Merz frente a los matones
Al ganador de las elecciones en Alemania le tocará gobernar en un mundo donde se están dinamitando las reglas de juego de las democracias liberales
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De Friedrich Merz dicen que fue un muchacho “alborotador”, que no fue un buen estudiante. Cuando entró en política, con ideas conservadoras pero con una firme actitud europeísta y atlantista y con la tradicional mochila alemana de las cuentas equilibradas, se topó en su partido con Angela Merkel, a la que no le gustaban sus maneras y que frenó sus ambiciones. Así que se fue a la empresa privada y se hizo millonario tras trabajar en BlackRock, el fondo de inversión más poderoso del mundo. Le costó, después, tomar el mando de la Unión Democratacristiana (CDU) y, tras dos fracasos, se por fin impuso en enero 2022. El domingo ganó las elecciones en Alemania. Dicen también de él que es alguien que cree se pueden alcanzar “buenas soluciones” gracias al conflicto y la provocación. No se corta: en tiempos de transición ecológica aterrizó en la boda de un amigo pilotando su avioneta.
“Ha surgido una nueva cohorte de personalidades agresivas y prepotentes en la cúspide de muchas estructuras políticas del mundo”, escribió Christopher Clark en Las trampas de la historia (Galaxia Gutenberg), un libro que reúne diferentes ensayos del historiador. “La maquinación deliberada de las crisis, el uso de la provocación para galvanizar a la base de apoyo político, una intensa gestión de los medios de comunicación las veinticuatro horas del día, y la personalización de la autoridad política se han convertido en los inesperados rasgos distintivos de la gobernanza a principios del siglo XXI”. De eso va esta época en la que Merz va a estar al frente de la principal potencia de Europa.
La cita procede de una pieza, ¿Aprender de Bismarck?, en la que Clark trabajó en 2019 y que surgió del estupor que le provocaba la sintonía que manifestó por el estadista prusiano Dominic Cummings, aquel entusiasta constructor de relatos que fue el arquitecto de la campaña del Brexit y el principal asesor de Boris Johnson. Clark bromeaba con la idea de que Otto von Bismarck, el artífice de la unidad de Alemania que culminó con la creación de su Imperio en 1871, pudiera pergeñar una suerte de manual de instrucciones para que los nuevos líderes se manejaran en este siglo.
Serían los axiomas de Otto, decía Clark, y el manual incluiría cinco: 1. Procura provocar —”la indignación y el conflicto” que generan los gestos disruptivos clarifican y facilitan más las cosas para un político habilidoso que la búsqueda de consensos—; 2. Madura el caos —deja que “el desconcierto” que produces permita que afloren “los opciones más plausibles”—; 3. Actúa de forma imprevisible —sin recetas ideológicas, saltando de un bando a otro, pillando a tus adversarios con el pie cambiado, sacando provecho de las diferencias entre ellos—; 4. Ficha al jefe —Bismarck tenía que halagar a Guillermo I, hoy los gobernantes tienen que mimar a la opinión pública—; y 5. Establece múltiples metas en amplitud y en profundidad —es decir, guárdate siempre un plan B en la manga—.
Es posible que Clark concibiera aquellos axiomas teniendo a Trump y Putin en la cabeza —ya habían mostrado sus colmillos—. La situación es ahora más grave, pues resulta evidente que esos líderes poderosos actúan como matones y que están armando un nuevo orden en el que las reglas de juego de las democracias liberales les importan una higa. Es ahí donde se batirá Merz. Todavía Alemania (y Europa) tienen unas fortalezas considerables, el desafío es poder servirse de ellas en un escenario en el que sus valores se están tirando a la basura. La cuestión, vaya, es cómo enfrentarse a los matones sin convertirse en uno de ellos.
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