Alá es lesbiana
Por muchos fieles que tenga el islam una religión no puede imponerse a quienes no creen en ella


Betty Lachgar ha sido condenada a dos meses y medio de cárcel por una camiseta que se puso en Londres. Esta valiente feminista marroquí de infatigable activismo contra la falta de libertades individuales en su país, que se ha dedicado de forma incansable a denunciar la opresión contra las mujeres y la penalización de la homosexualidad con acciones que numerosas han generado encendidos debates y la previsible reacción de los islamistas y los conservadores. Desde un picnic para comer por Ramadán (la simple ingesta de alimento en público durante el mes sagrado está penalizada por ley) hasta una quedada para un beso colectivo (también prohibido en Marruecos).
Ahora Betty ha sido encarcelada por el régimen alauita por llevar una camiseta en la que se podía leer Alá is lesbian. Para los detractores de la activista el lema es ofensivo y no se puede consentir, menos aún cuando se sabe que la portadora de la prenda es de sobras conocida por sus críticas al islam. Hablan de responsabilidad en el uso de la libertad de expresión y de la frontera que separa la libertad del libertinaje, ese demonio al que apelan siempre que ejercen su autoritarismo teocrático. Defensores de la libertad limitada y condicionada a la sensibilidad de la mayoría, hablan de provocación cuando lo verdaderamente provocador e insultante es que quienes creen en milagros y seres fantásticos, en caballos alados que viajan por el cielo con un señor profeta sobre su lomo, los que tienen por verdad las alucinaciones de los creyentes, lo indecente y blasfemo e insultante es que toda esa gente pretenda imponer por ley sus delirios colectivos. Dan igual los millones de fieles que tenga el islam, ninguna religión puede ser obligada a quienes no comulgan con sus principios. No hay libertad religiosa si no se puede ofender a los creyentes. Lachgar ha venido poniendo en evidencia la hipocresía de una sociedad que practica la cobardía de la doble moral. Lo que les molesta son los hechos sino que éstos sean verbalizados públicamente. Si se dedicaran a condenar a todo el que en Marruecos transgrede la moral islámica no habría cárceles suficientes para albergar a quienes fornican fuera del matrimonio, a los homosexuales, a los apóstatas y blasfemos. Cabe recordar que mi país de origen es uno de los principales destinos de turismo sexual. De eso no se ocupan los señores que añoran tiempos en los que como hombres podían campar a sus anchas bajo el paraguas de la autoridad patriarcal. No, lo que les ofende es una camiseta.
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