Fracaso moral internacional
Mientras muchos gobiernos se limitan a condenar la masacre en Gaza, Netanyahu sigue usando el hambre como arma de guerra


A estas alturas resulta muy difícil seguir hablando del hambre en Gaza como de una “catástrofe humanitaria”, la expresión que acaban de utilizar los Gobiernos del Reino Unido, Francia y Alemania en el comunicado emitido el pasado viernes contra la brutal ofensiva militar israelí. Lo que se vive en la Franja no es una mera falta de suministros ni un efecto colateral de la desproporcionada acción bélica desencadenada a raíz del ataque terrorista de Hamás el 7 de octubre de 2023. El castigo de hambre al que se encuentra sometida la población civil palestina responde a una estrategia deliberada del Gobierno de Benjamín Netanyahu. Es una verdadera planificación inhumana del sufrimiento y uno de los fracasos morales internacionales más grandes de nuestro tiempo.
Miles de camiones cargados de alimentos y medicinas —6.000, según la UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos— esperan bloqueados en Egipto y Jordania el permiso israelí, que nunca llega, para penetrar en el devastado territorio de la Franja, donde cientos de miles de personas sobreviven en condiciones infrahumanas, consumiéndose lentamente, reducidos a lo que un cooperante ha descrito como “cadáveres andantes”. Mientras tanto, la comunidad internacional observa con una mezcla tóxica de indignación retórica y parálisis práctica casi absoluta.
Netanyahu ha convertido el hambre en un arma de guerra. Y este es un hecho por el que deberá responder algún día ante un tribunal. Todo se ha desarrollado mediante un despiadado proceso gradual. Primero, las ONG internacionales fueron blanco deliberado de ataques: desde la criminalización de la UNRWA hasta el bombardeo de convoyes como el de World Central Kitchen, del chef español José Andrés, donde murieron varios trabajadores, entre ellos ciudadanos estadounidenses. El siguiente paso ha sido aún más escandaloso: la creación por parte de Israel y EE UU de una supuesta ONG cuya letal seguridad privada militariza el reparto de comida. Un millar de civiles ya han muerto tiroteados cuando trataban de obtener alimento. El mensaje de Netanyahu es claro. Morir de hambre o morir en las colas del hambre. El control total de la vida y de la muerte de los civiles palestinos dentro de Gaza pasa por las manos de su Gobierno.
Los hechos demuestran que el primer ministro israelí pretende hacer de la Franja un territorio inhabitable. No se trata solo de castigar al pueblo palestino, sino de forzar su emigración masiva. Se trata de un plan de desposesión y desplazamiento colectivos que recuerda a los episodios más trágicos del siglo XX.
Entre tanto, la retórica de la indignación ha sustituido a la acción diplomática de antaño, basada por supuesto en la negociación, pero también en la presión por la vía de las sanciones. Desde 2023 casi todos los actores internacionales se han limitado a expresar su condena mientras la arquitectura global que debía garantizar el respeto a los derechos humanos se derrumba.
En la carta que el martes pasado firmaron 25 países, entre ellos los principales de la Unión Europea, para exigir el fin de la guerra y de la “muerte inhumana de niños”, Alemania brilló por su ausencia. En el nuevo comunicado suscrito este mismo viernes junto a Londres y París para tratar de detener la ofensiva israelí en Gaza, Berlín parece haberse liberado de sus propios fantasmas históricos y finalmente ha levantado la voz contra un Gobierno, el de Netanyahu, que ha perdido todo anclaje moral y legal. Aun así, hasta ahora todo se sigue moviendo exclusivamente en el plano del lenguaje y la UE no sale del bloqueo que le impide siquiera revisar los términos de su Acuerdo de Asociación con Israel.
Una nueva prueba de la intransigente impunidad del primer ministro israelí, cobijado por el ciego respaldo de Washington, es la reacción ante el anuncio hecho el jueves por Emmanuel Macron de que Francia reconocerá en septiembre al Estado palestino. Las acusaciones de connivencia con la organización terrorista Hamás vertidas por el secretario de Estado de EE UU, Marco Rubio, no solo son infundadas sino que permiten a Benjamín Netanyahu no moverse ni un milímetro de una estrategia que ha convertido la tragedia palestina en un fracaso moral de la comunidad internacional, en una vergüenza colectiva.
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