‘Ser o no ser’ en Estados Unidos
La única posibilidad de frenar el asco inyectado en la élite del poder estadounidense reside en la ciudadanía del país

La humillación que pusieron en escena Donald Trump y su vicepresidente J.D. Vance para acogotar al presidente ucranio Volodímir Zelenski y que cediera en la cesión de las tierras raras no acabó de salirles bien por la siguiente razón. Los dos dirigentes estadounidenses lo han aprendido todo viendo películas de Hollywood sobre tipos duros y abusivos a los que les salen bien las cosas: “Te haré una oferta que no podrás rechazar”. Pero Zelenski es un actor cómico, el antihéroe que se crece en la adversidad. Bastaba verle sentado en la puntita de la silla moviendo adelante y atrás el cuero cabelludo en silencioso gesto de asombro y vergüenza ajena. Era el Charles Laughton de This land is mine de Jean Renoir, un maestrito de escuela que esconde un valeroso ser moral. Entre actores aficionados y actores profesionales siempre hay que quedarse con los segundos, porque un actor se hace respetar si miente con la honestidad de anunciar antes que va a hacerlo, pero Trump y su compadre quieren hacerse respetar por el estatus adquirido. El vicepresidente estadounidense es un aupado por Peter Thiel, otro miembro destacado de la aristoacracia de Silicon Valley. Ese bando quiere revertir aquel aplauso puesto en pie que el Congreso de Estados Unidos brindó a un Zelenski sin corbata cuando encarnaba la resistencia a la agresión rusa.
No cabe duda de que los dirigentes estadounidenses esconden una filiación con el presidente ruso Vladímir Putin, que es un señor que ha secuestrado a 20.000 niños ucranios para rusificarlos y que ha invadido un país independiente porque lo considera satélite. La mejor victoria de Putin va a consistir en cargarse a su gran amenaza, la OTAN, algo que podría lograr al entablar una extraña coalición con Estados Unidos en contra de Europa. Es conveniente mantener la cabeza fría y no entregarse al militarismo desaforado, porque las fábricas de armamento de Estados Unidos puede que sean la parada final de nuestro dinero por muy dignos que nos pongamos. Hay que intentar ganar a Ucrania para la libertad y la democracia, como sería deseable hacerlo con Rusia, en donde los líderes opositores han sido asesinados impunemente uno tras otro, algo que Trump y Vance han decidido olvidar en un gesto tan repugnante como su propuesta para vaciar Gaza de palestinos.
La única posibilidad de frenar este asco inyectado en la élite del poder estadounidense reside en la ciudadanía de aquel país. Tienen un referente al que imitar. Aquellos alemanes que en los años 30 del siglo pasado dijeron “no”. Dijeron “no” a Hitler y “no” a la patria si la patria significaba aquello en lo que los nazis la iban a convertir. Fritz Lang dijo no a dirigir una cinematografía fascista. Ernst Lubitsch rodó en Hollywood una obra maestra con el fondo de la invasión de Polonia, esa que provocó finalmente la guerra tras años de falso apaciguamiento. Se titula To be or not to be y da mucha risa y hace pensar. Y la gran Marlene Dietrich cantaba a los soldados aliados para que derrotaran al Gobierno criminal de su propio país en lo que es el mayor ejercicio de dignidad que un artista puede llevar a cabo. Estados Unidos se benefició de aquel exilio de gente inteligente y sagaz. Ha llegado la hora del Ser o no ser para muchos ciudadanos de EE UU que asisten al descalabro de los valores tradicionales de su país. Ellos son los derrotados y humillados, en mayor medida que Zelenski, que al fin y al cabo aún tiene una tierra a la que volver.
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