El verano fatal de Microsoft
Recientes revelaciones periodísticas muestran los descuidos, pero también la falta de escrúpulos del gigante informático


Hubo un tiempo en que Satya Nadella parecía el yerno tecnológico ideal. Desde que asumió la dirección ejecutiva de Microsoft en 2014, la prensa especializada alabó su estilo discreto, empático y humilde, sobre todo en contraste con antecesores como el ambicioso Bill Gates y el bombástico Steve Ballmer, o el líder mesiánico de Apple, Steve Jobs. Más que un visionario, Nadella ha sido el peón que avanza poco a poco, casilla a casilla, hasta convertirse en reina. Con su estilo de “liderazgo sin ego”, fue capaz de rescatar a Microsoft de un olvido garantizado invirtiendo en una infraestructura comercial de nube (Azure), creando lazos colaborativos con la competencia e incorporando el videojuego como una pata estratégica de su ecosistema digital. Al menos hasta que se cruzó con Sam Altman. El hombre que dijo que quería sacar a bailar a Google en 2023 ya no era la misma persona que conocimos en 2014.
Ahora sabemos que, a finales de 2021, Satya Nadella se sentó con el jefe de la Unidad 8200, dedicada a la inteligencia de señales y la ciberseguridad del ejército israelí, para el desarrollo de una infraestructura personalizada y segregada dentro de la plataforma Azure. Se trataba de un sistema diseñado para registrar, almacenar y analizar el contenido y los metadatos de millones de llamadas telefónicas móviles realizadas cada día por palestinos en Gaza y Cisjordania. Microsoft ha declarado que no tenían conocimiento del uso que iban a dar al servicio, pero documentos filtrados a The Guardian este verano y entrevistas con 11 operativos de la Unidad 8200 sugieren que Azure ha sido clave en el almacenamiento de estas comunicaciones diarias, facilitando así la preparación de ataques aéreos mortales y las operaciones militares en la región. Se estima que la Unidad 8200 almacena más de 11.500 terabytes de información en centros de datos de Azure ubicados en Países Bajos e Irlanda.
También descubrimos, gracias a una investigación de ProPublica, que Microsoft ha estado utilizando a ingenieros chinos que viven en su país para mantener sistemas informáticos del Departamento de Defensa estadounidense, bajo una supervisión mínima por parte del personal militar. Esto significa que, durante la última década, los datos más sensibles del Gobierno han estado expuestos al principal archienemigo de EE UU. Un descuido verdaderamente increíble, teniendo en cuenta su implicación en dos de los ciberataques más masivos de la historia digital.
En mayo de 2017, el ransomware WannaCry se propagó por todo el mundo a través de un protocolo que Windows usaba para compartir archivos e impresoras, afectando a más de 150 países y bloqueando hospitales, empresas y organismos gubernamentales, entre ellos el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, FedEx, Telefónica y la Renault. Y fue un fallo crítico en los sistemas de Microsoft lo que permitió a hackers rusos acceder a redes gubernamentales estadounidenses, en el ataque conocido como SolarWinds. Un exempleado declaró que habían ignorado los avisos internos por temor a perder contratos gubernamentales. Parece que volvió a ocurrir.
Algunas cosas son inevitables. Windows supone el 75%-80% del mercado global en sistemas operativos de escritorio, un monocultivo propenso a coger pestes y hongos digitales. Pero preocupa el descuido y la falta de escrúpulos que sugieren estas incidencias, especialmente cuando la misma empresa expande su negocio por nuestras tierras, con gran impacto energético, hídrico, climático y político. ¿Quién es el verdadero Nadella, el discreto peón que quiere ser reina o el oscuro operador que huye hacia adelante sin mirar por dónde pisa ni a quién?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
