empresa de desatascos, Desatascos Realizat, en la que Raquel se encargaba de la contabilidad y la gestión administrativa.

Susana Vicent Vidal

30 años

Pedralba

Susana, con síndrome de Down, apareció sin vida tras 10 días de búsqueda, cuenta su madre, Susana Vidal. En el momento de la catástrofe, ella y su padre, Jose Javier Vicent Fas, de 56 años, se encontraban en una casa rural en Pedralba, un municipio de unos 3.000 habitantes en la provincia de Valencia. El cuerpo del hombre fue hallado cuando casi se cumplía un año de la riada en Manises. Su familia intentó buscarlos en la casa de Pedralba, pero la vivienda, muy próxima al río, estaba totalmente destrozada por dentro y sin rastro de ellos. La madre trabaja en un centro de salud ocupacional y el José Javier se dedicaba a las tareas de la casa.

Francisco Moreno Garcés

77 años

Picanya

Paco, como era conocido por sus amigos y familiares, vivía en la calle Sant Francesc, en el municipio de Picanya. Estaba soltero y no tenía hijos, según contó su sobrino. Era un agricultor jubilado de 77 años de Picanya. Como tanta gente en este municipio, se dedicó profesionalmente al cultivo de la naranja. Como jubilado, tenía una vida muy corriente y rutinaria en la que todas las mañanas frecuentaba el mismo bar para tomarse un café y reunirse con su gente. Paco era muy conocido en Picanya, pues toda su familia era de allí de toda la vida.

Manuel Company y Marina Company

Massanassa

89 años

Dice Mariano, oriundo de Massanassa, que sus padres Manuel y Marina eran dos personas trabajadoras y, sobre todo, positivas. A pesar de la desgracia, Mariano quiere dar las gracias a toda la gente que les ha ayudado.  “Aunque contra la naturaleza no se puede ir, con los avances tecnológicos de hoy en día se hubieran salvado muchas vidas, pero algunos que cobran mucho no estuvieron a la altura de sus obligaciones”, asegura en un mensaje enviado a este periódico. Recuerda con cariño que su padre era un apasionado de la colombicultura y su madre del punto de cruz, técnica que utilizaba para realizar cuadros. Asegura que el día de la dana cumplió con su rutina de guardar el coche en casa de sus padres y 15 minutos antes de que “su vivienda se inundara sin que nadie avisara” estuvo con ellos. Con este texto quiere “recordarles siempre en su corazón”.

Joaquín Cantos

Aldaia

Cuenta Ana Belén Cantos que su padre, ya jubilado, disfrutaba mucho en Aldaia de las continuas visitas de sus dos nietos junto a su esposa Dolores. Define a su padre como un “hombre enormemente bondadoso, generoso, trabajador y responsable” en un mensaje enviado a este periódico. Desde muy pequeño empezó a trabajar en el campo en su pueblo, Tinajeros (Albacete), donde vivía con sus ocho hermanos. Ya en la localidad valenciana, se casó y formó una familia con dos hijos, Ana Belen y Francisco. También le encantaban las reuniones familiares con sus hermanos y pasear con todos por la orilla del mar. Y concluye: “Eso era Joaquín, un hombre familiar, tranquilo, alegre, confiado y, sobre todo, una buena persona”. 

Sixto Delgado Domínguez

Benetússer

La familia de Sixto Delgado le describe como “un hombre de carácter fuerte y corazón noble”. Para él su trabajo de pastelero era una actividad artística y “una forma de dar alegría a los demás”. "Para Sixto, trabajar era vivir", cuentan los suyos, "y su entrega dejó huella en todos los que saborearon su talento”. En un mensaje enviado a este periódico, sus familiares aseguran que “cada día se levantaba con ilusión para crear, mejorar y poner toda su dedicación en cada detalle”. Tanto su esposa María Luisa Cervero, como sus nietos Javier y Chloe, su hijo político David, y sus hermanos María, Ana, Antonia, Francisco, Cristóbal, Benjamín y Alonso aseguran que Sixto era un hombre “leal a sus ideas, generoso con todos y siempre dispuesto a ayudar. Se podía confiar en él”. Detallan que era amante de las bromas y de “la compañía de sus amigos y, por encima de todo, de su familia, que era su orgullo y su razón de ser”. Con profunda admiración, su familia describe que Sixto deja “el legado de un hombre que nunca bajó los brazos, que vivió con pasión, esfuerzo y amor”. Y añaden: “Su memoria permanecerá viva en cada recuerdo compartido, en cada gesto de cariño y en la inspiración de su ejemplo: el de alguien que trabajó con el corazón y amó con el alma”.

Miguel Carpio

64 años

Benetússer

Toñi García, esposa de Miguel Carpio, recuerda “a su amor, su estrella” como un ejemplo de “amor, generosidad y humanidad”. Miguel era técnico de la Conselleria de Justicia e Interior, que presidía la imputada Salomé Pradas el 29 de octubre de 2024. Cuando piensa en su marido, le “viene una sonrisa a la cara, porque era una persona alegre, dicharachera, de los que siempre veían la botella medio llena”, asegura en un mensaje enviado a este periódico. Miguel era una persona de las que “en momentos difíciles, siempre sabía qué decir exactamente” y era “conciliador con todos, siempre dispuesto a ayudar al que lo necesitara”. Además, esperaba su jubilación para disfrutar con sus amigos de infancia en Llíria para compartir con ellos el esmorzaret típic dels valencians.  Para Toñi no era solo el amor de su vida sino “el hombre más maravilloso e increíble que ha existido”. 

Sara Carpio

24 años

Benetússer

Toñi García dice de su hija Sara Carpio, con 24 años recién cumplidos cuando sucedió la dana, que “era una persona muy especial, de esas que no necesitan hacer ruido para dejar huella”. Era enfermera en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital La Fe de València. “Buena de corazón, sencilla en el alma y humilde en su forma de estar en el mundo”. Al igual que su padre, “amaba la naturaleza y el silencio de la montaña”. Cuando Toñi pasea por el campo siente que están con ella y acaba su mensaje: “Que este homenaje sea un acto de amor, una promesa de memoria y una manera de decirles que siguen caminando con nosotros, en cada paso, en cada pensamiento, en cada gesto. Siempre juntos”.

José Domènech García

79 años

Benetússer

Los hijos de José Domenech, Yolanda y Noé, recuerdan que las pasiones de su padre eran “vivir tranquilo junto a los suyos y disfrutar de su pasión a la pelota valenciana”. En un mensaje reconocen que José “nunca se desvinculó de su pueblo, Bicorp, a pesar de haber vivido 45 años en Benetússer con la ‘nena’, como llamaba a su esposa. Relatan que le encantaba pasear “sin ningún pudor con sus garrotes y sus puros XL”. “Era un hombre entrañable y protector, tenía un don para los niños que siempre le reían sus gracias”, dicen y rememoran con cariño sus “fuertes apretones de mano” y sus anécdotas de cuando era un “hombre rana”, apelativo que empleaba para referirse a su paso por los Marines de Cartagena, como cuando ganaba pulsos “muchos vascos aguerridos o camioneros”. Por estas historias, dice, es “imposible olvidar un hombre como papá, noble, fiel y honesto, cuya bondad hoy muchos recuerdan”. “Hoy te añoramos, padre, y de ti solo nos queda todo el amor que siempre nos diste”, finalizan su mensaje.

