Europa, Trump y la conquista del Oeste
El conflicto entre potencias nada tiene que ver con ningún choque de civilizaciones, sino con una guerra abierta por el control de los recursos naturales


¿Puede una potencia cambiar la percepción que de ella tiene el mundo mientras reconstruye su propio mito fundacional? Mientras por aquí solo vemos guerras arancelarias y la necesidad del rearme, Trump cambia el liberalismo globalista por el más brutal de los realismos al tiempo que transforma lo que significa ser estadounidense en el siglo XXI. Frases como “el espíritu de la frontera” o “la próxima gran aventura” no son simples ocurrencias de un loco, sino eslóganes pensados para transmitir una sensación de expansión sin límites y reactivar la imagen de un país en constante crecimiento y adaptación, territorialmente, pero también en influencia global, económica y política. Lo cuenta Valentine Faure en Le Monde, explicando cómo Trump ha adoptado y adaptado el mito de la conquista del Oeste a través del mito de la frontera como idea fundacional de EEUU: su expansión como misión divina o destino inevitable de una gran nación. La ocurrencia de conquistar Groenlandia encaja bien en una narrativa más amplia sobre su supuesto destino de grandeza.
Es, por supuesto, un caparazón retórico para actuar estratégicamente, pues es la lucha por los recursos lo que define la geopolítica actual. El conflicto entre potencias nada tiene que ver con ningún choque de civilizaciones a lo Huntington, sino con una guerra abierta por el control de los recursos naturales. La tecnología avanzada requiere de muchos minerales raros y energía, así que calzarse Groenlandia cumple con “el espíritu de frontera”, pero también como impulso hacia nuevos horizontes económicos, políticos y tecnológicos, como lo es también, por cierto, la exploración del espacio. Ahí también está China: estratégicamente, en la carrera por los recursos, e ideológicamente, reforzando su orgullo nacional. Trump no quiere promover democracias ni derechos humanos ni proyectar valores. Todo eso es disfuncional para él. “Te guste o no, la América de Trump es el único juego en la ciudad”, dice el siempre punzante John Gray, resaltando que, pese a su brutalidad, la realidad es que, bajo el mandato de Trump, EEUU vuelve a ser una potencia central e influyente que no se puede ignorar ni eludir. Durante el declive de la hegemonía liberal, Trump ha adoptado un enfoque pragmático, interesado y nacionalista para mantener su relevancia global.
Así que sí, se puede cambiar la percepción sobre una potencia mientras reconstruye su mito fundacional. Salvo si eres Europa, claro. Ocupada en devolver la pelota como en una partida de pimpón, la UE no se da cuenta de que el juego ha cambiado. ¿Dónde está nuestra narrativa orgullosa, la munición ideológica y estratégica? Cuando Trump dijo aquello de “perseguiremos nuestro destino manifiesto hasta las estrellas”, adaptando el mito del Oeste al siglo XXI, recordé la metáfora de Bauman sobre la mentalidad aventurera de Europa, un Odiseo explorador que prefiere enfrentarse a lo desconocido antes que regresar a la seguridad de Ítaca. Pero miren ahora a nuestros líderes y su desastrosa campaña de comunicación, hablando de seguridad y rearme sin pasar por parlamento alguno, levantando fronteras asesinas contra inmigrantes, con Orbán invitando a Netanyahu en lugar de deteniéndolo y nuestras pizpiretas boutades patrias sobre el “No a la guerra”. Mejor que Putin masacre ucranios. No se trata de gritar Make Europa Great Again!, pero no estaría mal ver algo de verdadero europeísmo para que, al menos, no nos tomen por idiotas.
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