Por un federalismo vertical
El acuerdo PSC-ERC no es un concierto, no es un cupo y todos saldremos ganando: es el ornitorrinco de los huevos de oro
“¿Alguien tiene una idea mejor y más convincente?”, se preguntaba Lluís Bassets a propósito del acuerdo entre ERC y el PSC. La idea tendría que ser mejor y más convincente que lo que uno de los firmantes del pacto ha llamado “concierto fiscal solidario” y que otro de los firmantes del pacto no sabe cómo llamar, y que la ministra de Hacienda ha dicho que es y no es, depende. No es un concierto, no es un cupo y todos saldremos ganando: es el ornitorrinco de los huevos de oro. Para formar Gobierno en una comunidad autónoma se firma un pacto que fracciona la Agencia Tributaria —en virtud del cual el Estado renuncia a gravar el 20% de sus ingresos; en virtud del cual una comunidad rica decide si dará algo a las demás y ya irá viendo cómo y cuánto; en virtud del cual esa comunidad rica decide cómo debe gastar el dinero el resto de comunidades—, sin que el nuevo diseño figurase en el programa electoral socialista de las elecciones catalanas, ni, por supuesto, en el de las elecciones de las otras comunidades autónomas cuyas condiciones cambiarían a causa de este pacto, ni en el de las elecciones generales, sin que haya discusiones multilaterales, sino solo bilaterales, sin que se plantee un debate o se explique si habrá que cambiar alguna ley, y sin que el esquema propuesto exista en ningún país federal del mundo. Eso es federalismo y si no lo ves es tu problema. Es un avance glorioso, o tampoco para tanto, porque la propaganda compara el plan con la rebaja de cotizaciones sociales en las tres provincias con menor densidad de población de España, y la portavoz del Gobierno está a punto de saber cuáles son esas tres provincias. No entraremos mucho en la falsificación de la historia, porque sobre el futuro hay discusión, pero el pasado es impredecible. Ahora se insiste en el pacto fiscal de Artur Mas: si Rajoy le hubiera dado lo que pedía no habría que dárselo ahora y qué disgustos nos habríamos ahorrado. Como sabemos, Cataluña ha sido un factor de modernización: lo dicen los nacionalistas catalanes, así que debe de ser verdad. Tenemos la oportunidad de mostrar que este confederalismo federal puede ser plurinacional y jacobino, de extender esta apuesta progresista por el secesionismo de ricos. Una idea mejor y más convincente, por tanto, es profundizar en esta versión disléxica de Robin Hood: creemos una agencia tributaria propia para el 20% más rico de cualquier parte del territorio estatal, y que luego den una limosna para el resto, pero dentro de un orden, porque los que más pagan deben ser los que más prestaciones reciban: a ver si un pobre va a recibir más que un millonario. Que hubiera elegido mejor a sus padres. Café para todos los ricos y achicoria para los pobres.
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