Ángel Belencoso Cabañero

69 años

Catarroja


“Era una persona activa, trabajadora, emprendedora, valiente, honesta, leal, familiar, noble...”. Son muchas las cualidades que recuerda Salvador de su padre, Ángel Belencoso Cabañero.
Era también muy deportista: desde que se jubiló, dos años antes de la riada del 29 de octubre, dedicaba gran parte de su tiempo al “deporte que amaba”, el ciclismo.  
Hombre de familia, pasaba el resto de sus horas libres entregado a sus hijos, nietas y, en palabras de Salvador, “por supuesto mi madre”, con quien su padre tuvo “una vida llena” y por la que “daba todo”. “Era un ejemplo de persona y muy querido por todos que le conocían”, admira su hijo. 

Manuel Álvarez Ruiz

80 años

 Catarroja 

Apodado Manolo, era conocido por todo el pueblo por ser “El Barber de Catarroja”. Su hija, Rosa, lo recuerda como una persona “singular, inquieta, con muchísimos proyectos”. Disfrutaba de pasear a su perra, Kira; le encantaba leer el periódico en papel; y todos los días, después de comer, iba a la casa de la cultura de Catarroja. Era también un gran cocinero. Buscaba innovar en sus recetas, tanto que, cuando le salía una buena, su hija le insistía sin éxito en que no la cambiase, pero él hacía lo que quería y seguía probando cosas nuevas.  
Rosa tenía una relación muy estrecha con su padre. Su madre y esposa de Manolo falleció pronto, por lo que ellos dos pasaron muchos años solos juntos. Ella recuerda: “Lo que más quería en su vida era a su nieta y a mí, lo único que celebraba desde que falleció mi madre era mi cumpleaños, el 21 de agosto”. Manuel trabajó hasta el último día, a sus 80 años. Esa fecha tenía cita para ponerse las vacunas contra la Covid-19 y la gripe. Le dieron el resultado de la analítica anual y estaba feliz, porque los resultados le habían dado perfecto. También estaba muy ilusionado ese octubre con las elecciones de EE UU, esperaba que ganara Kamala Harris. Llevaba años preocupado por las inundaciones, frecuentes en la zona. Tanto, que llegó a patentar varios sistemas para evitarlas, que luego puso a nombre de su familia. Se comunicó con la Generalitat, con los distintos gobiernos nacionales, autonómicos y con la UE, para compartirles sus proyectos.  
Se crio en una familia humilde y fue un autodidacta. “Siempre fue una persona muy proactiva, no recibió formación”, asegura Rosa. De esa forma vivió sus ocho décadas y crio a su hija, para ser independiente y resolutiva. 

Sebastián Blanco García

82 años

Jaén

“Gracias por haber dejado un hueco en nosotros, que jamás nadie nos podrá devolver”, dice Natalia, la nieta de Sebastián, “Nos ha enseñado lo que es luchar por conseguir lo que es justo”. Ni ella ni su familia han dejado de pensar en su hombre fuerte, un hermano, un padre, y un abuelo. “Te veremos en cada estrella fugaz, sabremos que sigues aquí con nosotros, y que nunca te has ido”, asegura su nieta.  
Dedicarle estas palabras ha resultado más complicado para Natalia de lo que esperaba: aunque haya pasado un año desde la tragedia de aquel 29 de octubre, todavía siente el vacío. “Tu familia, seguiremos echándote de menos y, sobre todo, seguiremos siendo tu voz”, afirma dirigiéndose a Sebastián. "Te queremos".

María Amparo Hernández Benet

63 años

València

Si solo se pudiera describir a María con adjetivo, este sería “valenciana”. Tenía una relación muy estrecha con la identidad local, en especial con la lengua. Esta ama de casa también era apasionada de la gastronomía local. Uno de los platos que más hacía para su hijo era esgarraet, una ensalada valenciana a base de pimientos rojos asados, ajo y aceite de oliva. Suele llevar bacalao, pero María lo hacía vegano, cambiando el pescado por berenjenas. Otro plato típicamente valenciano que solía preparar era el arroz sequet, preparado con menos agua. 

María tenía 63 años cuando falleció en la dana. Natural de la capital, vivía en el barrio periférico de La Torre, afectado por las inundaciones. La Torre se urbanizó a partir de los años sesenta, y por ello todavía se ven fincas rurales y huertas en sus calles.

María José Sancho Bruñé y José Vicente Izquierdo Pérez

50 años y 56 años

Mislata (Valencia) y Nules (Castellón)

María José acababa de volver a trabajar después de dedicar casi 20 años a la crianza de sus dos hijos, recuerda su hermano Santiago. Esta exempleada de la televisión autonómica valenciana, con más de una década de experiencia en producción, regresaba al mercado laboral a los 50 años como empleada administrativa de un hospital. Llevaba un mes trabajando cuando falleció en la dana. La inundación también se llevó la vida a su esposo, José Vicente, un veterinario de granja especializado en conejos y cerdos. Dejaron huérfanos a una jóven de 17 años y un niño de 9 años, ambos han sido adoptados por su tío Santiago.

La pareja, que llevaba más de una década en Paiporta, solía llevar a los niños a un huerto de la familia en Aras de los Olmos (Valéncia). A José Vicente, natural del pueblo castellonense de Nules, le encantaba la naturaleza. María José, de Mislata, prefería ir al cine y ver series. Eran dos de las cosas que más le gustaba hacer, según Santiago. Pero lo que le encantaba era armar las reuniones familiares, como antes hacía su padre, fallecido hace años. “María José era lo que unía a la familia”, señala su hermano.

Isabel Izquierrón Isarria

81 años

Alustante (Guadalajara)

Isabel nunca se olvidó de sus orígenes. Era de Alustante, un pueblo con menos de 300 habitantes en la frontera entre Guadalajara y Teruel. A pesar de estar en el lado manchego del mapa, tiene más influencia cultural aragonesa, señala el hijo de Isabel, Marco Antonio, por teléfono. Cuando era niño, su madre los llevaba a él y a su hermana menor, Rosa, a Alustante todos los veranos. 

Con 14 años, Isabel se fue de su pueblo a Valencia en busca de una vida mejor. Trabajó como empleada doméstica hasta que se casó con Antonio, en 1970. Al año siguiente dio a luz a Marco Antonio y, tres años más tarde, a Rosa. Desde entonces, Isabel pasó a ser ama de casa aunque se aventuró durante muchos años en el negocio de reventa de tapers y de productos de higiene. Lo hacía para generar a la familia un sobresueldo.

“Las expectativas de mi madre eran de que todo funcionara en la familia”, recuerda Marco Antonio. Isabel era amable, sonriente y cariñosa, añade. Cuando falleció su marido, hace cerca de una década, se enfermó de Alzheimer. La mujer de 81 años llevaba menos de 18 meses en la residencia de Paiporta donde se encontraba durante la dana. Fue una de los seis fallecidos en el local.

