50 años de 1975: una celebración para toda la ciudadanía
Conmemorar el año que murió Franco no es centrarnos en el dictador, sino que permite poner el foco en todas aquellas y aquellos ciudadanos de a pie que pelearon por la libertad y por la democracia
![Funeral multitudinario en Madrid por los abogados laboralistas asesinados en la calle Atocha el 26 de enero de 1977.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/UZFNILX7WZCENFU74JIGK37MEE.jpg?auth=b486284aff226dda5a91f3ad69f8deec1cefc43de4ee7dd69507a61b8f6af7c8&width=414)
En 1975, José Antonio Labordeta compuso Canto a la libertad, una canción que pronto se convirtió en himno popular. Un año más tarde, en diciembre de 1976, Libertad sin ira de Jarcha alcanzaba el puesto número uno en la lista de los sencillos más vendidos en España. Su llamada a dejar atrás el odio se enmarcaba en una España convulsa, tristemente sacudida por la violencia política. El 11 de enero de 1977 moría uno de los policías heridos en el atentado de ETA en la cafetería Rolando, elevando a 13 el número de víctimas mortales de aquel ataque sucedido más de dos años atrás. El 28 de ese mismo mes, los Grapo mataban a un guardia civil y a dos policías más. Y entre el 23 y el 24 de enero, siete personas fueron asesinadas por las fuerzas de orden público y grupos de extrema derecha, entre ellas, los abogados laboralistas de Atocha. Las impresionantes imágenes del funeral de los abogados de Atocha forman parte ya de la memoria colectiva de nuestro país. Más de 100.000 personas marcharon en silencio por las calles de Madrid en la manifestación más multitudinaria desde la muerte de Franco. Eran días de huelgas y asambleas, de cargas policiales, de paros en la Universidad, de torturas en la Dirección General de Seguridad y de manifestaciones. Solo en el primer trimestre de 1976 se contabilizaron 18.000 huelgas en toda España, en un momento en que la huelga estaba prohibida.
Los historiadores, la ciudadanía, sabemos bien que la libertad no llegó a España el 20 de noviembre de 1975; como tampoco lo hizo la democracia. Por eso en 2025 no celebramos la muerte de Franco, sino el espacio de oportunidad inaugurado con ella, ese “canto a la libertad” que su muerte posibilita. Más allá de que exista un consenso historiográfico en situar el inicio de la Transición en 1975, celebrar 1975 no es centrarnos en Franco y ocultar a aquellos grandes hombres —siempre hombres— que “alumbraron la libertad”. Todo lo contrario. Permite poner el foco en todas aquellas y aquellos ciudadanos de a pie que pelearon desde las calles, las fábricas, las oficinas y universidades, desde las iglesias y desde los hogares por la libertad y por la democracia. Supone destacar la complejidad de un proceso que no se entiende solo con grandes nombres. Retrasar las celebraciones hasta la ley de Reforma Política de 1976, las elecciones de 1977 o la Constitución de 1978 supone invisibilizar las luchas de tantas y tantas personas, limitando a la ciudadanía a un rol pasivo que no tuvo.
Tenemos que alejar el foco de los grandes hitos y los padres constituyentes. Es hora de pasar, siguiendo a Sidney Tarrow, de la agencia de las élites a la agencia humana; es hora de la historia de las clases subalternas, de las mujeres y los hombres anónimos. Porque memoria histórica puede ser algo tan simple como hablar con tu abuela. Escucharla contar cómo no pudo comprarse la máquina de coser con la que habría podido redondear la exigua economía familiar porque el abuelo no firmó el permiso para el préstamo del banco; descubrir que la anciana que vive en el piso de al lado estuvo a punto de morir desangrada por un aborto ilegal o que las dueñas del bar de abajo, que están a punto de jubilarse a sus 70 años, tuvieron que besarse siempre a escondidas durante su juventud porque su amor era no sólo pecado sino también delito. Es preguntarle a tu tío abuelo por sus años de jornalero en Francia, durmiendo en barracones, sin agua corriente para asearse después de 12 horas en el campo, despreciado por la población local porque olía mal.
Comenzar en 1975 nos permite tener una visión integral de la Transición en su conjunto, una visión rigurosa y crítica basada en las excelentes investigaciones que se vienen haciendo en las últimas décadas sobre la dictadura franquista. Ahora que tanto se habla de transferencia del conocimiento y de Historia Pública, es el momento de sacar la universidad a la calle y generar debates participativos que nos lleven a reflexiones colectivas, que enriquezcan la comprensión de esta etapa y que nos ayuden a debatir sobre nuestra democracia.
La Transición española fue un periodo complejo y apasionante, de luchas y de sueños, un periodo de concesiones y entendimiento. Un tiempo de agonismo en lugar de antagonismo —siguiendo a Chantal Mouffe—, en el que los enemigos se convirtieron en adversarios y en el que tuvimos que aprender a convivir, porque la pluralidad y la tolerancia son constitutivas de la democracia. Ese entendimiento bien merece una celebración. Celebremos todo: 1975, 1976, 1977, 1978, ¿por qué no? Pero hagámoslo juntas, porque el proyecto “España en libertad. 50 años” es de todos y para todas. Y hagámoslo homenajeando, como la canción de Labordeta, a aquellos que lo hicieron posible. Que su esfuerzo nos sirva para recordar que la democracia se construye día a día, en plural, en colectivo. Las amenazas son muchas pero unidos somos más.
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