El rastro perdido de 20.000 niños ucranios bajo el yugo ruso
Kiev documenta la deportación de miles de menores que son entregados a familias rusas ya despojados de su identidad y nacionalidad
Ucrania ha documentado la deportación de cerca de 20.000 menores del país a Rusia desde el inicio de la gran invasión militar en febrero de 2022. La guerra también ha causado la desaparición de 2.008 niños, la muerte a 551 y heridas a otros 1.388; un total de 388 han podido ser devueltos a su hogar, según datos oficiales. El traslado forzoso de la población fuera de su país durante un conflicto armado puede constituir un crimen de guerra para la justicia internacional. Se trata de un asunto de especial sensibilidad que Kiev ha denunciado de manera repetida y que lleva desde el principio tratando de documentar.
La búsqueda implica una lucha añadida para las autoridades ucranias. Este grupo de deportados es despojado de su identidad y el tiempo corre en contra de su retorno y reinserción a la sociedad de la que fueron sacados sin su consentimiento. Sin documentos y con otro nombre, las pruebas de ADN serán esenciales para la reagrupación familiar. Las autoridades rusas han llegado a presumir del proceso de “desucranización” puesto en marcha.
Las cifras de menores deportados figuran en el portal digital abierto al efecto por el Estado ucranio, que añade los casos de 15 abusados sexualmente. “Las autoridades rusas les quitan la nacionalidad a los niños y cambian sus nombres y apellidos. Luego son adoptados o ingresados en centros de acogida, y les impiden regresar a su patria”, ha explicado este miércoles Oleksandr Karasevych, embajador ucranio en Países Bajos, en el curso de un coloquio organizado por la Comisión Internacional de Personas Desaparecidas (ICMP, según sus siglas en inglés), una ONG con sede en La Haya establecida en 1996 a instancias del expresidente estadounidense Bill Clinton.
Durante la sesión, se han contado algunos casos concretos, como el de un niño ucranio deportado a los 16 años que acabó con una familia adoptiva rusa. “Buscado por su madre, es uno de los primeros que consiguió escapar y su familia rusa le sigue reclamando”, según Kateryna Rashevska, experta legal de la plataforma cívica ucrania Regional Center for Human Rights. “Una vez en Rusia, los niños deportados no solo son adoctrinados o militarizados. La destrucción de sus datos personales dificulta que puedan ser encontrados en suelo ruso, en Bielorrusia y Osetia, además de zonas ocupadas de Ucrania, que es donde pueden llevarles”, ha afirmado.
Rashevska ha calificado la situación de “crimen de guerra” y de “tortura o trato inhumano”, y su organización ha remitido información al respecto al Tribunal Penal Internacional (TPI). Durante el encuentro, la policía ucrania ha indicado que la deportación se ha hecho de dos maneras: apartando a los niños de sus familias para llevarlos a la fuerza a territorio ruso, o bien sacándolos de instituciones ucranias como orfanatos en las zonas bajo su control.
En el segundo caso, localizarlos es aún más difícil. Si bien el Gobierno ruso asegura que los ha protegido al apartarlos de la guerra, sobre el presidente Vladímir Putin pesa desde marzo de 2023 una orden de arresto del TPI por su presunta responsabilidad en la extracción forzosa de los menores ucranios. El tribunal busca también a María Lvova-Belova, comisionada del Kremlin para los Derechos de los Niños. Rusia no es miembro de este tribunal y tampoco reconoce su jurisdicción.
Mariam Lambert, directora de la Fundación Orphans Feeding, con sede en Países Bajos y centrada hoy en repatriar menores ucranios deportados a Rusia, contradice el discurso oficial del Kremlin. En su opinión, las deportaciones “se prepararon antes de la invasión”. “En las listas que hemos remitido a la Unión Europea están incluidos abogados, médicos, enfermeras, maestros y policías rusos que están involucrados. No es un incidente aislado”.
Mykola Kuleba, excomisionado ucranio para los Derechos de los Niños, ha ido más lejos incluso. Ha dicho que, en Bielorrusia, “la Cruz Roja participó en la deportación de estos niños, algo que ha reconocido el jefe de la propia organización”. A través de sus investigaciones, Kuleba ha comprobado que los menores deportados “tienen miedo de salir de su situación para que no los maten o a sus familias, y el tiempo pasa”.
La identificación y reintegración de los niños que han podido ser retornados son los otros dos problemas afrontados por las autoridades. Sin documentos válidos, las pruebas de ADN son esenciales para poder localizar a sus familias. En este punto, Liz Barnert, pediatra cubano-estadounidense, ha subrayado la importancia del derecho a la identidad en un contexto de separación forzosa, y la eficacia psicológica de este tipo de análisis genéticos. “EL ADN no miente y pueden producirse reencuentros que de otro modo nunca habrían tenido lugar”, señala.
Cofundadora de DNA Bridge (ADN Puente), un consorcio dedicado a la reunificación de familias migrantes, ha propuesto “un protocolo de carácter global para buscar a los desaparecidos”. Serhii Krymchuk, director del Centro de Investigación Forense del Ministerio de Interior de Ucrania, ha señalado que cuentan con un registro digital estatal de ADN y “48.964 familias han dejado su huella digital, de las cuales, 6.967 son muestras de niños”. Ucrania cuenta con un Consejo de Coordinación para lograr el retorno y reintegración de todos los niños deportados a la sombra del conflicto.
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