José Ruiz Torrecillas

59 años

Jaén

José quería viajar por España con su esposa, Susana. La pareja con más de 30 años juntos planeaba deambular por los callejones de Toledo, entre los castillos medievales, o relajarse en las playas paradisíacas de Benidorm. Sin embargo, nunca pudieron realizar estos sueños. “Teníamos mucha ilusión. Benidorm, en especial, fue nuestra cuenta no saldada”, lamenta Susana en un mensaje a este periódico. 

Los dos lograron al menos la aspiración de tener una casa propia. Hacía poco tiempo, habían comprado un piso en una tercera planta en Catarroja y se habían ido a vivir allí. Susana se encontraba en la residencia durante la dana y así sobrevivió a la tragedia. José, que había salido a la calle, no tuvo la misma suerte. La mujer siente que, si hubiera bajado e ido por su marido, podría haberle rescatado. 

La rutina de la pareja, que no tenía hijos, era sencilla y feliz. Los fines de semana los dos solían pasear: cenaban fuera, tomaban cerveza y escuchaban música. Cuando se quedaban en casa, veían la televisión y hacían la siesta juntos. “Disfrutábamos a tope los días”, comenta Susana. Fuera del hogar, José había trabajado 20 años, más que un tercio de su vida, como tornero de metal. Deja a su mujer, madre, hermanos, sobrinos y suegros.

Miguel Antonio Piqueras Saez y María del Carmen Laso Martínez

 75 años y 66 años

Catarroja y València

Miguel amaba andar en bici y pintar, algo que hacía desde que era muy jóven, recuerda su hija única, Deborah. Empezó con retratos a lápiz. Luego pasó a expresarse en reproducciones de cuadros famosos y en pinturas al óleo originales. Muchas de sus obras las tenía colgadas en su planta baja de Catarroja, que quedó arrasada por la dana. Solamente una sobrevivió a la inundación: una reproducción de Almendro en flor, de Vincent Van Gogh.

La madre de Deborah, María del Carmen, tenía mucha energía y no paraba nunca quieta: hacía pilates y viajaba por España con su hermana. Un lugar le encantaba más que cualquier otro rincón del país: Asturias. Más allá de los paisajes, a tinta o no, la gran pasión de Miguel y María del Carmen eran sus nietos. Deborah añade: “Mi padre era una gran persona y mi madre, la luz y alegría”. Los tres, padres e hija, iban a pasar unos días en un camping en Madrid. Lo habían planeado para el 30 de octubre, el día después de la dana.

María de los Desamparados Latorre Escribá

90 años

València

A María de los Desamparados le gustaba cantar. Esta vecina de Paiporta de 90 años entonaba una canción siempre que se despertaba y se acostaba. Era la alegría de la casa, como recuerdan sus familiares. En honor a su segundo nombre, María dedicó su vida a cuidar de ellos. Primero a sus padres, fallecidos en los años ochenta, y a su hermano soltero. Pero también veló por el hogar que construyó con Luis. Vecinos desde la infancia en el barrio valenciano de Patraix, los dos se casaron al final de su veintena en 1963. Cuatro años más tarde nació su hija única, también llamada María. En referencia a su madre, afirma en un mensaje a este periódico: “Siempre pensaba en todos antes que en ella misma. No se permitía ningún capricho para que el resto de la familia estuviera bien”.

Por su personalidad, María reaccionaba con extrañeza a los regalos. El 27 de octubre, en la víspera de la inundación, recibió con una sonrisa tímida un presente de unos amigos italianos de su hija: un monedero blanco con el diseño de una bailarina y una boquilla dorada. Ellos siempre le decían “qué grande la abuela” (brava la nonna, en italiano), porque admiraban su fuerza. María era pequeña físicamente, medía 1,40 y pesaba unos 35 kilos. Sin embargo, siempre fue una trabajadora, incluso antes de formar su familia. Había sido costurera hasta su casamiento, cuando pasó a ocuparse de la casa. María ha dejado sin consuelo a su hija, que sobrevivió a la dana en Paiporta, y a sus nietos.

Enrique Miguel Magraner

88 años

Algemesi (Valencia)

Enrique fue un hombre alegre, cariñoso y de buen corazón durante sus 88 años de vida, afirman sus sobrinos en un mensaje. Uno de ellos, María, recuerda que su tío amaba el campo y la tierra, donde siempre ha trabajado como labrador de naranjos, incluso después de jubilarse hacía cerca de 15 meses. “Le encantaba la sencillez de las cosas”, comenta María. En los últimos años Enrique ya no podía ir solo al campo y contaba con la compañía de sus sobrinos para seguir en contacto con la tierra. 

Ellos eran sus familiares más cercanos ya que era viudo y no tenía hijos. El vecino de Algemesí de toda la vida les hizo sentir ese cariño en cada gesto en cada momento compartido, en especial en las comidas del sábado, que nunca se saltaban. Tampoco dejaban de reunirse el cumpleaños de Enrique, aunque la fecha variaba porque nació un 29 de febrero. 

Antonio Martí Guillem

60 años

Catarroja (Valencia)

Antonio tenía 60 años y estaba cerca de jubilarse de la concesionaria de coches. Iba a pasar los años dorados con su esposa, Isabel, que ya se había retirado. La pareja de Catarroja no tenía hijos y pensaba en viajar. Sin embargo, los dos fallecieron en la dana. 

Los familiares de Antonio le recuerdan con cariño. “Era un trozo de pan”, cuenta su prima Águeda por teléfono. No le gustaba reñir a nadie y cuidaba bien de su madre, fallecida hacía cerca de una década, y a su suegra.

Más que un buen marido, hijo o yerno, Antonio era un vecino de Catarroja de toda la vida. Tocó la trompeta en la banda municipal cuando era pequeño, según recuerda Agueda. Las memorias más fuertes de su prima evocan la infancia: al pequeño Antonio le encantaba la tortilla de patatas de su madre y siempre acompañaba la paella que comían en las reuniones familiares.

Maria Luisa Zahonero

79 años

Catarroja

María Luisa fue, ante todo, una mujer profundamente dedicada a su familia. Desde joven cuidó de sus padres y hermanos —era la única hija— y, al casarse, volcó todo su cariño en la crianza de sus dos hijas, Rosa y Maria Luisa, quien cuenta los hechos. Más tarde, su entrega se extendió a sus nietos, quienes lograban sacarle siempre la mejor sonrisa.

Le gustaba leer los artículos de la revista Liahona (publicada por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días) especialmente aquellos que hablaban de fe, humildad y fortaleza espiritual. En ellos encontraba consuelo en los momentos difíciles que fue superando a lo largo de su vida. María Luisa era feliz ayudando a los demás: generosa, amable y sencilla, dejó un legado de fe, entrega y amor.

