Aislamiento y falta de apoyo institucional: el grito de una mujer trans

Soy una mujer trans que aún vive bajo el control de una madre fanática religiosa que limita mi libertad. Desde hace años, mi madre me ha aislado de cualquier relación que no esté vinculada a su iglesia. He intentado pedir ayuda: tras un intento de suicidio el año pasado, recurrí a servicios sociales con la esperanza de encontrar un apoyo real para asumir mi identidad y romper con ese aislamiento. Pero lo que encontré fue una respuesta fría, burocrática y poco efectiva. No estoy sola en esta lucha silenciosa. Muchas personas adultas, sobre todo quienes pertenecemos a colectivos vulnerables como el LGTBI, seguimos viviendo bajo un control familiar que nos niega el derecho a ser quienes somos. Sin embargo, cuando pedimos ayuda, a menudo nos encontramos con instituciones saturadas, indiferentes o que no entienden la gravedad de estos entornos. Al compartir mi historia en redes, incluso he recibido respuestas como “espabílate” o “hazlo sola”. Me pregunto: ¿de verdad la sociedad espera que alguien que ya ha tocado fondo, y que carece de red de apoyo, lo solucione todo por sí misma? ¿Qué papel deberían jugar las instituciones para proteger la autonomía y dignidad de personas adultas atrapadas en estas situaciones?

Isabella Valero Boigues. Barcelona

Un camino peligroso

Es increíble ver cómo Trump, en su segundo mandato, está llevando a EE UU por un camino peligroso. Su agresiva política migratoria, forzando a los indocumentados a “autodeportarse”, es cruel e inhumana. Además, sus ataques al poder judicial, especialmente contra el juez Boasberg, muestran su desprecio por la independencia de las instituciones. En economía, su estrategia de imponer aranceles puede generar una Trumpcesión, afectando la confianza del mercado. Mientras tanto, distrae de los verdaderos problemas del país con la desclasificación de documentos sobre el asesinato de Kennedy, despistando de los verdaderos problemas del país. No podemos ignorar que su retórica autoritaria y su choque con el Tribunal Supremo debilitan la democracia. Si seguimos por este camino, EE UU se convertirá en una nación gobernada por caprichos y no por leyes. Es urgente que la sociedad reaccione antes de que sea demasiado tarde.

Máximo López Sánchez. Barcelona

Menos X, más calle

“No es xenofobia, es el islam”. Esta frase es el argumento favorito de quienes disfrazan su intolerancia con una falsa racionalidad. Quizá no son conscientes de que actúan igual que ese hombre de paja que han construido en su imaginación: un enemigo intolerante, machista, violento e incapaz de adaptarse. Estas características se atribuyen indiscriminadamente a los musulmanes en redes sociales, como si entre los cristianos la intolerancia o la violencia fuesen imposibles. Estas afirmaciones, repetidas con impunidad y aderezadas con bulos hasta la saciedad, dañan a un colectivo que ha venido a nuestro país, en el mejor de los casos, huyendo de la pobreza. Cualquiera que haya hablado más de cinco minutos con una persona musulmana sabe que no son más violentos que cualquier español, y que, para muchos, la religión tiene un papel parecido al de un católico no practicante. La barrera no es religiosa, sino producto del desconocimiento y los prejuicios.

David Capuchino Santos. Consuegra (Toledo)