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Deja de memorizar a lo tonto

La simple repetición entorpece el juicio. La diversidad de enfoques estimula la imaginación y el conocimiento

Brain made of wood with a bookcase
timandtim (Getty Images)
Javier Sampedro

Los actores, los opositores y los músicos son incondicionales del aprendizaje por repetición. Si tus líneas de diálogo no se te graban en la cabeza, no tienes más que leerlas 40 veces más y todo irá bien en el estreno. Si el real decreto del 24 de julio de 1889 y las modificaciones que haya acumulado en los últimos 135 años se te resisten, repítelas de memoria con infatigable contumacia hasta que se te salgan por las orejas y aprobarás la oposición con la holgura suficiente como para deleitar a tus cuñados en la cena de Nochebuena. Y qué decir de la maldita escala menor melódica en mi bemol: machaca cuerdas, golpea teclas o sopla el bombardino hasta que las notas salgan en ordenada disposición. En el fondo, todas estas cosas son como la lista de los reyes godos, ¿no es cierto?

Una cuestión totalmente distinta es comprender los conceptos que subyacen a esas destrezas mecánicas. Ni aprenderse Hamlet letra por letra, ni superar una oposición memorística, ni almacenar una escala musical en tus dedos sirve para maldita de Dios la cosa cuando lo que pretendes es entender el mundo y gestionar sus retos impredecibles, sus caprichos estocásticos, su complejidad emergente. Repetir y repetir y repetir lo mismo es perfectamente inútil para adquirir esas aptitudes de alto nivel. La estrategia adecuada aquí es rodear el problema por varios flancos, desde diferentes ángulos e inclinando la cabeza para captar su tercera dimensión, que es donde reside la profundidad. Lo que hasta ahora te había parecido un cuadrado se revelará entonces como un cubo. Así es como se adquiere el verdadero conocimiento, esa cosa a la que no pueden acceder los papagayos.

Ilber Manavbasi, un doctorando en neurociencias de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign, explica así su enfoque para aprender a tocar el piano: “Practico en diversas condiciones y contextos; practico hambriento, cansado, enfadado y feliz; practico distintas canciones a distintas velocidades y a veces con distintos pianos; es la variedad en la practica lo que me hace un mejor intérprete”. Quizá esto no es exactamente a lo que yo me refería en el párrafo anterior como abordar el problema desde diferentes ángulos, pero incluso algo tan ramplón como estar cabreado o hambriento puede aportar la variedad necesaria para dotar de cierta profundidad al aprendizaje.

Manavbasi es uno de los autores de una investigación dirigida por la psicóloga educativa Elizabeth Stine-Morrow, del Instituto Beckman de Ciencia y Tecnología Avanzadas, en Illinois. La conclusión del paper (artículo científico revisado por pares) es que la variedad, y no la repetición, nos hace aprender mejor. El trabajo no se centra en los niños, sino en los adultos de cierta edad, así que todavía estás a tiempo de corregir tus hábitos de aprendizaje. Hacerlo, de hecho, puede mejorar tus perspectivas de mantener la agudeza mental en el atribulado atardecer de la vida, esa edad difícil. Esto, en realidad, no es una gran novedad en el aprendizaje motor —como cuando aprendes a montar en bicicleta en una variedad de situaciones, pendientes y paisajes—, pero rara vez se ha considerado una opción para la adquisición de habilidades mentales.

Si quieres meter triples en baloncesto, lo mejor es que no solo practiques triples, sino que ensayes a todas las distancias y desde todos los ángulos. Del mismo modo, para ganar un premio Nobel harás bien en no limitarte a tu campo estrecho de la literatura o la física, sino ampliar tus horizontes a otras áreas del conocimiento. La repetición memorística entorpece el juicio. La diversidad de enfoques estimula la imaginación y el conocimiento. Por todo lo que sé, los avances en la comprensión del mundo consisten en establecer vínculos entre áreas previamente percibidas como inconexas. El conocimiento avanza a base de trazar metáforas. Deja de memorizar a lo tonto y asómate al mundo.

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