Su pérdida, repentina y trágica, ha marcado un antes y un después en la vida de su familia. “Nos la arrebataron de la peor manera posible”, lamentan sus hijas. Solo les quedan los recuerdos, los consejos y el vacío inmenso que deja su ausencia. “Mamá, gracias por todo lo vivido y compartido. Te amamos y siempre estarás presente en nuestras vidas”, dicen

 

Maruja García Cutanda

95 años

Picanya

Maruja, como la conocían quienes más la querían, fue una mujer de las de antes: resistente, fuerte, elegante y con un carácter tan grande como su corazón. Su vida no fue fácil. Creció en tiempos de posguerra, marcada por el hambre y por la pérdida temprana de su padre. Desde niña tuvo que ponerse a trabajar, porque en casa hacía falta, y aprendió pronto que la vida no regalaba nada. Quizás por eso, cuentan sus nietos, siempre tendía a consentirlos un poco más de la cuenta.

Tenía un sentido del humor muy suyo. Solía decir que “el agua era para los patos”, y su bebida favorita era el whisky, que servía con su particular medida de “solo un dedo”, aunque todos sabían que ese dedo era más bien largo. Era coqueta y siempre impecable, fiel al perfume Chanel nº 5, que se aplicaba sin medida, y con una elegancia natural que recordaba a las actrices clásicas de Hollywood.

Tras la muerte de su esposo en 2021, con quien compartió toda una vida, los viernes se convirtieron en una cita sagrada: cena de pizza en familia, su momento favorito, cuando podía disfrutar de todos reunidos a su alrededor.

Su partida fue tan inesperada como irónica: el agua se llevó a quien no sabía nadar. “Sé que todavía te quedaba mucho tiempo entre nosotros —dice su nieta Diana—, pero también sé que ahora estarás junto al abuelo, al que tanto echabas de menos. Gracias por tu amor infinito.”

 

María Carmen Fernández Mendoza

79 años

Paiporta

María Carmen tenía 79 años, pero se mantenía en plena forma. Era una mujer coqueta, sociable y alegre, a la que le encantaba salir a tomar su café y charlar con la gente del barrio. De carácter abierto y sorprendentemente moderna, disfrutaba viendo vídeos en TikTok y pasaba horas riéndose con todo tipo de contenidos.

El 29 de octubre marcó un antes y un después en la vida de la familia. Aquella noche trágica, el techo de la casa se desplomó y María Carmen cayó desde el primer piso, quedando atrapada durante horas en el fango hasta la madrugada, cuando finalmente pudieron rescatarla. Fue, recuerda su hija, la peor noche de sus vidas, una experiencia imposible de olvidar.

 

Carlos González Castán

56 años

Benetússer

Elena recuerda a su hermano Carlos como alguien que vivía la vida con una intensidad contagiosa. Era un auténtico vividor, amante de la fiesta y de los buenos momentos, pero también —dice— una de las personas más solidarias y generosas que conoció jamás. Siempre estaba dispuesto a ayudar, sin pensarlo dos veces, y se metía en cualquier lío si eso significaba echar una mano a alguien que lo necesitara.

“Si hubiera sobrevivido a la tragedia, habría sido el primero en salir a quitar barro y achicar agua”, afirma su hermana. Y por esa misma entrega perdió la vida: aquella noche, Carlos acudió junto a un amigo para ayudar a una mujer que había quedado atrapada en su coche. Lograron abrir el vehículo y ponerla a salvo, pero justo entonces llegó una ola que los arrastró a los tres. La mujer y el amigo sobrevivieron; Carlos, en cambio, se llevó la peor parte.

Elena lo recuerda como siempre fue: valiente, generoso y profundamente humano. “Mi hermano fue y será siempre un héroe”.

 

Enrique Gómez Giménez

70 años

Benetússer

Para Juan, resulta casi imposible resumir en pocas palabras todo lo que fue —y sigue siendo— su padre, Enrique. En su casa aún conserva una fotografía que lo ha acompañado desde siempre, colocada junto a sus cenizas. No pudieron enterrarlo junto a su abuela, como él hubiera querido, porque la DANA lo impidió. La imagen que acompaña a este texto tiene muchos años, pero es así como Juan prefiere recordarlo.

Le apasionaba nadar, y cada mañana acudía a la piscina, donde pasaba horas entre brazadas. Disfrutaba conociendo gente nueva y tenía el don de saber escuchar. Su vida no fue fácil: creció en una familia monoparental, en una época en la que ser diferente podía ser motivo de rechazo. Desde los 12 años trabajó para ayudar a su madre, y con lo poco que podía ahorrar —renunciando incluso al billete de autobús— se compraba los juguetes que tanto soñaba.

Su familia no recuerda haberlo visto quejarse nunca, ni siquiera cuando pasaba noches enteras haciendo horas extras para ofrecerles una vida mejor. Siempre tenía una sonrisa en el rostro y jamás pronunciaba una palabra de odio.

“Fue quien me enseñó todo, quien hizo que yo sea quien soy”, confiesa Juan. “No solo entregó su vida por nuestra familia, sino que llenó de alegría la de todos los que tuvieron la suerte de cruzarse con él”. Ahora, su mayor deseo es poder parecerse, aunque sea un poco, a su padre, y transmitirle su legado a su hijo recién nacido, que lleva su nombre y que, por desgracia, no llegó a conocer a su abuelo.

 

Elvira López de las Heras

45 años

Tarancón (Cuenca)

Elvira tenía 45 años y recién se había mudado con su compañero, Pedro Antonio, y sus tres perros a la primera vivienda que compraba la pareja, tras décadas en un piso alquilado en València. Era una casa de 3.000 metros cuadrados en Calicanto, pedanía de Torrent, en la zona cero de la dana. “Les quedaba mucho que hacer de cambios en la casa. Era el proyecto de su vida en aquel momento”, lamenta Alicia, hermana de Elvira. Sus padres, que viven en Tarancón (Cuenca), donde nacieron las hermanas, nunca pudieron ver la casa. Visitarán la provincia por primera vez el próximo 29 de octubre, en el funeral de estado a las víctimas de la dana.

Elvira llevaba más de dos décadas en la provincia de Valencia. Se mudó con su hermana y Pedro Antonio, entonces un amigo, para montar un bar en la capital valenciana. El negocio no se marchó, pero Elvira se enamoró de Pedro António y los dos decidieron seguir en la ciudad. “Se quedó por amor”, comenta Alicia, que volvió a Cuenca. A lo largo de su vida valenciana, Elvira fue peluquera y adiestradora de animales y, desde hacía tres años, creadora de contenido para redes sociales. Tenía una empresa de marketing con su compañero, que sobrevivió a la tragedia.

Concepción Moreno Martínez

83 años

Massanassa

En Massanassa la conocían como Conxín la de la imprenta, porque su padre tenía una imprenta en la casa y ella lo ayudó con el oficio. Su cariño llegaba todo el pueblo. Su sobrina cuenta que lo que definía a su tía Conxa era que era alegre y estaba "siempre dispuesta para todos y con una sonrisa". La caracterizaba una voz bien aguda, algo chillona. Era una mujer positiva y generosa, que tenía abiertas las puertas de casa y la nevera llena para recibir quien la visitara. Formó su familia en el hogar donde se había criado con sus padres y su inseparable hermana Francisca, una casa de referencia para la familia y para el pueblo, que siempre estaba abierta y llena de vida. No tuvo nietos, pero su hija cuidó a muchos niños en esa casa; a sus primos y vecinos de amigos. Su familia recuerda que cocinaba un gran putxero cuando pasaba cualquier cosa, buena o mala, o enseguida hacía el bizcocho coca de llanda para acompañar los momentos. Bordaba vainica y cosía de todo junto a su hermana; arreglaban detalles de pantalones, cortinas, chaquetas y hasta bolsos. Nunca perdió su esencia y, en su última etapa, aunque había pasado de ser cuidadora a ser cuidada y estaba triste, sonreía con la mirada.

