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Columna
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Los vasos comunicantes

Observar las publicaciones de indeseables, mentirosos, manipuladores o desinformadores profesionales en X es la única forma de entender cómo la desinformación y los discursos del odio, gestados en las redes sociales, emergen a la superficie e impactan en la vida real

Manipulación en redes sociales
Bill Hinton (EL PAÍS)
Carmela Ríos

Despido estos días con envidia a todos aquellos que abandonan X ―exTwitter―, asqueados por la forma en que el patrón del negocio, Elon Musk, manosea el concepto de libertad de expresión y lo coloca al servicio de la ideología más ultra. Seguro que Musk estaría feliz con la ocurrencia de Jordi Guirado, concejal de Vox en San Cugat del Vallés que publicó el pasado viernes un tuit con la foto de la ecografía de un bebé. “Mi esposa y yo estamos esperando nuestro tercer hijo. Le vamos a llamar Abdul. Ya hemos conseguido tres cochecitos Bugaboo, pañales ilimitados, guardería con bufet libre halal y libros gratis hasta la universidad”, añadió irónicamente. Bonito ramalazo islamófobo directo desde las tripas del representante de un municipio en el que, según las estadísticas oficiales, la población inmigrante supera el 14%.

Lamentablemente, observar las publicaciones de indeseables, mentirosos, manipuladores o desinformadores profesionales se ha convertido en la tarea más provechosa e ingrata que uno puede practicar en X. Es la única forma de entender cómo la desinformación y los discursos del odio, gestados en las redes sociales, emergen a la superficie e impactan en la vida real. Podríamos definir una teoría contemporánea de los vasos comunicantes con flujos de información y opinión que van de lo digital a lo real y de lo real a lo digital. Si no miramos a las dos esferas, los periodistas no informaremos correctamente ni podremos explicar a los ciudadanos todos los resortes que ayudan a comprender el calado de la mutación que está experimentando el mundo.

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El despiste generalizado ante esta cuestión tiene multitud de beneficiarios, entre ellos Rusia, cuyas ofensivas en la guerra de la información son permanentes y generalizadas, lo que suscita ahora todas las preocupaciones de Occidente. Hemos sabido que el régimen de Vladímir Putin lanzó 43 operaciones de desinformación en redes sociales para alterar el desarrollo de los Juegos Olímpicos del pasado verano, entre ellas la difusión de un vídeo manipulado en el que la organización terrorista Hamás amenazaba supuestamente con atentar en París. En Estados Unidos no dan abasto: las autoridades han bloqueado 32 dominios webs creados por Rusia para interferir en las elecciones estadounidenses y han cerrado un canal de YouTube de influencers políticos financiado por Moscú. Washington alerta además del papel de la cadena Russia Today, que “ha dejado de ser un simple medio de comunicación para convertirse en una entidad con capacidades cibernéticas. También participa en operaciones de información, influencia encubierta y adquisiciones militares”, como asegura un informe del Departamento de Estado norteamericano.

Permanecer en X ayuda, asimismo, a observar cómo las voces a favor de Putin ocupan también las redes en España: “Putin es el presidente más moderado que tenemos entre las grandes potencias. En Rusia se están cansando de las estupideces que dicen en Occidente de que Putin es malo, malísimo” afirma uno de los tertulianos de @negocios_tv, que alterna, en dosis parecidas, la información económica y bursátil con extensos análisis de expertos sobre Rusia y Ucrania. El perfil de este medio tiene 42.000 seguidores en X, poco reactivos a la vista de las escasas interacciones que presentan los tuits. El pasado viernes dedicaron 40 de sus 96 publicaciones del día a Rusia, Putin y el conflicto ucranio: “Rusia debe hacer que Occidente pague consecuencias por saltarse las líneas rojas”, preconizaba un antiguo observador electoral en la zona.



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