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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lo urgente es parar la matanza

El ultimátum de Trump y Netanyahu a Hamás no es un plan de paz para Gaza, pero supone una oportunidad para que cesen las muertes

El País

El plan anunciado el lunes en Washington por Donald Trump y Benjamín Netanyahu para poner fin a la guerra de Gaza debe ser recibido como una oportunidad deses­perada, un mínimo resquicio para detener la matanza que se ha cobrado ya la vida de más de 66.0000 palestinos, en su mayoría mujeres y niños. Su redacción unilateral, sin plazos ni garantías claras y que además ningunea a los palestinos como interlocutores, convierte el texto en un ultimátum. La única condición concreta inmediata es que Hamás entregue a los rehenes israelíes en 72 horas. En otras palabras, impone a la organización islamista la rendición incondicional. No es una hoja de ruta hacia la paz, pero la urgencia del horror exige darle una oportunidad porque pondría fin a la guerra inmediatamente.

Es precisamente este horror ante un escenario de miseria extrema y muerte indiscriminada el que lleva a la comunidad a ver con buenos ojos, en principio y a corto plazo, cualquier medida que ponga fin a la matanza, incluida la presentada este lunes en la Casa Blanca. La premisa es que cesen las muertes y luego ver cómo evoluciona el resto de los puntos. Así, Alemania, España, India, China, Japón, Reino Unido o la UE han recibido la propuesta como una oportunidad para poner fin a la guerra. En España, el Gobierno y el PP han coincidido en acoger la iniciativa con esperanza, lo que da una idea de la urgencia. Potencias regionales con influencia como Turquía, Arabia Saudí, Egipto o Qatar también han celebrado que al menos se hable de reconstrucción y de evitar el desplazamiento de la población palestina.

En la cuestión de fondo, el cese de hostilidades que Trump y Netanyahu plantean no tiene horizonte político alguno. Sin Estado palestino —rechazado este martes expresamente por enésima vez por el primer ministro israelí— y bajo una tutela extranjera supervisada por Estados Unidos e Israel, se establece un futuro de sometimiento. La Autoridad Nacional Palestina, la legítima representante de los palestinos y que debería recuperar legalmente el control de la Franja según los Acuerdos de Oslo, queda arrinconada. Y, además, todo queda condicionado a las reformas que imponga Israel.

Hamás debe estar fuera de cualquier ecuación sobre el porvenir de Gaza y de los palestinos. Ningún proyecto pacífico y justo puede construirse con el movimiento responsable del brutal ataque del 7 de octubre de 2023 contra Israel, que todavía mantiene rehenes israelíes, vivos y muertos, y que no renuncia al objetivo de la destrucción de Israel. Pero ni Palestina es Hamás ni los palestinos son automáticamente miembros de la milicia islamista, falacia en la que Netanyahu se ha apoyado para aplicar a la población inocente de Gaza un castigo colectivo que ha despreciado el derecho humanitario y horrorizado al mundo.

Lo preocupante es que el plan consagra las raíces del conflicto con la consolidación de la ocupación, la negación del Estado palestino, la expansión de colonias y la ausencia de un marco basado en la legalidad internacional. Las disparatadas propuestas de convertir el territorio en el “Dubái del futuro” como si la población palestina no existiera o de establecer una especie de protectorado presidido por Trump por encima de la legalidad internacional no merecen ser consideradas. También habrá que vigilar que el acuerdo no se convierta en un cheque en blanco para Netanyahu. Los culpables de esta barbarie tendrán que pagar por ello. Nadie olvidará lo que han hecho. Pero Gaza no puede soportar bombardeos y hambre un día más.

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