Emeterio Mora Gómez

74 años

Albacete

Emeterio y Dolores llevaban cinco décadas juntos. Se casaron con 26 y 21 después de tres años de novios “con las ideas claras y muy compenetrados los dos”, recuerda Dolores. Se conocieron porque los hermanos de ella eran amigos de él y después de un tiempo comenzaron a salir y hablar durante largos ratos. Se emociona al recordarlo, rememora que era un gran trabajador y mejor persona. “Cuidar junticos a la familia era lo más bonito de esta vida”, dice. Él trabajaba como maquinista, manejaba una máquina excavadora, y cuando tuvieron a sus tres hijos comenzó a operar como taxista, para poder pasar tiempo con ellos cuando volvieran del colegio. Ya mayor y algo cansado, volvió a su anterior trabajo, donde los jefes lo recibieron sin pensarlo dos veces, porque era bueno en lo que hacía y muy responsable. Siempre buscaba que a los chicos no les faltara nada. Era madrugador y tenía habilidad como manitas, cuando algo se rompía no hacía falta que viniera nadie a arreglarlo. Ni bien se jubiló, se mudaron al campo. Dolores cuenta que no le gustaba estar encerrado. Disfrutaba de estar al aire libre, donde cultivaba su huerto y tenía de todo un poco. Pimientos y patatas, que su esposa convertía en ricos platos. Emeterio construyó el chalé junto a sus hijos Jesús Andrés, Juan Carlos y Javier. Durante siete años, de a poquito, con esfuerzo, iban al campo todos los fines de semana para seguir trabajando. “Como se hace en esta vida, con sacrificio”, afirma su mujer. En esa misma casa recibían a la familia extendida los domingos para juntarse a comer, tomar café y hablar de todo en las sobremesas. La última jornada que pasaron todos juntos compartieron allí una paella, porque se acercaba el cumpleaños de Dolores.

Jesús Andrés Mora Ruíz y Javier Mora Ruíz

46 y 42 años

Chiva

Jesús Andrés era el mayor de los tres hijos de Dolores y Emeterio, que compartieron 53 años de matrimonio y formaron una familia muy unida. Tenía 46 años y trabajaba en tecnología. Cuando vivía en el campo con sus padres, uno de los cuatro perros que tenían, Sira, lo esperaba todos los días en la puerta, siempre a la misma hora, a que volviera del trabajo. Era amante de los animales y a donde iba, la perra iba con él. Los hermanos vivieron juntos en el chalé del campo e iban al colegio en Chirivella. Javier, el más pequeño, tenía 42 años y un niño de siete. Trabajaba en una empresa cárnica de embutidos y en el último tiempo vivía con sus padres en la casa que él había ayudado a construir junto a los dos hermanos. El del medio, Juan Carlos, no estaba con ellos el día de la tragedia y los extraña junto a su madre, que destaca que eran grandes personas y que no hay palabras para describir lo buenos que eran. Él llamó al 112 desde Valencia, mientras el agua invadía la casa, intentando en vano que alguien acudiera a rescatar a sus seres queridos. Los recuerdan cada día y les han prometido luchar para que se haga justicia.

Rosa Pages García

92 años

Valencia

La vida de Rosa Pages García no fue fácil. Sin embargo, siempre estaba dispuesta a ayudar a todos los que se cruzaban en su camino. Un 14 de junio, hace 92 años, nació “una mujer maravillosa” en el corazón de Valencia, en pleno barrio de Ruzafa. Creó una familia que fue su prioridad, escribe Rosa, una de sus tres hijos “que eran su tesoro”. Los adoraba y ellos a ella. Tuvo un marido, Miguel Lacueva, cuyo amor fue mutuo. Vivió la Guerra Civil, una larga posguerra, la Gran Riada de Valencia…A pesar de ello, tenía un corazón tan grande que no le cabía en el pecho y así será recordada. No tuvo enemigos. Todos los que conocieron a Rosa Pages la quisieron y admiraron. Una “maldita” dana le quitó la vida.

Rachid El Achqar

45 años

Marruecos

Quienes conocieron a Rachid El Achqar recuerdan su sonrisa. Su esposa, Wafaa, lo describe como una persona bondadosa y muy querida por todos”. Rachid amaba “profundamente” los campos de naranjas donde trabajaba como agricultor. Un trabajo que realizaba con dedicación y esa sonrisa en el rostro. Pasaba la mayor parte de su tiempo cuidando la tierra y las plantas, en ellas “encontraba paz y alegría”. Pero sus ratos libres los dedicaba a su pequeña familia y a jugar con su hijo de dos años, quien llenaba su corazón.  “Era un padre cariñoso que adoraba a su hijo y disfrutaba cada momento a su lado”. Escribe Wafaa a este periódico que también recuerdan su amabilidad con la gente y sus sueños sencillos y sinceros: construir un hogar lleno de amor y tranquilidad para su familia. Aquella tarde lluviosa en Riba-Roja, Rachid salió rumbo al centro de la ITV para la revisión de su coche. Pasaban de las cinco de la tarde cuando las repentinas inundaciones provocadas por la dana lo arrastraron. “Su recuerdo y su sonrisa permanecerán siempre en nuestros corazones”.

Teresa Plaza Oliver

86 años

Guadassuar

Llevaba una vida tranquila. A Teresa Plaza le gustaba cocinar, hablar con sus hermanas y contarle a su nieta Leticia su juventud. Cuando era joven, trabajaba en una fábrica, pero a los pocos años emigró a Francia, donde fue empleada del hogar. En el momento en que ella y su marido tuvieron suficiente dinero, volvieron a su natal Guadassuar para comprar su primera casa. Allí criaron a sus dos hijas. Teresa continuó como trabajadora doméstica y dedicaría gran parte de su vida a cuidar de sus hijas y de sus cuatro nietos, cuenta Leticia por mensaje. Cuando falleció, el 29 de octubre, Teresa era viuda y tenía 86 años.

Francisca Porras Verdugo

72 años

Cantalpino (Salamanca)

Nació en Cantalpino (Salamanca) como Francisca Porras, aunque todos la conocían como Paqui. No hay día en que su familia no la tenga presente, cuenta su hijo Francisco por mensaje: “Un año ya sin ella… y aún nos cuesta creerlo”. La recuerdan tal y como era: “luchadora, guerrera, inteligente y con una bondad y generosidad que demostraba tanto en su personalidad como en su trabajo”. Dedicó casi cuatro décadas “a salvar incontables vidas al brindar apoyo en situaciones críticas”, según un comunicado publicado por el Colegio de Enfermería de Valencia. Los compañeros de Paqui en el SAMU la recuerdan “no solo por su gran profesionalidad, sino también por su calidad humana y su profunda empatía”. Las palabras de su hijo van para ella: “Nos haces falta y tu pérdida nos ha dejado rotos. Te queremos”.

