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Columna
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Soy la daga

Después de llenar con borrones la hoja en blanco de una libreta, tacho la palabra defensa y escribo cien veces la palabra guerra

Decenas de palestinos en los alrededores del bombardeado hospital Al Shifa de la Franja de Gaza.

Veo en la televisión la llamarada de una barca que salta por los aires y la bomba que cae sobre un hospital infantil. Por mis venas corre la imaginación de los niños y las enfermeras bajo los escombros. Después de llenar con borrones la hoja en blanco de una libreta, tacho la palabra defensa y escribo cien veces la palabra guerra. Luego me levanto de la mesa, busco un cuchillo en la cocina y un hacha en la caja de herramientas del trastero. Me miro en el espejo, reconozco los ojos de verdugo, abro la puerta, bajo con disciplina calculada lo escalones y llamo al timbre de la portera. Le sonrío, entro en su casa, digo que ha llegado la hora y con un golpe preciso le corto el cuello. Veo cómo la sangre y el café que se estaba tomando salen por la herida de la garganta. Para que no sufra una agonía larga, le clavo el cuchillo en el corazón y me quedo tranquilo. Al acelerar su muerte, aplazo el problema de mi vivienda.

Y le tomo gusto a la sangre. La plaza guarda una colección de mendigos. Elijo uno que se tapa la cabeza con una gorra. Los pies sucios y descalzos llaman mi atención, así que le clavo en el pecho mi cuchillo, que tiene ya el valor de una espada, y veo con gozo cómo la sangre cae gota a gota sobre sus zapatos y sus pertenencias metidas en una bolsa de plástico. Contento me dirijo al trabajo. Paso a paso, gota a gota, imagino el exterminio que voy a hacer entre los guardias de seguridad, la recepción, la secretaria y las áreas de cultura, economía y relaciones internacionales. Estoy deseando llegar con mi hacha y mi espada, que asume una labor misericordiosa, para qué negarlo.

Mientras camino no paro de localizar posibles víctimas. El escaparate de la Librería Antonio Machado me da una sorpresa. Ahí está el libro que acabo de leer, Soy la daga y soy la herida (Alfaguara, 2025), una magnífica recreación literaria de Laura Restrepo sobre el mundo que nos hace y nos deshace.

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