Informe Draghi, decepción compartida
La UE sigue sin tomarse en serio el plan de reformas del exdirigente italiano que hace un año asumió como agenda de trabajo


Casi la misma unanimidad que desató en Europa la presentación del informe del expresidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, provoca un año más tarde el balance de la aplicación de sus recomendaciones por parte de las autoridades comunitarias y de los gobiernos de la Unión Europea. Los avances en esa “brújula de la competitividad” que la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, asumió como propia para su nuevo mandato han sido claramente insuficientes para revertir la tendencia de declive competitivo del continente. Así lo ha certificado también el propio Draghi, que ha criticado la inacción de los gobiernos y, en especial, la ausencia de una vía clara para financiar las inversiones necesarias.
El informe se presentó en septiembre de 2024 como una hoja de ruta para relanzar la economía de los Veintisiete, en la que identificó tres grandes prioridades: cerrar la brecha en innovación tecnológica, diseñar una estrategia industrial coherente con los objetivos climáticos y avanzar hacia una mayor seguridad y autonomía, reduciendo las dependencias externas. Meses antes, en abril, el también ex primer ministro italiano, Enrico Letta, apuntaba en la misma línea la necesidad de eliminar las barreras internas del mercado único para crear un espacio económico integrado que abarque también energía, telecomunicaciones, servicios financieros y economía digital, así como avanzar hacia una unión de capitales que permitiera movilizar el ahorro privado de los europeos hacia proyectos productivos de escala continental.
Los datos corroboran la dirección de las reformas apuntadas. Cada año unos 300.000 millones de euros de ahorro salen del mercado europeo para invertir en Estados Unidos y, por si no fuera suficiente, Von der Leyen se comprometió con Trump a que las empresas europeas inviertan al otro lado del Atlántico 600.000 millones de dólares (unos 511.000 millones de euros) lo que resta de mandato del republicano. Según el FMI, las barreras burocráticas y regulatorias que perviven en el mercado común equivalen a imponer un arancel del 45% sobre las mercancías y del 110% en el caso de los servicios. La propia Comisión estima que eliminar barreras internas habría aumentado el PIB de la Unión entre tres y cuatro puntos y habría permitido crear 3,6 millones de empleos. Aunque la segunda legislatura de Von der Leyen ha incorporado muchas de sus propuestas en su programa, la ejecución real ha sido muy lenta. A principios de mes, el centro de estudios European Policy Innovation Council constató que apenas el 11% de las 383 recomendaciones de Draghi se han puesto en marcha. De las que tienen el potencial de suponer un verdadero impacto para la economía europea, ninguna. Entre ellas, una política industrial común y el modo de financiarla.
En un entorno de elevada incertidumbre, dominado por la geopolítica y la guerra entre Estados Unidos y China, en el que el papel de Europa como potencia estratégica se va diluyendo a marchas forzadas, es necesario reponerse de la decepción y responder con reformas decididas a ese nuevo escenario. El carácter presidencialista de la Comisión —una institución concebida como un órgano colegiado— no ayuda en estas circunstancias y sus responsables deberían reflexionar sobre ello para cambiar el rumbo y permitir avances más allá de la Europa de la defensa que abandera la propia Von der Leyen. La oportunidad tiene un tiempo limitado. Y retrasar el salto político y económico puede comprometer el bienestar y la relevancia internacional de Europa en la próxima década.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.