Ella merecía que todo fuera bonito.

Francisco José Quesada Moya

44 años

Bigastro

Francis era un genio y una gran persona. No lo típico –cuenta Joaquín, su hermano, en un texto que le costó mucho escribir–, realmente lo era. “Solo hay que escuchar hablar de él a sus amigos, a su familia y a cualquiera que lo haya conocido. Te daba todo y no te dejaba a tu suerte nunca… Nos ayudaba incluso cuando no tenía que hacerlo”. En lo suyo no había nadie como él: era el que más sabía y todos le pedían consejo para todo. Ayudó a mucha gente, y dice Joaquín que lo seguirá haciendo: “Su legado será para siempre y sus enseñanzas quedarán en nosotros para el resto de nuestras vidas”.

Era un excelente hijo, hermano y amigo. “Siempre podías contar con él, porque siempre estaba en las duras y en las maduras”. Aquel “fatídico” 29 de octubre, nadie le avisó del peligro que corría en su casa, en Pedralba. “Queremos pensar que todo fue rápido y no se enteró de nada”, escribe su hermano. La muerte de Francisco Quesada, a los 44 años, le ha “destrozado la vida a la familia, y nunca nada va a ser igual sin él”: “Jamás vamos a volver a ser plenamente felices. Le echamos muchísimo de menos todos los días”. Su familia y amigos lo encontraron en su casa en ruinas después de cuatro días de una “angustiosa búsqueda en la que nadie” les ayudó: “No pararemos hasta que se haga justicia… Siempre Francis”.

Nuria Martínez Sanchís

55 años

Paiporta

No había persona más positiva que ella, siempre estaba sonriendo, era pura emoción. Así es como describen a Núria sus familiares. “Lo que me encantaba de ella es que íbamos en el metro y siempre se ponía a hablar con la gente que no conocía de nada”, cuenta José María Rivera, su pareja con el que se había ido a vivir hacía tan solo un mes a un bajo que habían reformado con sus propias manos. Núria era vecina de Paiporta de toda la vida, desde muy joven empezó a trabajar en el bar de la familia, el Vora Barranc, el lugar de encuentro del pueblo, en el que los habitantes pasaban la tarde con una caña en la barra. Tenía una hija, que también se llama Nuria. Trabajaba en el Hospital de La Fe, donde conoció a su pareja, José María.

El día de la riada estaban viendo una película en casa, cuando comenzó a entrar el agua. A las seis de la tarde, un coche de la policía local recorrió su calle con un megáfono: “Que no salga nadie de casa, el barranco del Poyo está a punto de desbordarse”. Miraron por la ventana y vieron cómo “el barranco salta”, se desbordaba y arrastraba el coche patrulla. El bajo se inundó y el agua alcanzó los cuatro metros de altura. José María se ató la cuerda del batín que llevaba Núria a la cintura para no perderla y le dijo que tenían que salir de ahí. Nada más pusieron un pie en la calle, la fuerza de la riada se los llevó. Les golpeó primero contra un garaje, luego contra una farola y finalmente lograron agarrarse a un árbol con un tronco muy grueso. El tronco se rompió y los hundió. Él logró salir y volver a respirar, pero a Núria se le quedó el pelo enganchado en unas cañas. Cuando José María logró desenredar su cabello y sacar su cabeza, ya no respiraba. 

Amparo Bou Chisvert

83 años

Alfafar

Una semana antes de que la riada cambiase sus vidas, la familia Bou, que está muy unida, se había ido a hacer un crucero para celebrar el cumpleaños de Amparo. Ella era el pilar de la familia, una mujer que se dedicaba por completo a sus tres hijos -José Ramón, Miguel y María Amparo- y sus nietos. Siempre con una sonrisa. Era modista en Alfafar, donde vivía, pero cuando nació su hija pequeña decidió dejar el trabajo para dedicar más tiempo a la crianza de los niños. Le gustaba ir arreglada siempre, se preocupaba por los demás y todo el mundo en el pueblo la quería. El día de la dana, Amparo, junto a dos de sus hijos, María Amparo y José Ramón, intentaron salvar los muebles cuando el agua empezó a entrar en casa. Ella le pidió a su hija que subiera las escrituras a la segunda planta. María Amparo le suplicó que subiese ella también, pero ella respondió que lo haría en un minuto. “Mi madre me salvó la vida. Yo cogí las escrituras y, al subir las escaleras, cuando todavía no había llegado al piso de arriba, oí un sonido que parecía un trueno”, explica María Amparo. Se giró y vió como el agua entró “como un tsunami”, en cuestión de segundos llegó donde ella estaba. La riada había roto la pared de la cocina. Su hermano José Ramón, alcanzó a agarrarse de una puerta de la misma habitación donde estaba su madre, y se salvó, pero la fuerza del agua arrastró a Amparo al fondo de la habitación. La familia pide que no se olvide a las víctimas y se haga justicia.

María de los Desamparados Montes Villar

76 años

Valencia

A María de los Desamparados le encantaba viajar. Todos los años elegía un destino diferente. Se recorrió medio mundo; estuvo, entre otros sitios, en China, la India, Rusia, Estados Unidos y Argentina. Trabajaba en inspección médica, por lo que la paga de verano la guardaba para viajar con su grupo de amigas. Tenía una risa muy escandalosa y muy contagiosa. Nació en Valencia, fue en 2011 cuando se mudó al barrio de La Torre porque su hija Mónica se había comprado un piso en esa zona. El día de la dana, ambas estaban recibiendo a través de whatsapp vídeos donde se veía el agua inundando los pueblos, así que decidieron ir al garaje a sacar el coche y dejarlo en un sitio elevado. Cada una sacó su coche, pero tomaron rutas distintas. Mónica tuvo que refugiarse en el tejado de un lavadero porque el nivel del agua subía muy rápido. Su hija estuvo horas sin saber dónde estaba su madre. Al día siguiente, encontraron el coche de María de los Desamparados vacío, el agua había arrastrado su cuerpo hasta Sedaví.

Rubén Lima Rabago

33 años

Valencia

Rubén era patrullero de la Policía Local en Valencia y vivía en un piso en el barrio de La Torre. Su padre era también policía local y ahora está jubilado. Servía en el Distrito Marítimo porque es una unidad con mucha actividad relacionada con la seguridad ciudadana y a él le gustaba. El día de la riada había trabajado por la mañana y se ofreció a ayudar por la tarde, pero le dijeron que no necesitaban refuerzos. Rubén viajaba cada mes a países como Alemania, Francia, Reino Unido o Bélgica para participar en torneos de un juego de cartas que le encantaba y que se le daba muy bien. Cuando sonó la alerta que envió la Generalitat a las 20.11, Rubén estaba en el segundo sótano del garaje donde guardaba su coche. Cuando intentaron salir, tanto él, como otras cinco personas que estaban con él, quedaron atrapados. La puerta no se abría. En pocos minutos, el agua subió medio metro, debido a que las vías del tren, situadas junto al lugar, actuaron como un tapón que impide el avance natural de la riada. El último whatsapp que le escribió a su padre decía: “Esto está muy jodido”. Rubén, que era policía, sabía de lo que hablaba. Pocos minutos más tarde, a las 20.50, la riada rompió la puerta del garaje y lo inundó todo. Su padre, Julio Lima, denuncia que el garaje solo tenía una salida, la de la puerta de los vehículos que daba a la calle. Si el garaje hubiese tenido otra puerta que lo conectase con el edificio de la vivienda, su hijo se habría salvado.

Cándido Molina Pulgarín

62 años

Cheste

Cándido de 62 años y origen extremeño, se había criado en Cheste, 25 kilómetros hacia el interior de la provincia de Valencia, pero hacía más de 15 años que vivía en la capital, donde trabajaba en una terraza. Había conocido a su pareja, Vicky, en un pub. A ella, de origen andaluz y criada en Catarroja, le hizo gracia cómo bailaba y que, además de bailar, “tenía mucha labia”. El día de la dana, Cándido montó a los tres perros en el coche y se subió a Cheste. Siempre pasaba su día libre en un terreno que su difunto padre había comprado en ese pueblo cercano a Chiva. A las 17.52, Cándido llamó a Vicky gritando: “Nos vamos a ahogar”. La comunicación se cortó. Ella empezó a llamar a la Guardia Civil y la Policía Local de Cheste, también al 112, pero nadie contestó. Solo descolgaron los Bomberos de Requena. “Yo no sabía que en Requena estaban peor que en Cheste y les pedí que fueran a ayudarlo. Me dijeron que harían lo que pudieran”. Candido se subió al tejado de la caseta y le dijo a Vicky que se iba a salvar, pero nadie llegó a auxiliarlo.

Julián Baños Martínez

84 años

Julián siempre estaba contando historias y anécdotas. Era amante del monte, las setas y los rebollones. Su familia lo incineró el 10 de noviembre junto a su cesta de mimbre. El pasado 29 de octubre, el hijo de Julián había recibido por la mañana videos de las inundaciones de Utiel en un grupo de whatsapp que compartía con sus amigos del pueblo. Los dos estaban en Mislata, y decidieron coger el coche después de comer para poder llegar a su casa en un pueblo cercano a Utiel antes de que la situación se pusiese peor. Lograron llegar al Rebollar, pero la policía les dijo que solo podían continuar la circulación en dirección Valencia, lo que les obligó a desviarse. Su coche se quedó parado a las 18.30 en un atasco en el km 322, entre Buñol y Chiva. En ese tramo de la carretera llevaba lloviendo intermitentemente desde antes de las siete de la mañana y la vía de servicio estaba ya inundada.

La hija de Julián, que también volvía a casa, se encontraba unos kilómetros por delante de su hermano y su padre. A ella le obligaron a dar la vuelta en el polígono de Chiva, para circular en dirección Valencia y quedó parada en el atasco a las 17.35. Le enviaron la ubicación de su coche a las 19.40 y ese fue el último contacto que tuvo con ellos. Llovía sin parar y el agua formó una cortina que no dejaba ver. Notó unas sacudidas muy fuertes en el coche a las 19:50, pero no logró descifrar qué podían ser. A partir de ahí, el móvil de su hermano ya no daba tono. Ambos fallecieron en la carretera A-3 esperando poder llegar a casa. Ella pudo volver a casa cuando dieron paso en la A-3 el 30 de octubre sobre las 13h. Viendo todo. Incluida la ubicación de su padre y hermano, sin poder diferenciar e identificar el coche de su hermano entre tanto caos. 

Julián Baños Llácer

57 años

Su familia y amigos dicen que todos recordarán su risa. Julián era licenciado en Historia Medieval y le encantaba leer. Fue incinerado el 10 de noviembre con el libro que tenía en su mesita y que jamás terminó. El pasado 29 de octubre, Julián había recibido por la mañana videos de las inundaciones de Utiel en un grupo de whatsapp que compartía con sus amigos del pueblo. Él estaba en Mislata junto a su padre, y decidieron coger el coche después de comer para poder llegar a su casa en un pueblo cercano a Utiel antes de que la situación se pusiese peor. Lograron llegar al Rebollar, pero la policía les dijo que solo podían continuar la circulación en dirección Valencia, lo que les obligó a desviarse. Su coche se quedó parado a las 18.30 en un atasco en el km 322, entre Buñol y Chiva. En ese tramo de la carretera llevaba lloviendo intermitentemente desde antes de las siete de la mañana y la vía de servicio estaba ya inundada.

La hermana de Julián, que también volvía a casa, se encontraba unos kilómetros por delante de su hermano y su padre. A ella le obligaron a dar la vuelta en el polígono de Chiva, para circular en dirección Valencia y quedó parada en el atasco a las 17.35.  enviaron la ubicación de su coche a las 19.40 y ese fue el último contacto que tuvo con ellos. Llovía sin parar y el agua formó una cortina que no dejaba ver. Notó unas sacudidas muy fuertes en el coche a las 19:50, pero no logró descifrar qué podían ser. A partir de ahí, el móvil de su hermano ya no daba tono. Ambos fallecieron en la carretera A-3 esperando poder llegar a casa. Ella pudo volver a casa cuando dieron paso en la A-3 el 30 de octubre sobre las 13h. Viendo todo. Incluida la ubicación de su padre y hermano, sin poder diferenciar e identificar el coche de su hermano entre tanto caos.

Manuel Venancio

55 años

Cuenta Pilar Venancio que su hermano Manolo era el pequeño de cuatro. Recuerda que cuando tenía nueve años estuvo 4 meses en coma por un atropello. Tras aquel accidente fatal, Manolo estuvo a cargo de sus padres, pero al desaparecer estos o no poder cuidar solos de él, Manolo pasó a ser el mimado de sus hermanas, que le cuidaban conjuntamente des de hace 27 “como a un hijo”, señalaba Pilar. Ente todas se organizaron para que siempre pudiera vivir en su casa, al cuidado de alguna de las tres hermanas y sus familias. “Manolet era una persona maravillosa muy querida por toda su familia, fue muy feliz con nosotras y nuestras familias y todos nosotros fuimos muy felices con él”, aseguran en el mensaje enviado a este periódico. “Él el eje que nos reunía a todos, fiestas de Alfafar, su cumpleaños, navidades, bous al carrer, fútbol, festival de eurovisión, musicales, cualquier evento que le gustase a Manolo era la excusa perfecta para reunirnos todos y ser felices”, cuentan. Y añaden: “Manolo te queremos mucho y siempre será así, te echamos muchísimo de menos”.

José Vicente Fernández Cómos

58 años

Treinta y siete años juntos. Rosa María Pascual Antón, viuda de José Vicente Fernández Cómos, fallecido en Catarroja con motivo de la Dana, apenas concibe la vida sin su pareja.  “Es el hombre de mi vida, nos conocimos siendo unos críos, crecimos juntos como personas y formamos nuestra familia, con nuestros hijos, Alba y Josevi, siempre el uno al lado del otro, juntos en lo bueno y en lo malo”, cuenta ella en un emotivo mensaje de Whastapp enviado a este periódico junto a una foto de José, con una espléndida sonrisa. Cuenta que era una persona muy familiar, que adoraba a sus padres y a su hermana mayor, Lourdes, tanto como a sus otros dos hermanos pequeños, Salva y Alfredo, y a los cuñados. “Era muy amigo de sus amigos, siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesitara”, asegura. El Pesca, como le conocían en su entorno más cercano, era camionero de profesión, y siempre estaba dando indicaciones a sus compañeros. “Incluso cuando le despertaban a las 4.00 de madrugada, siempre tenía buen humor”, recuerda. Era conductor de vocación, “mi Tomtom particular, un padrazo enamorado de sus hijos, orgulloso abuelo de Adai que lo amaba y por quien él se desvivía”. Asegura Rosa María que José sabía adaptarse a todas las situaciones y superar las dificultades siendo cada día mejor persona: “¡Qué orgullosa estoy de haber compartido la vida con él!, aunque quedaran tantos sueños truncados, que han dejado un gran vacío en mí, imposible de llenar”.

Salvador Martínez Más y Emilia Benito Sáez

81 años y 80 años

Vecinos de Paiporta, "matrimonio ejemplar que gozaba de una vida armoniosa”, cuenta su familia. Muy buenas personas, familiares y trabajadoras, destacan. Salvador, amante del campo al que dedicó su vida y apasionado por los caballos; Emilia, su constante apoyo y alegría, siempre con una sonrisa dibujada en su rostro. Ambos, muy amigos de sus amigos. “Dejan desconsolados a sus primos, sobrinos y demás familiares”, escriben los suyos.

Consuelo Torrent Chisvert

82 años

A Consuelo Torrente Chisvert la conocían en Paiporta como Chelo, La peixeta (“pescadita”, en español), recuerda una de sus hijas, Xelo Puertes. Tenía unos enormes y preciosos ojos azules con los que había devorado el mundo, en buena parte acompañada de su marido y sus hijas dentro de una autocaravana, con la que desde muy jóvenes y rompiendo los moldes de la época viajaron por cerca de 40 países. “Uno de los viajes más bonitos que hizo fue desde Paiporta al Cabo Norte con autocaravana”, asegura su hija. “No hablaba idiomas, pero era capaz de discutir con la policía rusa por no dejarla entrar en su país”, recuerda. “Fueron viajeros toda su vida, pioneros”, apunta Puertes, que habla también del carácter y el temperamento “tan alegre” de su madre, siempre sonriente y vivaracha. Habría querido ser escritora: “Inventaba los cuentos que nos narraba de pequeñas, en valenciano”. Era una mujer muy querida por toda la gente y especialmente por su familia: “Alegre, sencilla, con muy buen corazón y muy libre”, concluye su hija, advirtiendo de que a ella le gustaría leer este recuerdo en valenciano.

José Sancho Martín

69 años

Una persona alegre, honesta y sincera. Es muy recordada por sus familiares y amigos. Y por desgracia, no podrá disfrutar de sus nietos, ni ellos de él. Era de gustos bastante sencillos, le gustaba ir en bici y la playa.

Isabel Ferrandis Rodrigo

91 años

Catarroja

Isabel falleció en Catarroja, en la misma casa en la que sobrevivió a la riada de 1957. El 19 de noviembre del año pasado habría cumplido 92 años.  De niña vivió la guerra civil, y aprendió a hacer la cola y aprovechar su momento para pedir su ración, la de su hermano, y la de quien se le pasara por la cabeza. Trabajó en una fábrica de muebles, siempre fue una mujer muy trabajadora. De casada, vivió siempre en la misma casa del barrio del Raval, que durante décadas fue literalmente el arrabal del pueblo, su afuera. Hoy Catarroja se ha ensanchado y llega hasta el barranco,  y el agua del barranco llegó el año pasado hasta su casa de planta baja. Estaba en silla de ruedas y se movía con dificultad. Aunque su memoria casi centenaria fallaba, su hija Isabel, su yerno Salva y su nieta Sandra no olvidan que, a veces, volvía a sonreír cuando los miraba. Vivía con su cuidadora, que hizo todo lo que pudo para intentar salvarla.

Rafael Subías

58 años

Orgulloso de ser un Caballero Legionario, Rafael Subías Lorente, más conocido en su entorno como El Maño, nació en Zaragoza el 12 de octubre de 1966. “Fue maño hasta para nacer”, comenta su viuda, Ester. Según ella, era uno de los mejores gruistas encofradores de Valencia. “Trabajador incansable, nunca faltó a su puesto, con lumbalgia, dolor de muelas o gripe", relata. “Amado por los que tuvimos el privilegio de conocerle, siempre sonriendo, irradiando alegría”, asegura. Ella recuerda sus bonitos ojos verdes, su pelo negro, su piel morena, y su enorme corazón, “noble como buen aragonés”. “Los tíos y primos, el tete José, nuestro mejor amigo Fali, nuestra hija Elena y yerno David, tu suegro y tu mujer, te recordamos y honramos a diario, porque el vacío que has dejado es inmenso. 34 años a tu lado han sido pocos. Te amaremos siempre Mañoman”, concluyen en su escrito.

Luis Valdés Asensio

89 años

Era un hombre perfeccionista, apasionado por el baile, trabajador y con un corazón enorme, cuenta su hija Rosa. “Nos enseño a darlo todo, a sonreír en los días grises y a querer sin medida". Su familia y amigos le echan de menos, aunque les consuela que siempre estará con ellos.

Eugenio Toledo Alexandre

47 años

Eugenio Toledo Alexandre era una persona ejemplar, siempre dispuesto a ayudar hasta el punto de que perdió su vida por ello, recuerda su esposa. En todos los ámbitos de su vida era una persona de diez. "Empático, sociable, responsable y exigente consigo mismo", le describe. Era una persona muy querida y respetada por su entorno. Su pasión era el deporte. Disfrutaba compartiendo kilómetros con sus amigos y compañeros preparando con mucha ilusión y esfuerzo para mejorar su mejor marca personal en el maratón del 2024 que no pudo llegar a correr. Tras un año, "sus hijos son las personas que más están notando su ausencia, tenía un vínculo de unión con ellos tan fuerte como especial". 

Valentina Toro

Buendía (Cuenca)

Nacida en Buendía (Cuenca), llegó a Valencia en los años 60. Valentina era una persona "muy hogareña y su mayor disfrute era estar en su casa y ver las novelas en televisión", recuerda su hijo. Viuda desde hacía seis años, deja un único hijo.

CRÉDITOS

Coordinación: Patricia Ortega Dolz.
Redacción: Domitila Diez, Alan García Loza, Pablo Seguí Olmedilla, Caio Mattos, Laura Llach, Óscar Martínez Martín, Stephanny Pinzón Triana Mikel Muñoz, Rodrigo Cardona, Hannah Slack, Daniela Gutiérrez, Sebastián Forero Rueda, Natalia Jiménez Segura, Álvaro Ruiz

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